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Descansaba tranquilamente tumbado sobre las nubes con los ojos cerrados, no hacía muy buen tiempo, el sol se escondía entre las nubes y nadie querría estar en ese lugar con las brisas del invierno acercándose. Unos pasos lejanos hicieron a Jimin abrir sus ojos y darse cuenta de a quien tenía enfrente.

Gook-Doo miraba hacia otro lado avergonzado mientras Jimin lo miraba tratando de descifrar el motivo de su llegada. Desde la pelea del día anterior no habían compartido ningún momento juntos y mucho menos habían hablado sobre ello, pero Gook-Doo mantuvo su mente ocupada reflexionando sobre aquellas bromas de mal gusto y ese comportamiento tan desagradable.

Había ido para disculparse con él, sabía perfectamente que no había actuado nada bien y quería enmendar su error o al menos disculparse en condiciones.

Jimin se levantó decidido a escuchar lo que tenía que decir y se cruzó de brazos mirándolo sin ninguna expresión.

— Sé que he sido un cerdo todo este tiempo y que me he comportado como un gilipollas — paró en seco pensando bien lo que iba a decir — Pero ayer cuando me golpeaste decidí pararme a pensar las cosas. Tienes razón, no tengo derecho a decirte que dejes de quererla ni mucho menos protegerla. Eso de las emociones es algo difícil de controlar, yo no entiendo muy bien lo que es el amor ni siento que vaya a enamorarme de alguien. — miró al suelo y suspiró ligeramente, le estaba costando disculparse. — Lo que quiero decir con todo esto es que me arrepiento de haberte hecho tantas bromas de mal gusto, de haberla insultado alguna vez y de haberte llamado cobarde y patético. Soy un pésimo amigo. — soltó una risilla tristona y miro a su amigo, esperando que aceptase sus disculpas. Ambos eran inseparables y aunque Gook-Doo fuese un insensible no quería perder la mistad de Jimin.

Este suspiró y se acercó algo más a él sin dejar de mirarle a los ojos.

— ¿Desde cuando eres tan blando? — el castaño sonrió y le dio un golpe en el hombro — Perdonado.

Había algo más que Gook-Doo quería decirle, no bastaba con un lo siento, el de verdad quería hacer algo por su amigo. Siempre pensaba en esa chica y se ganaba insultos y burlas de todos los ángeles, así que tenía en mente una idea.

— Aún no he terminado, dijiste que te gustaría bajar — hizo una pausa al ver los ojos de su amigo iluminarse y reprimir una sonrisa — si tanto quieres marcharte para estar con Mar te ayudaré.

Jimin sonrió de inmediato y le dio un abrazo, nunca había estado tan feliz.

— Gracias.

— ¿Ah? ¿Quién es el blando ahora, eh? Acuérdate de mí estando allí abajo, tendré que aguantar a la pandilla de Kousei yo solo. — suspiró dramáticamente para después sonreírle a su amigo.

Un rato más tarde, Jimin se encontró con uno de los amigos de Gook-Doo mientras volvía a casa. Este lo miro de arriba a abajo y empezó a reírse como un loco mientras que Jimin pasaba al lado suya tratando de ignorar su presencia.

Rubio y de pelo tan fino como un hilo, de ojos acaramelados y algo flacucho, tan insoportable como los demás ángeles que componían su pandilla y un poco más listo que un adoquín, la descripción de alguien que no le llegaba ni a la suela de los zapatos a Jimin, pero creía ser el mejor del mundo.

— Tú eres el que se enamoró de un tonto humano ¿verdad? — Jimin lo miro sin ninguna expresión y el rubio siguió riéndose. — Hay que ser gilipollas para enamorarse de uno de los tontos de ahí abajo, solo dan problemas. Mi humano lo único que hace es meterse en líos, no sirve ni para pedir el pan. — parecía pasárselo bien burlándose de los humanos, pero dejó de reírse en cuanto vio que Jimin seguía con su camino. — ¡Tú, deja de mirar tanto a los humanos acosador! Das asco, seguro que tú humana debe estar contentísima sin saber de tu existencia así que no bajes.

Mi ángel guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora