| 𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎... 𝐓𝐇𝐄 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎 𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 |
‧₊˚✧| Diferentes mundos, escenarios, momentos, experiencias y sentimientos junto al mejor de los personajes: Katsuki Bakugõ. Conviértete en la protagonista y vive mi...
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—(Nombre)... ¿Estás segura de esto? —Kaminari contrajo sus facciones en un gesto confuso.
—¿Por qué todos desconfían de mi, loco? —bufaste, viendo que el rubio no era el único en verte de tal manera y varios de la clase los observaban; algunos con humor, otros con confusión y otros curiosos—. Esta es la mejor manera y punto. Que ustedes no la conozcan no significa que sea rara, che. Y quedate quieto, Denki.
Tu compañero suspira y se encoge de hombros, resignado a tratar de entender qué es lo que estabas intentando hacer con él.
—¿Cómo dices que se llama ésta curación?
—Tampoco tiene un nombre científico... Te estoy curando el empacho, nada más.
—Empacho... —Kaminari repite la palabra en un susurro, entornando su mirada a un punto perdido en el espacio, tratando de analizarla por no haberla escuchado jamás.
—Dijiste que te dolía la panza, ¿no? —interrogaste, alzando tu mirada y viendo que el rubio asentía con su cabeza con una mueca adolorida—. Bueno, con esto se te va a pasar.
—Pero-
—¡Pero nada! Haceme caso vos. Mi abuela me enseñó re bien y estoy segura de que es así —afirmaste con la confianza que nadie te otorgaba pero al menos te permitían intentarlo.
Ese día, Kaminari no cesaba sus quejas por el dolor de estómago que tanto lo molestaba desde que se levantó por la mañana y tú no tuviste mejor idea que implementar una de las tantas técnicas que habías aprendido en tu país de origen. Era simple pero todos te observaban como si fueras una hechicera salida de un cuento; le pediste a Momo que por favor te hiciera una cinta larga —de la altura del rubio— y a él le pediste que sostenga uno de sus extremos sobre su estómago. Así que, estando tú en el extremo contrario de la cinta, apoyaste tu codo sobre ésta y extendiste el brazo hasta tomar la cinta, marcando el lugar con tus dedos para, luego, volver a situar tu codo en ese lugar... Así te mantuviste hasta que cortaste la distancia entre ambos y la punta de tus dedos tocaron el hombro de Kaminari, quien te observaba con sus ojos bien abiertos porque podía ver que susurrabas una frase, la cual aclaraste que era secreta y ayudaba a la curación.
Lo hiciste unas tres veces y, al final, alzaste la cabeza, encontrándote con el silencio en la sala común de los dormitorios, con varios de tus compañeros espiando desde los sillones y a otros que se habían acercado para observar mejor... Cuestionándose internamente esa rara acción al estar posando tu codo en una cinta e ir acercándote a Kaminari, haciendo señales de cruz con la mano. Barriste el espacio con tu mirada y con una absoluta cara de poker en tu rostro.