| 𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎... 𝐓𝐇𝐄 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 𝐎𝐅 𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎 𝐊𝐀𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 |
‧₊˚✧| Diferentes mundos, escenarios, momentos, experiencias y sentimientos junto al mejor de los personajes: Katsuki Bakugõ. Conviértete en la protagonista y vive mi...
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Como todos los jueves, el licenciado abandonó el anfiteatro de la universidad una vez todos los alumnos salieron hasta dejarlo únicamente a él solo. No era algo de lo que disfrutase, sintiendo que perdía el tiempo a medida que cada estudiante guardaba sus pertenencias y pasaba por su lado para saludarlo, o detenerse a hacerle algunas preguntas de la clase que él debía responder. Incluso se sentía más exasperado si consideraba que veía a todos moverse a paso de hormiga como si no tuvieran otra cosa más importante en sus vidas. Aun así, no presentaba quejas al ser el profesor de la clase de ética y deontología profesional de la carrera de periodismo.
Una vez afuera, Bakugõ le restó fuerza al nudo de su corbata mientras caminaba por el sendero encapotado de pétalos de la flor de cerezo, pasando por el campus frente al aula en dirección a la salida, habiendo cumplido con sus horas de trabajo en la universidad. Tenía demasiadas responsabilidades fuera de aquel trabajo, siendo uno extra que aceptó tras la insistencia de su mejor amigo —también licenciado en periodismo como él— ante la falta de profesores para los últimos años de la carrera. Aunque en un principio vio la idea con disgusto, luego fue dándose cuenta que el rubro de enseñanza no estaba tan mal.
Sin embargo, antes de que pudiera poner un pie fuera de allí, algo más captó su atención. Específicamente, fueron las puertas dobles junto al anfiteatro frente al de su clase, atravesando todo el campus, donde las letras grabadas en una de las puertas decía: "Biblioteca".
El sol esa tarde estaba suave, y el descanso del viento primaveral no esparció esta vez todos los pétalos del cerezo hasta teñir el verde del césped en rosa, pero lo que Bakugõ imaginaba al pensar en la biblioteca colocaba en su vista un filtro donde todo se veía rosa y ninguna otra cosa parecía existir.
Tragó con fuerza, ajustó su asir en el maletín y, dándole una última mirada al camino que llevaba a la salida, lo evitó e ignoró cuando se dispuso a atravesar el campus hasta llegar a la biblioteca. Su mano libre peinó sus acuminados mechones rubios de una inútil manera que no le cambió en nada a como ya estaba, pero la necesidad de hacerlo fue acarreada por cierto nerviosismo que cosquilleó sus extremidades.
El clamor de las cigarras y el murmullo de los estudiantes fue mitigado al momento de poner un pie en aquel lugar y cerrar la puerta tras de sí. El ambiente portaba tanta paz y silencio que parecía un mundo ajeno al que ya existía. El entorno era cálido y bien iluminado, teniendo los altos ventanales descubiertos que permitían la penetración del sol y le daba una esencia natural que adormilaba sus sentidos. El olor a madera rozó su nariz cuando inspiró con profundidad, donde percibió un atributo extra que le hizo pensar en un caluroso verano en medio de un viejo bosque.
