Atrapadas

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Sus ojos marrones estaban fijos sobre la lampara que colgaba en medio de la habitación, y aunque parecía concentrada examinando aquel objeto, lo cierto era que su cerebro, sus pensamientos e ideas estaban en otro lugar, buscándole un nombre a todo lo que estaba sintiendo.

Esta vez no había lágrimas en sus ojos, se sentía triste, vacía, pero esos sentimientos no eran nuevos, la habían acompañado desde que había dejado el hogar que tenía con Valentina. Lo que era nuevo, era la duda que había nacido después de leer aquella carta, no es que estuviera reconsiderando la idea de regresar con Valentina, más bien, estaba sorprendida con lo que había encontrado en esas líneas, había dado por sentado que la única que había sufrido y llorado sin parar todas las noches, había sido ella, y ahora que sabía que Valentina también había sufrido por todo lo que pasó, lo complicaba todo.

Para Juliana, era mucho más fácil creer que la actriz nunca la amó, que nunca fue importante para ella, ¿qué hacía ahora después de leer esa nota? No podía dejar de pensar si la ojiazul tuvo algún hombro sobre el que llorar su partida, si alguna vez pudo hablar con alguien sobre lo que estaba sufriendo.

Sabía que no debía pensar en esas cosas, que Valentina nunca se detuvo a cuestionar si con sus acciones la estaba lastimando, pero ella no era Valentina, era Juliana y le dolía pensar que sufrió sola, sin tener a alguien que la animara a seguir con su vida, dejando la tristeza de lado.

Suspiró con pesar, se preguntaba porqué tenía que ser tan complicado todo en su vida. Pensó que tal vez todo sería más fácil si se permitiera enamorarse de Vera, con ella no habría necesidad de esconderse, podrían caminar por la calle tomadas de la mano, algo que nunca pudo hacer con Valentina, pero en cuanto la idea llegó a su mente la desechó inmediatamente, porque Vera no era la mujer que amaba y aunque quisiera intentarlo con ella, el fantasma de la ojiazul siempre estaría presente.

Recostó su cabeza sobre una de las almohadas que estaban sobre el sofá-cama, la noche anterior no había logrado dormir a causa de todos esos pensamientos, pero ahora que el día estaba terminando, el cansancio la golpeó y no tardó en quedarse dormida.

Su cerebro creyó que era necesario recordar esta escena, abrió los ojos y tardó unos segundos en darse cuenta en dónde se encontraba.

El lugar lucía como lo recordaba, ahí estaba aquel espejo que cubría toda la pared frontal, giró un poco a la derecha y lo único que vio fueron dos sofás amplios en color gris, no había nada más en esa habitación.

Levantó su rostro y se encontró con su reflejo, nunca se había sentido tan guapa y tan deseable como aquella noche.

La forma en que Valentina la había estado mirando durante horas le había erizado la piel, tuvo que tomar todo su autocontrol para no sonrojarse frente a sus amigas.

La puerta se abrió lentamente, no fue necesario girarse para ver quién era, el espejo frente a ella le daba la vista completa de todo lo que estaba detrás.

El aroma de su perfume la embriagó, ni siquiera la había tocado y ella ya sentía ese peculiar cosquilleo en el vientre anticipando lo que sucedería.

Los suaves dedos de la castaña recorrieron su brazo desnudo, y Juliana simplemente no pudo evitar soltar un pequeño gemido, casi inaudible; había aguantado toda la noche y para esa hora había alcanzado el límite.

-Te has portado muy mal - La voz de la actriz era ronca, y llena de deseo.

-No.. yo.. yo no sé de qué hablas - Las palabras salieron de su boca con cierto nerviosismo a causa de toda la excitación retenida.

- ¿No lo sabes? - Pensaba responder, pero sentir los labios de la actriz dejando besos húmedos en su nuca, solo ocasionó que de su boca saliera un gemido agudo. - Has jugado conmigo toda la noche Valdés, te has paseado con ese vestido tan sexy contoneando tus caderas, ocasionando que solo quiera arrancártelo y disfrutar de ti.-

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