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Los rayos de sol iluminaban la habitación, reflejando su luz en la mobiliaria y en el rostro de Mar.

Esta apretó los ojos con fuerza antes de abrirlos, un poco cansada por el día anterior.

Suspiró levemente y se giró hacia su novio, que rodeaba su cintura con sus brazos, para verlo detenidamente; seguía durmiendo como un tronco. Sonrió con dulzura, siempre le había gustado mirarle, pero así, tan tranquilo y tan en paz...realmente parecía ser un ángel.

Levantó su mano, poniéndola en la mejilla de Jimin, acariciándola con cuidado y suavidad para no despertarle, seguro que también estaría cansado después de la paliza que le dio el padre de Sasha el día anterior.

Estuvieron haciendo cosas desde que se levantaron hasta que se acostaron, ese hombre no se cansaba ni de moverse ni de ordenar, tenía más energía que ellos cuatro juntos.

Para ellos, aquellos días en la granja habían sido lo mejor, eran las vacaciones y el tiempo de desconexión que necesitaban desde hacía mucho, sobre todo después de aquel enfrentamiento con Chung-hoo.

Lo habían pasado pipa, y conocer el ambiente donde Sasha se crio hizo que se sintieran más cercanos con ella.

Luego de haber estado acariciando la mejilla de su novio por unos minutos, no se resistió a darle un rápido beso en los labios. Entonces, este abrió los ojos y sonrió al sentir aquel beso de buenos días.

—  Buenos días. —  musitó riendo la chica, algo sorprendida de que hubiese notado el beso estando tan profundamente dormido.

—  Hola bonita. —  le contestó Jimin devolviéndole el beso anterior. —  ¿Has dormido bien?

Mar asintió y se abrazó a él, apoyando su cabeza en su cuello. Le encantaba aferrarse a él, olía tan bien y estaba tan a gusto que planeaba quedarse a vivir en sus brazos una temporada.

—  No sabía que eras un koala. —  le comentó entre risas y le acarició la cabeza.

—  Yo tampoco sabía que tú eras un peluche, y ahora estoy planeando mudarme de casa. —  le contestó y le dio un pequeño pico en el cuello, provocando un escalofrío a su novio.

—  Ese camino es peligroso, eh. —  le advirtió y esta giró la cabeza a modo de pregunta, queriendo saber el por qué del peligro. —  Es mi debilidad.

—  Claro, claro, no será que tienes cosquillas...

Jimin negó con la cabeza y Mar empezó a darle pequeños besos en el cuello hasta que decidió continuar con las cosquillas en sus costados usando como armas sus manos. No tardó ni un segundo en empezar a reír y retorcerse.

Mar carcajeó cuando vio que su novio parecía un pescado asfixiándose en vez de un chico al que le habían hecho cosquillas.

—  ¡Para, para que me muero!

La risa le duró poco cuando Jimin, después de varias advertencias, se cansó de asfixiarse, le agarró ambas manos a Mar, dejándola sin posibilidades de defenderse y se colocó encima suya, con sus piernas en sus caderas. Esta, sorprendida por lo que su novio acababa de hacer, empezó a encenderse un poco y sus mejillas la delataron.

El chico se acercó a su cara y la miró de arriba abajo, fijándose en cada detalle de ella con una sonrisa traviesa.

—  Te dije que te estuvieras quieta...—  le dijo con voz suave. —  Ahora me toca a mí probar si tienes cosquillas. —  con aquella sonrisa traviesa en su rostro, se dirigió al cuello de Mar, cuyo aroma le provocaba unas ganas de llenarlo de besos que no podría controlar una vez empezase. Es por eso que solo depositó unos pocos besos en él, haciendo que Mar se encogiese y suspirase entrecortadamente. Ninguno había hecho algo así nunca, por lo que estaban nerviosos.

Mi ángel guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora