xxxiv. consequences

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maratón (1/3)



Rabat
Septiembre, 2016



La parte difícil no había sido salir de Alemania sin ser vistas

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La parte difícil no había sido salir de Alemania sin ser vistas. No. Odile había sacado a Dylan del país con bastante facilidad para tratarse de una de las personas más buscadas del momento. Tampoco había sido cruzar el mar y cambiar de continente. No. Un viejo conocido de Odile —sí, un criminal, mercenario para ser más exactos—, quien solía encontrarse realizando trabajos en el norte de África, las había ayudado a entrar al continente y atravesar el desierto. Lo difícil tampoco había sido entrar al país. No. Un par de euros en efectivo fueron suficientes para que los militares en la frontera hicieran la vista gorda y las dejaran pasar.

La parte difícil había sido pretender que cada segundo que pasaba Odile no se arrepentía profundamente de su decisión y se sentía terrible por hacerlo.

Había tenido una buena intención, bien por ella, pero ahora estaba atascada en Marruecos —Dylan solía desaparecer de vez en cuando, dejándola sola la mayor parte del tiempo— y no tenía forma alguna de contactarse con sus amigos. Por lo que sabía, podían estar en prisión o incluso muertos.

Tres semanas habían pasado desde lo sucedido en Alemania y todavía encontraba difícil sacarse las imágenes de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos veía a Marcus Ruskov sonriendo de manera cínica y dando los discursos más aterradores que se le podían ocurrir. Cada vez que eso sucedía, Odile despertaba agitada y con los ojos llenos de lágrimas, y cada vez que intentaba dormirse de nuevo, otra pesadilla se reproducía tras sus párpados, enseñándole a todas sus hermanas muertas en el suelo de aquel viejo galpón.

Había aprendido por las malas a vivir con esto, pero eso no lo hacía más fácil.

Eventualmente terminó aceptando que su futuro cercano iba a desarrollarse en Marruecos. No tenía sentido pensar en otra posibilidad. El único lugar al que había llamado hogar estaba a miles de kilómetros y, aunque encontrara la forma de subirse a un avión sin ser reconocida, al llegar a los Estados Unidos sería apresada por todos los crímenes que había cometido durante sus dos días en Europa.

Lo único que la tranquilizaba era saber que Milo estaba sano y salvo en el apartamento de sus vecinos, quienes habían sido tan amables de cuidarlo cuando Steve y Odile les dijeron que debían ir por un par de días a Londres para un funeral. Se preguntaba si, ahora que habían visto todo lo que sucedió con ellos dos y todo el desastre que causaron, todavía seguirían siendo la misma pareja amistosa que les cuidaban el perro y regaban las plantas cuando no estaban, y los acompañaban en noches de trivia y películas una vez al mes cuando sí estaban.

La familiaridad que evocaba la imagen mental de estar jugando al trivia junto a sus vecinos la hizo extrañar su vida todavía más. Si tan solo se hubiera hecho a un lado de todo e ignorado por el mayor tiempo posible el tema de los Acuerdos, entonces quizás estaría en la tranquilidad de su departamento todavía mirando sus telenovelas rusas y planeando la próxima noche de juegos en lugar de encontrarse en el mercado de Rabat en busca de su más absurdo antojo hasta la fecha: la basbusa, un exquisito dulce de la zona.

✓  RENDEZVOUS ━ steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora