| 𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎... 𝐓𝐇𝐄 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎 𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 |
‧₊˚✧| Diferentes mundos, escenarios, momentos, experiencias y sentimientos junto al mejor de los personajes: Katsuki Bakugõ. Conviértete en la protagonista y vive mi...
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Inglaterra. Año 1918.
Las calles de Londres, por la noche, no son lo que pintan las películas con su maravilloso turismo romántico e histórico, con grandes maravillas arquitectónicas que deleitan la vista. Todo lo contrario. La ciudad de Londres también cae en la realidad de una sociedad injusta, con sus propios peligros ocultos entre las sombras. Por aquellos lugares donde nadie se atreve a circular, los cuales se ven vacíos, deshabitados e inocentes, son donde más acecha el peligro hasta erizarte la piel, pero, a estas alturas, es donde más se lo espera. Cualquiera creería que pasar por allí, por las callejuelas vacías, utilizadas como basureros o, incluso, como habitáculo de peleas ilegales que muchas conducen a la muerte, sería una locura que nadie entendería a no ser que tuvieras tus sólidos motivos para ir.
Por eso mismo es que, siguiendo las instrucciones antes dadas, con sigilo me aventuro a adentrarme al primer callejón de la calle Savile Row, la cual se haya más vacía que un campo en sequía. La noche porta una tranquilidad que me escuece la piel por inquietud y logra carcomer mi interior ante una gran ansiedad aunada al sabor de la adrenalina por lo que nunca antes he hecho. Me siento más turbada que si, en caso contrario, todo se hallara plenamente habitado por bandoleros y rufianes a la vista. No obstante, no veo más que oscuridad. Farolas funcionando a medias; algunas, incluso rotas. Casas tan cerradas como un confinamiento de presidiarios. Basura a los alrededores, desbordando los tachos o algunos volcados ante perros, vagabundos o, posiblemente, una cría de ratas.
Ahora solo puedo escuchar el murmullo desbordando la taberna de esa calle, la cual, yo ando buscando dentro de la callejuela su puerta trasera, queriendo evitar tener que cruzar todo ese recinto de borrachos en busca de mi objetivo.
Así como me indicaron las instrucciones, toqué la puerta metálica que me contagió su temperatura helada y esperé a que me atendiera el hombre apodado El Cuervo. Éste, a los segundos, abre y asoma sus ojos por la rendija de la puerta entreabierta. Solo me basta decir unas palabras para que sepa quién soy y, mirando a todas direcciones, me permite pasar mientras el rechinido de las bisagras me dan una tétrica bienvenida.
El ambiente se encuentra más cálido que el exterior, pero los nervios me endurecen los músculos indudablemente.
El Cuervo es silencioso; tanto de palabras como con sus pasos. Apenas me dice que lo siga por la penumbra de esa habitación que, por lo que sospecho, es un sector vacío que conecta dos puertas; una que da al centro de la habitada taberna y otra que conduce a unas escaleras en descenso. El Cuervo me dice que baje por ellas yo sola, que allí me encontraré en otra habitación donde ya me espera la persona que tanto busco.
