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Era un día cualquiera en el cielo, donde los ángeles cuidaban a sus humanos, protegiéndolos de todo mal.

Las reglas eran simples y cada ángel debía obedecerlas si no querían ser desterrados.

Cada ángel tenía que proteger a un humano que se le asignaba. Una de las normas que ningún ángel debía romper era enamorarse de un humano. Pero había un chico rubio que no obedeció, no pudo evitar romper esa norma acabando totalmente enamorado de la humana que debía proteger.

Aquel muchacho con cabello rubio miraba la tierra desde las nubes suspirando profundamente, mientras que su compañero rodaba los ojos aburrido.

Era un chico ejemplar, siempre obediente y dispuesto a ayudar, que al principio podría resultar algo tímido e introvertido, pero al conocerlo bien era alguien que hacía cualquier cosa por sus seres queridos, que siempre echaba una mano, divertido y muy simpático. Cualquiera se perdería en sus ojos azules y brillantes como la luna, sus mejillas rosadas y su cara tallada por los mismos dioses. Tenía a muchas chicas suspirando por él, por sus brazos fuertes, sus piernas largas y cintura perfecta. No era demasiado alto en comparación de su mejor amigo, pero aun así ninguna chica conseguía sacarle una cabeza.

El chico perfecto que cualquiera desearía estaba suspirando por una humana que no tenía ni idea de que existía, ni siquiera se estaba percatando de que su compañero le había estado llamando por dos minutos.

— ¡Park Jimin! — exclamó desesperado en el oído de su mejor amigo.

La voz aturdió a Jimin y se tapó el oído mirándolo enfadado.

— Joder Gook-Doo, eso ha dolido. ¿Qué quieres? — In Gook-Doo, su mejor amigo desde que tenía uso de razón; era un chico de pelo negro y ojos oscuros, con apariencia imponente y mirada fría, pero si se le llegaba a conocer bien no le haría daño ni a una mosca. A decir verdad, era el típico chico que fingía ser duro y que realmente era popular con todos, pero solo Jimin sabía que no era así. Le sacaba una cabeza a él y llevaba oyendo sus suspiros por su humana desde hacía años.

— Llevo llamándote dos minutos, deja de ver a tu novia por un momento, joder. — se le veía enfadado, lo único que hacía su amigo era suspirar por esa chica y ya le empezaba a causar náuseas de escucharlo todo el tiempo.

— No es mi novia...— el rubio se sonrojó tímidamente y evitó cruzar la mirada con la de Gook-Doo.

— Es cierto, ya te gustaría a ti. Pero en fin, es algo imposible, ¿verdad Jiminie? Olvidemos a esa chica un momento, que me tienes cansado ya. Kousei y los demás nos han dicho que si queríamos ir con ellos a ver cómo se declara a la tonta de Hinata.

Era raro el día que no había cotilleo en el cielo, siempre había algo nuevo.

— ¿A Hinata? Quizás deberíamos dejarlos en paz, es algo privado Gook-Doo. Puedes ir tú si quieres, yo seguiré mirando, la tengo que proteger.

Gook-Doo suspiró, sabía perfectamente que no quería ir porque era incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirar a su enamorada, era un tema que ya lo tenía muy cansado, pero era su mejor amigo y tampoco iba a quitarle la ilusión.

— ¿Esto es enserio Jimin? — subió el tono de voz de repente y su amigo lo miró enseguida. — Sabes que nunca estarás con ella, es una humana y tú un ángel; además, enamorarte de ella significó romper una regla del cielo. ¿No vas a ir con tus amigos por estar viendo a esa humana? — Suspiró — eres increíble. ¿Qué es lo próximo? ¿Bajar a la tierra?

Jimin se levantó y miró fijamente a Gook-Doo, quería mucho a su mejor amigo pero tenía que respetar que sus sentimientos hacia esa humana fueran tan fuertes, él no podía decidir de quien enamorarse.

Mi ángel guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora