Capítulo 44

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Tal y como planearon, el fin de semana zarparon rumbo al sendero que Ana había dicho. El viaje hasta el principio de este no era muy largo, solo 30 minutos por carretera convencional. Ahí, debían dejar el coche aparcado en un aparcamiento de un restaurante que daba paso al sendero. Junto al restaurante, también había una tienda de souvenirs, para la gente que quería llevarse a casa un pequeño recuerdo.

Echaron a suertes quien conducía y le tocó a Jace, por lo que Ana se sentó de copiloto y ellos eligieron la música. Durante todo el viaje, Jace conducía únicamente con una mano y la otra la puso en el regazo de Ana haciendo que se ruborizara. Al principio se mantuvo quieta a causa de la vergüenza, pero después de un rato posó su mano en la que él había apoyado en su pierna. Los chicos estuvieron hablando durante el camino y se pasó volando.

-¡Llegamos! . - dijo Ana al divisar el restaurante a la derecha.- Aparca por ahí.- guio a Jace señalando un aparcamiento que estaba vacío.

Cuando aparcó el coche, todos cogieron sus mochilas, se pusieron las gorras para protegerse del sol y siguieron a Ana hacia el inicio del sendero.

Era temprano aún, habían salido del pueblo sobre las 8.30 de la mañana, por lo que no había muchos coches aparcados ni mucha gente por alrededor.

Ana y Riele encabezaron el camino, y empezaron a hablar sobre cómo eran sus amigas. Ana le contó cómo le fue con la llamada de Skype y lo mucho que las echaba de menos. Riele, además de escucharla, le contó algunas aventuras que tuvo con su hermana y sus amigas.

Mientras tanto, los chicos se mantenían unos metros detrás de ellas pero sin perderles de vista.

-Madre mía tío.- empezó a quejarse Sean.- no es que me haya levantado con muchas ganas de andar ¿sabes?

Jace se rio al escuchar a su amigo y le cedió un palo con el que se apoyaba para andar.

-Toma anda, así te ayudas un poco.- el chico se quedó callado observando el paisaje.- La verdad es que las vistas molan y eso que aún no hemos llegado al final.

Tal y como les explicó Ana, el rio se situaba a su derecha y no hacía apenas calor, es más, hacía hasta algo de frío. Al andar unos minutos, la vista al restaurante desapareció y únicamente había bosque. Los arboles empezaban a hacerse cada vez más altos. Al mirar hacia arriba parecía que llegaban a tocar el cielo.

Aunque las vistas eran preciosas, había que mirar de vez en cuando hacia abajo porque si no podrían tropezar con alguna piedra imposible de eliminar del camino. Sean, al estar mirando todo lo que le decía Jace, y como era un poco patoso, se cayó por no mirar, y se hizo un pequeño sollón en la rodilla. El chico tuvo que echarse agua y aunque no le dolía, lo tenía ensangrentado.

A pesar de esto, siguieron el camino hasta una zona de descanso que se abría a la izquierda. Para ser sinceros, no era una zona de descanso en sí, sino un área accesible donde había un pequeño arroyo. Allí bajaron el pequeño barranco para acercarse al arroyo y se sentaron a descansar un rato.

Sean se acercó al agua para echarse en la herida y Jace se quedó mirando un animal que estaba en un gran árbol. Riele y Ana se quedaron sentadas viendo a los chicos y escuchando el canturreo de los pájaros.

-Veo como va a acabar esto.- dijo Riele de la nada.

Ana la miró extrañada.

-¿Qué?

-Los chicos.- dijo Riele, pero al ver la cara de Ana se explicó mejor.- Jace está concentrado en un animal, cuando Sean se de cuenta de lo vulnerable que está, seguro que le echa agua y empiezan a picarse hasta acabar mojados por completo.

Ana alzó las cejas, no se esperaba que su amiga dijera eso. Sin embargo, el 'observa' que dijo después de aquello hizo que la chica asintiera y mirara la situación con detenimiento.

Lo que menos se esperaba es que lo que Riele dijo se hiciera realidad, pero pasó. Lo vio a cámara lenta. Sean observando lo que hacía Jace sin decir nada, y al poco rato empezar a echarle agua como un loco pegando gritos.

 Ana se empezó a reír ante la situación y Riele la imitó. Para desgracia de las chicas, las sonoras carcajadas hicieron que los chicos pararan de echarse agua y las miraran para vengarse de ellas. Así comenzó una guerra de agua quedándose todos empapados entre unas cosas y otras.

Al acabar todos mojados, Riele se quejó.

-Ahora vamos a parecer tontos haciendo el camino empapados. ¡Todo por vuestra culpa!- dijo señalando a los chicos y mirándolos con el ceño fruncido-

-¿Mi culpa? .- preguntó Sean incrédulo.- No es mi culpa que se presentara esta oportunidad tan buena.- miró a Jace con una sonrisa burlona.- estabas tan indefenso.

Jace le sacó la lengua haciéndose el enfadado pero en realidad quería reírse porque la verdad es que la situación fue muy graciosa. Después de aquello, continuaron el camino charlando y echando fotos a la naturaleza que, conforme el sol se alzaba sobre sus cabezas, se hacía más preciosa.

El destino llegó antes de lo que cualquiera se esperaba. Decidieron sentarse en la parte de césped que se encontraba cerca del río para así estar más fresquitos. Sacaron un gran mantel para sentarse encima y allí almorzaron.

Jace se había llevado una pelota hinchable para poder jugar después y pasar la tarde en ese hermoso lugar. Ana sonrió al ver a su chico disfrutando tanto, no le cabía en el pecho la felicidad que sentía, el amor que sentía hacia él.

La chica nunca pensó qué era lo que sentía por él, y tampoco es que lo quisiera saber, estaba muy contenta sintiéndolo y ya. Sin embargo, Riele le habló del tema mientras los chicos se lanzaban la pelota. Su amiga le estuvo diciendo lo pillado que Jace estaba y Ana la creyó, más que nada porque era su amiga y lo conocía perfectamente.

A partir de ahí, la chica se empezó a cuestionar cómo llamar a la sensación de mariposas revoloteando en su estómago, a los vuelcos que le daba el corazón cuando él la acariciaba, a la electricidad que desprendían sus labios cuando el chico la besaba.

Aquel pensamiento la inundó y empezó a preocuparse, estar expuesta de esa manera le daba muchísimo miedo. A pesar de esto, se concienció de que él no era como Daniel y que ya era tarde para volver atrás. Debía disfrutar de su compañía en vez de preocuparse tanto. No se arrepentía de nada, es más, todo lo que le estaba pasando era como un regalo para ella, todas las experiencias, todos esos momentos.

Estaba definitivamente enamorada. 

Reality - Jace NormanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora