| 𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎... 𝐓𝐇𝐄 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎 𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 |
‧₊˚✧| Diferentes mundos, escenarios, momentos, experiencias y sentimientos junto al mejor de los personajes: Katsuki Bakugõ. Conviértete en la protagonista y vive mi...
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Las gotas de agua caen suaves y silenciosas del claro cielo de la mañana. Su color es tan plomizo como la ceniza, y a través de las ventanas del apartamento, cubiertas de pequeñas gotas adheridas al cristal, casi como un cielo estrellado, se puede percibir el endeble movimiento de los árboles de la calle siendo mecidos por el gélido viento fantasmal.
Las cerámicas del suelo están frías cuando surcas los pasillos descalza hasta el baño. El trayecto de la habitación a este cuarto no es muy largo, pero recorrerlo a los segundos de haberte despertado te somete a golpearte involuntariamente con un mueble que no percibiste. La vista adormecida se agrava al tener la luz del exterior encandilando el pasillo.
Tu cuerpo, solo cubierto con una larga sudadera negra que llega hasta tus muslos, tiembla ante el ambiente frío del baño que parece ser un congelador a comparación de cualquier otra habitación. La planta de tus pies casi pierde su sensibilidad y sientes que pisas un hielo, mientras los poros de tu piel se alzan como respuesta inevitable.
El agua caliente saliendo del grifo te arranca un pesado suspiro de confort cuando hundes tus dedos bajo su grueso chorro. Al mojar también tu rostro adormecido; aún con vestigios de las marcas de la almohada en las mejillas como cicatrices que patentan tu profundo sueño; puedes templar la temperatura de tu cuerpo con gratitud. No obstante, no es lo suficiente para dejar de mantener los hombros tensos y la figura encorvada, ceñida, como si no quisieras perder los últimos retazos del calor de la cama que aún vagan por tu piel. Piensas en darte un baño antes de cambiarte por ropa más abrigada y esa idea suena apetecible en tu mente. Más aún si tienes en cuenta que luego puedes tomar un humeante café.
Te incorporas hasta enfrentar tu reflejo frente al espejo. Gotas de agua lamen tu piel hasta pender del filo de tu mandíbula o mecerse en el extremo de tu nariz. Degustas el agua que se aventura a adentrarse a tus labios entreabiertos, y te dispones a secarte las manos con el fin de atender la descontrolada maraña de tu cabello sin cepillar, que acrecienta su poder y nivel más de un lado que del otro. Tus húmedos y aún cansados parpados ceden varias veces a cerrarse y volverse a abrir, queriendo enfocar con nitidez la figura a tus espaldas que puedes ver por el reflejo del cristal.
Bakugõ también se ha levantado al notar tu ausencia en la cama, y su cuerpo ahora cae casi rendido sobre el marco de la puerta. Su torso desnudo parece no mostrar problema ante la falta de calefacción que olvidó encender, pero se encuentra conforme con los joggings que se colocó ni bien abandonó la calidez de las sábanas. Un brazo se mece laxo frente a su cuerpo, mientras el contrario refriega uno de sus ojos con gran cansancio.
