La mala del cuento

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Los Ángeles, 15 de febrero 2020 9:35 a.m.

¿No extrañas el clima de aquí? - Vera se encontraba sentada a lado de la pelinegra disfrutando de un mousse de chocolate.

- Te mentiría si te digo que no, lo que más echo de menos es la primavera y el verano. En días calurosos salía a correr por la playa y disfrutaba enormemente que la brisa golpeara contra mi rostro - Sin darse cuenta Juliana estaba sonriendo, contagiando a Vera que la veía atenta - pero también disfruto del frío, no sé si solo me pasa a mí, pero en un día nublado se me antoja sentarme frente a la ventana con un buen libro y una taza de té.-

- Lo cuentas tan bonito, que en este momento me arrepiento por no haber hecho eso que dices, tal vez podamos hacerlo juntas en New York, aún quedan unos días de frío- Dijo la castaña antes de llevarse una cucharada del postre semiamargo a la boca.

Juliana la observó por un momento un poco divertida - Te ha gustado mucho ¿no? - Preguntó, mientras llevaba su pulgar derecho hasta la barbilla de su acompañante para retirarle un pequeño rastro de chocolate.

- Me ha encantado, todo lo que venden aquí se ve delicioso, pero tu recomendación es sumamente exquisita ¿Cómo diste con este santuario de postres? - Cuestionó, dejando la cuchara de lado.

La modelo no tuvo que pensar mucho, era imposible olvidar como había conocido ese lugar. En esa cafetería se había llevado a cabo su primera cita con la mujer que amaba; justo después de que Esme las presentara en la fiesta que organizó la agencia.

- Lo conocí hace más de dos años, alguien que fue muy especial para mí me trajo con ella, dijo que vendían el mejor café de Los Ángeles, no le creí hasta que lo comprobé yo misma.- Bajó su mirada inmediatamente, escondiendo de Vera la melancolía de sus ojos marrones - después de esa primera vez, todos los sábados que me encontrara en la ciudad veníamos juntas; se convirtió en una costumbre y después de tanto, terminé amándolo - Sonrió aún con la cabeza fija en su taza humeante.

El rostro de Vera había cambiado del sonriente a uno más serio, no tenía que ser muy lista para saber que aquella persona especial no era otra que la "desconocida", como solía llamar a Valentina al ignorar su nombre.

- Entonces gracias por traerme a uno de tus lugares favoritos - Respondió finalmente, lo siguiente que hizo fue llevar su dedo medio e índice al dorso de la mano de la modelo, dejando leves caricias.

- Te lo debo, tú fuiste mi guía en Londres por mucho tiempo, así que ahora es mi turno - Juliana giró su mano y la entrelazó con la de Vera, se sentía cómoda con ella, pero aunque quisiera verla como algo más que una buena amiga, no podía, y no pensaba utilizarla para olvidar a Valentina, aquel dicho de que un clavo saca otro clavo, le parecía demasiado egoísta y definitivamente nadie merecía eso.

Antes de que el momento se volviera incómodo, la voz de Vera resonó en el pequeño espacio. - Sería maravilloso vivir aquí, disfrutar de la playa, ver los atardeceres y lo más importante, aprovechar el sol para un buen bronceado - Recorrió sus brazos descubiertos con la mirada, haciendo un gesto de desagrado- estoy demasiado pálida -

Juliana sonrió - Ideas tuyas, estás mucho más que perfecta; puedes preguntárselo a quien sea y te dirá lo mismo lo que yo. - La castaña que se encontraba pagada a ella, se acunó en su cuello ocultando su sonrojo.

- ¿Desde cuándo te sonrojas por recibir cumplidos? - La pelinegra reía ante la actitud de Vera que seguía en la misma posición.

- ¡Por lo visto después de meses seguimos manteniendo la costumbre de los sábados, solo que ahora has cambiado de acompañante.!- La voz con exceso de frialdad que se dejó oír detrás de ellas, obligó a Vera a separarse del cuello de la modelo.

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