Narrador omnisciente
El estruendoso sonido de golpes feroces y repetidos, tal cual fuera alguien clavando en la pared con irritación, se esparció por la habitación completamente oscura, cuya única luz provenía de una lampara de mesa que se tambaleaba por los constantes movimientos frenéticos que daba la cama, que chocaba con la mesita de noche, al no poder mantenerse estable debido a la actividad que se estaba llevando sobre ella.
Gemidos ahogados, sollozos incesantes y quejas eran repartidas por la habitación. El sonido de carne chocando contra carne, junto al sonido hueco de una entrada siendo penetrada sin piedad. Todos y cada uno de aquellos sonidos formaban la mayor y más indignante sinfonía que acompañaba al par de amantes que luchaban sobre la cama.
El más pequeño estaba siendo sometido con ferocidad por el otro, mientras se encontraba atado de manos sobre su cabeza, con una cuerda de seda japonesa de color rojo, ambas piernas temblaban sin control y se encontraban sin fuerzas por los inminentes orgasmos que había tenido. Cada roce de piel, cada estocada y cada "Te amo" pronunciado por el otro enviaba innumerables corrientes eléctricas por todo su cuerpo maltratado por el otro.
Las lágrimas del dolor y placer por las constantes estocadas, eran retenidas por la venda negra que cubrían sus ojos, la cual ya estaba empapada de sudor y lágrimas. El sonido acuoso de los fluidos del otro dentro de aquella maltratada cavidad, mezclados a los hilos de sangre que salían por las repentidas intrusiones dentro de ella. Causaban indignación y satisfacción para quien estaba siendo sometido.
-Di mi nombre, di el nombre de a quién perteneces- ordenó el más alto, con una voz exasperada y llena de éxtasis.
-No...no- negó el sometido con voz ahogada por cansancio, recibiendo como castigo una estocada llena de poder. Acción que le sacó otro quejido de dolor y otro sentimiento que se negaba a aceptar. Mientras más lagrimas salían de sus ojos.
-Eres tan cobarde, ¿después de esto crees que podrás ir y volver a acostarte con esas zorras? Me perteneces, eres mío y solo mío. – Declaró enmarcando cada palabra con una furiosa penetración.
El joven Art, solo podía apretar la mandíbula para ahogar en su garganta los innumerables gemidos de placer que su cuerpo quería pronunciar, traicionándolo sin decoro. Con cada estocada dada en aquella zona dulce que el otro conocía a la perfección.
Involuntariamente encorvó su cuerpo abriéndole paso para que, fuera penetrado con mayor profundidad. Las manos calientes de Mew se desplazaron por el cuerpo delicado del joven sometido llegando hasta aquellos botones de perdición, castigándolos y estrujándolos con pellizcos placenteros para el otro.
-¿Con este cuerpo te atreves a buscar mujeres? ¿Estás seguro de que puedes complacerlas? ¿Por qué no te das cuenta de que me amas? Tú y tu cuerpo ya me pertenecen. - Afirmó con su voz entrecortada por los suspiros de satisfacción.
Art no contestó, se concentró en sentir con su cuerpo aquel contacto tan delicioso del otro, que obviamente no se atrevía a aceptar en voz alta. Lo odiaba, pero deseaba que Mew lo llenara. Deseaba ser tratado así, que lo sometiera mientras le decía cosas sucias en pequeños susurros a sus muy sensibles orejas. Su miembro erecto rebotaba entre ambos abdómenes por los movimientos constantes de las penetraciones, y con sus entrañas calientes por la continua fricción, estas se contrajeron cuando el cuarto orgasmo llegó. Catapultando sus fluidos y bañándose a sí mismo el abdomen, pegándose un poco en el abdomen contrario; las gotas pegajosas de sus fluidos caían con lentitud una a una sobre él. Dándole esa sensación de vergüenza.
Mew rio levemente y se inclinó para morder y chupar el cuello del otro, dejando un claro camino de marcas rojas, que parecían un collar en su cuello, que tal vez el siguiente día tendría que cubrir con una camisa de cuello alto.
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Mi hombre lobo.
FanfictionContinuación de Mi chico interesante. Mew y Gulf después de los malos entendidos resueltos y aceptación de Gulf por los cambios de su corazón, por fin se convierten en pareja. Sin embargo los secretos que se suponen debían seguir enterrados en el pa...