Prólogo

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«...Y te cases con él», esas fueron las últimas palabras que el rey del reino de Spika, su padre, le dijo a Makta Der Drogen durante su discusión sobre la guerra. Inmediatamente después, el monarca ordenó a un grupo de guardias el custodiar a su hija en el largo viaje que presentaría. No se despidió de ella y simplemente se retiró hacia sus aposentos, con un semblante falsamente triste.

La sorprendida chica fue prácticamente arrastrada por los guerreros hasta llegar a uno de los caminos de la ciudad de Tarmagrán, la capital de su reino.

—¡E-Esperen! ¡Todavía no me he preparado! —exclamó la muchacha, nerviosa. El repentino desarrollo de los acontecimientos todavía la tenía confundida y necesitaba tiempo para pensar las cosas, además de prepararse mentalmente para lo que pudiese suceder.

Incluso siendo ella la quinta princesa del reino, los soldados entrenados no hicieron caso a su posición social y continuaron llevando a cabo la orden que el rey Ordan Der Drogen les había dado, con suma convicción.

—¡Les digo que esperen! —exclamó la joven nuevamente, moviendo sus pies cual niña tras un berrinche—. ¡Necesitaré mis cosas para llevar a cabo mi misión!

—Princesa, tenemos todo preparado —comentó un hombre león, apareciendo tras un pilar característico del castillo. Sus ropas holgadas hacían notar su poco interés por la lucha. Un noble de la región, un político por lo demás.

—Reonis, ¿qué quieres decir con eso? —preguntó Makta, frunciendo el ceño. Nunca le había gustado la sonrisa burlona que tenía el felino. Mucho menos le agradaría saber que alguien como él había entrado en su cuarto y hecho los preparativos en su lugar.

—Tenemos sus armas, su maquillaje y su comida preferida en el carruaje que la llevará a su destino. —Con una sonrisa insincera, el Feral hizo una reverencia—. Espero haber sido de utilidad para su alteza. Deseo que tenga un buen viaje.

«Por supuesto, no me vas a acompañar.»

No podía evitar odiar esa actitud tranquila de aquel noble, alguien que era incapaz de luchar y que se dedicaba a adular a quienes consideraba importantes en el reino. Estaba claro que la joven chica no era uno de ellos. A pesar de ser la quinta en nacer, ella era una de las más cercanas a la posición para heredar el trono, pero su poder político estaba cerca del fondo de los rangos de la aristocracia gracias a sus hermanos. Ahora que había sido enviada a una región remota, de seguro ya se estaba especulando su participación como un sacrificio en pro de la guerra.

Makta tenía mucho que quería decir respecto a la forma en la que era tratada, pero no tuvo oportunidad de hacer valer sus quejas, pues pronto llegó al vehículo que la llevaría a un reino enemigo.

Tal como había dicho el hombre bestia, las cosas que ella consideraba necesarias estaban sobre el carruaje, incluyendo una carta escrita por su padre, el rey.

—Comprendo que debo ser discreta, pero este carruaje es...

Observando su medio de transporte, Makta no pudo hacer nada más que suspirar, quejándose mentalmente de la situación, lanzando improperios y maldiciones hacia los responsables de su mala fortuna.

El conductor, un hombre serpiente, la observó de reojo, algo nervioso. No le dijo nada y ella tampoco tenía deseos de conversar con él. Comenzando así un silencioso viaje.

Las tierras del reino de Spika eran en su mayoría roqueríos y desiertos, siendo un ambiente inhóspito, hostil e infértil. Muchos se habían preguntado al menos una vez el cómo era posible que pudiese existir un reino con tal clima y recursos. A Makta le hubiese gustado poder cambiar el paisaje por uno más bello, como los relatados por los bardos viajeros que a veces llegaban al castillo.

Exhekar Tales V: De Dragones & RebelionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora