Anhelos

Cruda realidad

A través del ventanal se podía observar la lluvia caer, el golpeteo de las gotas sobre el cristal era el único sonido en esa habitación. Era un día gris, de esos pocos días de mayo que hay en Londres. Parecía que todo se había puesto en sincronía con su estado de ánimo.

Los ojos de Juliana eran nubarrones que al igual que allá afuera habían terminado por liberarse y nadie, absolutamente nadie podía juzgarla por no poder cumplir su promesa. El sentimiento de vacío y pérdida era como una herida recién hecha, que aún sangra y sangra tanto que piensas que es una hemorragia que no podrás parar.

¿En algún momento dejaría de doler?, lo más seguro es que sí, no hay sufrimiento que dure toda una vida ¿no? Pero... ¿cómo se vive mientras llega la calma? En realidad, no vivimos, solo sobrevivimos, pero si algo es seguro es que nadie muere de amor.

Esas dos semanas las había sentido como meses, su ausencia le provocaba un dolor en el pecho que por las noches no la dejaba dormir y aunque yo he dicho que nadie muere de amor, Juliana no pensaba lo mismo. La vida le resultaba igual de gris no importando si había un cielo nublado o si el sol brillaba en todo su esplendor, todo era igual de vacío sin Valentina a su lado.

En una semana se iba a llevar a cabo el desfile para hacer la presentación de la colección otoño-invierno de Louis Vuitton, por lo que tendría que empezar a trabajar; sabía que sus amigas aterrizarían en cualquier momento y estaba segura que lo primero que harían seria buscarla. Les había dado la noticia de su mudanza a través de un mensaje de texto, era obvio que algo así no se cuenta de esa manera, pero nada podía hacer, a ella le urgía salir de L.A lo antes posible y cuando "huyó", sus amigas estaban en el Fashion Week de París, por lo que no pudo despedirse de ellas, estaban en todo su derecho de estar molestas.

Comenzaba a quedarse dormida, con la esperanza de que Valentina desapareciera de sus pensamientos, así que no escuchó el sonido que venía detrás de esa puerta que le había dado la bienvenida días atrás, necesitó un golpe más fuerte para que pudiera reaccionar.

Se levantó de esa cama que había sido su fiel compañera, se echó un vistazo en el espejo del tocador que se encontraba justo delante de ella, ni siquiera reconocía a la persona que se encontró de frente. No había brillo en su mirada, su cabello se encontraba totalmente desordenado y se veía mucho más delgada de la última vez que había visto su reflejo.

No tenía tiempo para arreglarse, los golpes seguían sin cesar, así que resignada se dirigió a la entrada, ya sabía quiénes eran, por lo que no se tomó la molestia en preguntar.

- Estúpida, tendrás que hacer muchos méritos pa...- Emily se quedó perpleja cuando vio a la mujer que se encontraba delante de ella.

Sophia aún estaba entretenida buscando el celular en su bolso cuando Emily dejo la frase sin terminar, le tomó unos segundos en darse cuenta lo que había logrado callar a esa mujer que hablaba sin parar. - Dios Juli, ¿Qué pasa? - Preguntó mientras sus brazos rodeaban a Juliana.

- Juli, ¿está todo bien?, estás empezando a preocuparnos. - Dijo Emily, mientras pasaba su mano por el brazo de la chica que se veía cansada, con los ojos hinchados y totalmente desaliñada.

Juliana ni siquiera sabía que necesitaba tanto el consuelo de alguien, pero justo en ese momento, en brazos de aquella rubia que ella consideraba su amiga, lo supo. Había sido más de un año viviendo una relación que le había sido prohibida revelar, así que todo lo que pasaba lo tenía que sufrir sola, incluso lo de Gabriel lo tuvo que llorar en silencio, no podía hablar con nadie sobre lo que pasaba, porque su relación con Valentina era inexistente para todos a su alrededor.

Su ineludible llanto empezó a escucharse en aquella fría habitación, se sintió tan pequeña y vulnerable que llorar fue su única salida. Tal vez llevaba sobre ella un peso difícil de soportar que cuando tuvo unos brazos que la sostuvieran vio la oportunidad de soltar, sus piernas de repente se sintieron ligeras y la hizo caer de rodillas, Sophia cayó con ella, aún sujetándola, ahora mucho más preocupada que antes.