Capítulo VIII: [De dragones y rebeliones] (3)

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Parte 3


Con el fuerte Naul recuperado y el conflicto contra el imperio mantenido bajo control, el rey Arnus finalmente puede descansar de su conexión con sus pares.

El monarca vuelve a su oficina, agotado. Se sienta sobre su acolchada silla y suspira, en parte por sus bajas energías, en parte por el alivio que siente al ver que todo está resultando bien. Todavía quedan cosas por hacer, el imperio no se ha rendido y todavía debe resolver el problema que suponen los dragones y los rebeldes.

Sobre su mesa se encuentra la carta que recibió por parte del supuesto príncipe del imperio. En ella hay un mensaje que dice cierta información importante del ejército imperial que puede ayudarlo a defenderse del enemigo. También expresa su deseo de reunirse con él en un lugar indicado sobre un mapa.

«La fecha propuesta se está acercando.»

El rey se pregunta sobre si confiar o no en el remitente de la carta. No es de extrañar que esto pueda ser una trampa del enemigo; es más, esa es la opción más probable. Es seguro que, si consulta con alguien más sobre esto, se negarán rotundamente. Sin embargo, la carta no indica que deba ir solo o acompañado.

«¿Es esto una prueba? ¿Una trampa? O tal vez, ¿es realmente la carta del príncipe?»

No importa cuánto lo piense, Arnus no encuentra un motivo válido por el cual esta persona le esté ayudando. A pesar de eso, la información que recibió en la carta le ayudó a organizar sus tropas para protegerse del segundo ataque del imperio. Si no fuese por ella, quizás no habría llamado al «Héroe de la guardia» para asistir a sus compatriotas.

El rey vuelve a suspirar sobre su puesto. Decide ir directamente al punto de reunión que indica la carta. Pretende ir solo, dejando instrucciones a los oficiales para las próximas acciones que deben tomar en caso de que él no vuelva.

Es una apuesta riesgosa, pero la apuesta con Makta funcionó bien, eso le da cierta confianza.

Saliendo del castillo, con una capucha sobre su cabeza para no llamar la atención, el monarca cabalga un Nujulavdo hacia el sur de su nación.

Le toma dos días el llegar, alternando sus monturas conforme avanza, durmiendo pocas horas y comiendo en el camino. El punto de reunión es la entrada de un bosque en el límite entre Urak, Spika y el Imperio Kaevalery.

La carta no indica un instante del día en específico, pero el rey asume que la reunión se dará durante la noche, donde menos probabilidades haya de ser vistos. Después de todo, es el rey de una nación, reuniéndose con el príncipe heredero del enemigo con el cual actualmente está en guerra. Cualquiera de los dos bandos verá esta reunión como traición a la patria.

Cuando los soles comienzan a esconderse, dos personas aparecen en el horizonte, cabalgando sus propias monturas. Ambos visten ropas holgadas y poco decoradas, con la cabeza y el rostro cubiertos por un sombrero de telas.

—Me sorprendéis. No esperaba que vinieseis en solitario a este lugar —comenta uno de los extraños al llegar, bajando del animal que montaba. Su dialecto es similar a la forma de hablar que tienen los dragones.

—Asumiré que eres quien me ha enviado la carta —responde Arnus, ofreciendo su mano en un saludo—. ¿Puedo estar seguro de que eres realmente el príncipe del Imperio Kaevalery?

—Qué descarado. Estás hablando con el príncipe y no le brindas la cortesía mínima —regaña el acompañante del joven. Su voz se acerca más a la de una mujer, pero el rey no puede asegurarlo, ya que no revela su identidad.

Exhekar Tales V: De Dragones & RebelionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora