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Habían pasado varios días desde que Mar se quedó en casa de Kim Won-hae y aún no se sabía nada de los guardaespaldas. Natalie iba a investigar y a contactar con varias personas que podían ser útiles pero por el momento no se sabía nada.

Hasta que no encontraran a una persona para proteger a Mar, no podía volver a casa, no podía arriesgarse a que la asaltasen por la noche sin nadie a su lado para protegerla.

Como necesitaba algo más de ropa, ella y su secretario volvieron a su apartamento.

Mientras iban hacia allí, Mar recordaba cómo había sido su estancia en la casa de los Kim.

La mayoría del tiempo lo pasaba ayudando a aquella mujer a recoger la casa, regar flores, pasear al cachorro, limpiar el polvo...Ambas se lo pasaban muy bien juntas, tanto que parecían madre e hija esperando a que su padre volviera del trabajo.

Aunque había veces que la señora Kim se cansaba o se quedaba sin aire por su enfermedad, Mar estaba allí para ayudarla y darle su medicamento.

Hasta que no fuera al médico para revisarla no sabrían si la enfermedad había empeorado o no, pero aun así lo pasaron muy bien juntas.

— Señorita Mar, hemos llegado.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que habían llegado.

Al bajarse del coche y entrar al bloque vio un charco de sangre que se deslizaba entre las escaleras.

Abrió los ojos como platos al ver a Sasha tirada en el suelo con el cuerpo cubierto de sangre y entró en pánico.

Se agachó y la sacudió esperando una respuesta de su parte, pero fue en vano porque ella no respondía, estaba inconsciente.

El señor Kim llamó a una ambulancia que no tardó demasiado en llegar. Los enfermeros cargaron a Sasha en una camilla y la llevaron al hospital.

Unas horas después, Sasha despertó en una cama con sábanas grises y algo desconcertada. Lo único que recordaba era que iba a ir a comprar y se resbaló por las escaleras según le contó a los médicos.

Mar quiso saber cómo se encontraba, así que tras varios minutos de espera la dejaron entrar. No podía evitar sentirse mal por ella, estuvo mucho tiempo tratando de disculparse y nadie estaba en casa, así que encontrársela cubierta de sangre después de tanto tiempo no era agradable.

— Veo que estás despierta, ¿cómo te encuentras? — dijo cerrando la puerta y sentándose en el sillón.

— Cuando desperté estaba un poco mareada, pero ya estoy mucho mejor. No era para tanto — dijo haciendo puchero, tenía unas expresiones muy graciosas. — Lo único que hice fue golpearme el brazo y la pierna, alguien se había dejado una botella en el suelo. — suspiró — Debe haber algún borracho en nuestro bloque que desconoce la palabra papelera.

Hablaba como si hacerse una brecha fuera lo más normal del mundo y Mar no le hubiese tratado mal hace unos días. Tenía una expresión graciosa en su cara, sus gestos y su forma de mover las manos era peculiar.

Mar no pudo evitar reírse, sus vecinos tenían unas manías muy extrañas y para dejar una botella en el suelo había que estar tonto.

— Me alegro de que te encuentres bien — dio una pausa y miró al suelo, quería disculparse — Siento haberte tratado mal ese día, tú tampoco lo estabas pasando bien y aun así querías animarme, lo siento.

Sasha sonrió, no esperaba una disculpa de su parte.

— No te preocupes por eso, a veces se nos va la pinza. — dijo guiñándole un ojo. — Normalmente la gente no me pide disculpas cuando me tratan mal, me hablan como si nada al otro día, pero gracias por disculparte.

Mi ángel guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora