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-Me gusta un parche de emoción más o menos una vez a la semana-decía papá y luego subían al viejo coche, llevándose a Happy y dejando la leche para los Peters, viajando hacia el este, el oeste y hacia los lados, según les llevara la carretera. El lunes era
generalmente el día de estos chanchullos. Cada día significaba algo en Lantern Hill. El martes Jane remendaba, el miércoles pulía la plata, el jueves barría y quitaba el polvo del piso de abajo, el viernes del piso de arriba, el sábado fregaba el suelo
y horneaba más para el domingo. El lunes, como decía papá, sólo hacían tonterías.
Exploraron la mayor parte de la isla de esa manera, comiendo sus comidas al lado de la carretera cada vez que sentían hambre. "Por todo el mundo como un par de gitanos," condescendió la tía Irene sonriendo. Jane sabía que la tía Irene la consideraba responsable de las costumbres vagabundas que papá estaba tomando ahora. Pero Jane estaba empezando a defenderse de la tía Irene con una pequeña y robusta filosofía propia. La tía Irene lo sentía, aunque no podía expresarlo con palabras. Si hubiera podido, habría dicho que Jane la miraba y luego, tranquila y cortésmente, le cerró alguna puerta de su alma en la cara.
-No puedo acercarme a ella, Andrew -se quejó.
Papá se rió.
-A Jane le gusta tener un espacio despejado a su alrededor... como a mí.
No solían incluir Charlottetown en sus lunes, pero un día de finales de
agosto apaciguaron a la tía Irene cenando con ella. Otra señora estaba allí... una Srta. Morrow a la que Jane no le tomó mucho cariño... quizás
porque cuando le sonreía a Jane se parecía demasiado a un anuncio de pasta de dientes o tal vez porque a papá parecía gustarle. Él y ella se reían
mucho. Era alta, morena y guapa, con unos ojos marrones bastante prominentes. Y se esforzaba tanto en ser amable con Jane que era
casi doloroso.
-Tu padre y yo siempre hemos sido grandes amigos. Así que deberíamos ser amigos, también.
-Una antigua novia de tu padre, cariño -le susurró la tía Irene a Jane cuando la Srta. Morrow se había ido, atendida por su padre en la puerta-. Si tu madre
no hubiera venido... ¿quién sabe? Aún... pero no sé si un divorcio de los
Estados Unidos sería legal en la isla de P. E.
Se quedaron a ver una película y era tarde cuando salieron para casa. No
que eso importó. Los Peters no se preocuparían.
-Tomaremos el camino de Mercer a casa -dijo el papá-. Es un camino de la línea de base y no muchas casas a lo largo de él pero me dicen que es simplemente pésimo con fue duendes. Tal vez nos las arreglaremos para ver uno, saltando locamente fuera del alcance de las luces del coche. Mantén
los ojos bien abiertos, Jane.
Con o sin duendes, la carretera de Mercer no era un buen lugar para ser arrojado. Mientras se balanceaban alegremente por una oscura y estrecha colina, con la sombra de los altos abetos y pinos, el coche se detuvo en seco, para no volver a avanzar...
al menos, no hasta que se hiciera algo decisivo en sus entrañas. Así que papá
decidió, después de mucho hurgar y sondear infructuosamente.
-Estamos a diez millas de un taller y a una de la casa más cercana donde todos estarán dormidos, Jane. Son más de las doce. ¿Qué hacemos?
-Dormir en el coche -dijo Jane con serenidad.
-Conozco un plan mejor. ¿Ves ese viejo granero de allí? Es el granero trasero de Jake Mallory y está lleno de heno. Tengo ganas de dormir en un pajar, Jane.
-Creo que será divertido coincidió Jane.
El granero estaba en un campo de pastoreo que se había "abujardado". Pequeños árboles estaban por todo el campo... al menos, parecían árboles en la suave oscuridad.
Tal vez fueran realmente duendes, acuclillados allí. Había un desván lleno
con heno de trébol y se acostaron en él ante la ventana abierta, donde podían ver las estrellas brillar. Happy se acurrucó junto a Jane y pronto soñó felizmente con conejos.
Jane pensó que papá también se había ido a dormir. De alguna manera, ella no podía dormir; no deseaba especialmente hacerlo. Se sentía al mismo tiempo muy feliz y un poco miserable. Feliz porque estaba allí con papá bajo el hechizo de la noche sin luna. A Jane le gustaba bastante una noche sin luna. Se acercaba más a  estados de ánimo secretos de los campos; y había unos sonidos misteriosos tan hermosos. Estaban demasiado lejos en el interior para oír el ritmo inquietante del mar, pero había susurros y crujidos en los álamos detrás del granero..."Hay magia en los álamos cuando pasa el viento", recordó Jane... y sonidos como pasos de hadas. ¿Quién iba a saber que los elfos
estaban realmente en el helecho? Y cada colina boscosa lejana con una estrella como amiga parecía estar escuchando... ¿no podrías oírlo tú también?
Jane nunca, antes de llegar a la Isla, había sabido lo hermosa que podía ser la noche.
Pero junto con todo esto pensaba en lo que la tía Irene había dicho sobre
la señorita Morrow y el divorcio de los Estados Unidos. Jane se sentía perseguida por esos misteriosos divorcios de los Estados Unidos. ¿No había hablado Phyllis de ellos? Jane
deseaba que los Estados Unidos mantuvieran sus divorcios en casa.
La pequeña tía Em le había dicho que su padre podría haber tenido muchas chicas. A Jane le gustaba especular sobre esas chicas que padre podría haber tenido, con la seguridad de que
sabiendo que ahora no podría tenerlas. Pero la Srta. Morrow las hacía que parecieran desagradablemente reales. ¿Papá le había cogido la mano demasiado tiempo cuando se despidió? De alguna manera, la vida estaba enredada.
Jane reprimió varios suspiros y luego dejó escapar uno. Al instante
papá se dio la vuelta y una mano delgada y fuerte tocó la suya.
-Parece imposible evitar la conclusión de que algo está molestando a mi
Superior Jane. Cuéntale a Happy y te escucharé.
Jane se quedó muy quieta y en silencio. Oh, si pudiera contarle todo... ¡averiguar todo lo que tanto deseaba saber! Pero no podía. Había una
barrera entre ellos.
-¿Te enseñó tu madre a odiarme, Jane?
El corazón de Jane dio un salto que casi la ahoga. Le había prometido a su madre que no mencionaría su nombre a papá y había mantenido esa promesa. Era papá quien había hecho la mención. ¿Estaría mal permitirle a él?
Jane decidió entonces arriesgarse.
-No, oh, no, papá. Ni siquiera sabía que estabas vivo hasta hace un año y medio.
-¡No lo hiciste! Ah, eso sería cosa de tu abuela. ¿Y quién te dijo de mi entonces ?
-Una chica de la escuela. Y pensé que no podías ser bueno con mamá o ella
no te habría... dejado... y entonces te odié por eso. Pero nadie me dijo que te odiara. ...sólo la abuela dijo que me habías mandado a buscar sólo para
para molestar a mamá. Tú no... ¿o sí, papá?
-No. Puedo ser egoísta, Jane, sin duda lo soy... Me lo dijeron más de una vez...
pero no soy tan egoísta. Pensé que te habían educado para odiarme y no me pareció justo. Pensé que debías tener la oportunidad de quererme si
pudieras. Por eso mandé a buscarte. Tu madre y yo hicimos un fracaso de
nuestro matrimonio, Jane, como muchos otros jóvenes tontos han hecho. Eso es lo más importante.
de ello.
-Pero por qué... por qué... madre es tan dulce...
-No hace falta que me digas lo dulce que es, Jane. Cuando la vi por primera vez, estaba acababa de salir del barro, el hedor y la obscenidad de las trincheras y pensé que era una criatura de otra estrella. Nunca había sido capaz de entender la Guerra de Troya antes de eso. Entonces me di cuenta de que Helena de Troya podría haber sido por la que valía la pena luchar si era como mi Robin de pelo dorado.... Y sus ojos... Todos los ojos azules no son hermosos, pero los de ella eran tan hermosos que te hacían sentir que no valía la pena mirar otros ojos que no fueran azules. Sus pestañas me hacían sentir cosas que no creerías. Llevaba un vestido verde la primera vez que la vi... bueno, si cualquier otra chica hubiera llevado ese vestido, habría sido un vestido verde y
nada más. En Robin era mágico... misterio... la túnica de Titania. Yo
habría besado el dobladillo.
-¿Y se enamoró de ti, papá?
-Algo así. Sí, debió de amarme durante un tiempo. Nos escapamos, ya sabes... su madre no me quería. No creo que le haya gustado ningún hombre que le quitara a Robin... pero yo era pobre y un don nadie, así que era bastante
imposible. Le pedí a Robin una noche de luna que se fuera conmigo. El viejo encanto de la luz de la luna no falló. Nunca te confíes a la luz de la luna, Superiora Jane. Si fuera por mí, encerraría a todo el mundo en las noches de luna. Nos fuimos a vivir al
Harbour Head y fuimos felices... por qué, encontré una nueva palabra para cariño cada día... Descubrí que era un poeta... Hablaba de piscinas y grutas, Jane... sí, fuimos felices ese primer año. Siempre he tenido eso... los dioses
mismos no pueden quitarmelo.
La voz de papá era casi salvaje.
-Y entonces -dijo Jane con amargura-, llegué... y ninguno de los dos me quería... y nunca más fuisteis felices.
-No dejes que nadie te diga eso, Jane. Admito que no te quería terriblemente... era tan feliz que no quería a ningún tercero cerca. Pero recuerdo que cuando vi tus grandes ojos redondos brillar la primera vez que me elegiste en una habitación llena de otros hombres. Entonces supe lo mucho que te quería. Tal vez tu madre te quería demasiado... en cualquier caso, no parecía querer que nadie más te quisiera.
No habrías pensado que tenía ningún derecho sobre ti. Ella estaba tan envuelta en ti que no le quedaba tiempo ni amor para mí. Si estornudabas ella estaba segura de que estabas cogiendo una neumonía y me consideraba un desalmado porque no me iba de la lengua por eso. Parecía tener miedo incluso de dejarme sostenerte por miedo a que te dejara caer. Oh, bueno, no fue todo por ti. Supongo que para entonces ella
descubrió que se había casado con un mítico Juan Pérez de su imaginación y que él había resultado no ser un héroe apuesto sino un Richard Roe muy ordinario. Había tantas cosas... Yo era pobre y teníamos que vivir según mi presupuesto... No iba a permitir que mi mujer viviera con el dinero que le enviaba su madre... Hice que lo devolviera. Diré que ella estaba muy dispuesta a hacerlo. Pero empezamos a discutir por nimiedades. ...oh, ya sabes que tengo temperamento, Jane. Recuerdo que una vez le dije que se callara...pero todo marido normal le dice eso a su mujer al menos una vez
en su vida, Jane. No me extraña que eso la hiriera... pero ella fue herida por muchas cosas que nunca pensé que le harían daño. Quizás no entiendo a las mujeres, Jane.
-No, no lo haces -coincidió Jane.
-¡Eh! ¿Qué?
Papá parecía un poco sorprendido y sólo medio complacido por el cándido acuerdo de Jane con él.
-Bueno, bajo mi palabra... no lo discutiremos. Pero Robin tampoco me entendía. Estaba celosa de mi trabajo...
creía que yo lo ponía por delante de ella... Sé que se alegró en secreto cuando mi libro fue rechazado.
Jane recordó que mamá había pensado que papá también estaba celoso.
-¿No crees que la tía Irene tuvo algo que ver, papá?
-¿Irene? ¡Tonterías! Irene era su mejor amiga. Y tu madre estaba celosa de
mi amor por Irene. Tu madre no podía evitar estar un poco celosa... su
madre era la criatura más celosa que jamás haya respirado. Era una enfermedad para ella. Al final Robin volvió a Toronto de visita . . y cuando llegó allí, me escribió que no iba a volver.
-¡Oh, papá!
-Bueno, supongo que su madre la convenció. Pero ella había dejado de quererme. Lo sabía. No quería ver crecer el odio en los ojos donde había visto el amor. Eso es algo terrible, Jane. Así que no respondí a la carta.
-Oh, papá... si lo hubieras hecho... si le hubieras preguntado...
-Estoy de acuerdo con Emerson en que el precio más alto que se puede pagar por una cosa es pedirla. Demasiado alto a veces. Un año después me debilité... Le escribí y le pedí que volviera. Sabía que la culpa había sido tanto mía como de ella... Me había burlado de ella... una vez dije que tenías cara de mono... bueno, la tenías, Jane, en ese momento... Juraría que la tenías. Nunca obtuve respuesta. Así que supe que era inútil.
Una pregunta acudió a la cabeza de Jane. ¿Había visto mamá alguna vez esa carta?
-Es mejor así, Jane. No éramos adecuados el uno para el otro... Yo era diez años...mayor que ella y la guerra me había convertido en un veinteañero. No podía darle los lujos
y los buenos momentos que ella ansiaba. Ella fue muy... sabia... al descartarme. No lo discutamos
más, Jane. Sólo quería que conocieras sus razones. Y tú no debes mencionar nada de lo que he dicho a tu madre. Prométeme eso, Jane.
Jane lo prometió con desazón. Había tantas cosas que quería decir y ella
no podía decirlas. No sería justo para su madre.
Pero tuvo que titubear:
-Quizá... aún no es demasiado tarde, papá.
-No te metas en la cabeza ninguna tontería como esa, mi Jane. Es demasiado tarde. Nunca más le pediré a la hija de la Sra. Robert Kennedy que vuelva a mí. Debemos hacer lo mejor de las cosas como son. Tú y yo nos amamos... Me felicito por ello.
Por un momento Jane fue perfectamente feliz. Papá la amaba... ella estaba segura de ello por fin.
-Oh, papá, ¿no puedo volver el próximo verano... todos los veranos? -dijo con entusiasmo.
-¿De verdad quieres, Jane?
-Sí -dijo Jane con elocuencia.
-Entonces lo haremos así. Después de todo, si Robin te tiene en invierno, yo debería tenerte en el verano. Ella no tiene por qué reprochármelo. Y tú eres un buen huevo, Jane. De hecho, creo que los dos somos bastante buenos.
-Papá...
Jane tenía que hacer la pregunta tenía que ir directamente a la raíz del
asunto
-...¿Todavía... amas a... mamá?
Hubo un momento de silencio durante el cual Jane se estremeció. Entonces oyó a papá se encogió de hombros en el heno.
-'La rosa que una vez ha soplado para siempre muere' -dijo.
A Jane no le pareció una respuesta en absoluto, pero sabía que era todo lo que iba a obtener.
Le dio vueltas a la cabeza antes de irse a dormir. Así que papá no había mandado a buscarla sólo para molestar a mamá. Pero él no entendía a mamá. Esa costumbre suya... regañar... a Jane, le gustaba, pero quizás madre no lo había entendido.
Y a padre no le había gustado porque pensaba que madre lo descuidaba por su bebé. Y no podía ver a través de la tía Irene. Y era esto lo que madre había
llorado aquella noche en la oscuridad? Jane no podía soportar pensar en madre llorando en la oscuridad.
Entre la pequeña tía Em y papá ahora sabía muchas cosas que no sabía antes, pero...
-"Me gustaría escuchar la versión de mamá", fue el último pensamiento de Jane cuando finalmente se quedó
dormida.
Había un resplandor perlado del amanecer sobre las colinas del este cuando se despertó sabiendo algo que no sabía cuando se fue a dormir.
Papá seguía queriendo a mamá. No había más dudas en la mente de Jane sobre eso.
Papá seguía durmiendo, pero ella y Happy se deslizaron por la escalera y salieron.
Seguramente nunca antes hubo un amanecer tan bonito.
La vieja pradera que rodeaba el granero era el lugar más tranquilo que Jane había visto nunca. Jane estaba
lavándose la cara con el rocío de la mañana cuando apareció papá.
-Es la esencia de la aventura ver el amanecer de un nuevo día, Jane. ¿Qué es lo que no está anunciando? Un imperio puede caer hoy... puede nacer un bebé que descubra la cura del cáncer... un maravilloso poema puede ser escrito...
-Habrá que arreglar nuestro coche -recordó Jane.
Caminaron una milla hasta una casa y llamaron por teléfono a un taller. En algún momento antes del mediodía el coche volvía a estar en pie.
-Cuidado con el humo -dijo papá.
En casa... los Peters dándoles la bienvenida... el golfo cantando...
Millicent Mary entrando adorablemente en la puerta.
Era un hermoso día de agosto pero el campo de trigo de Jimmy John era de oro leonado y septiembre esperaba
detrás de las colinas... y septiembre significaba Toronto, la abuela y St.
Agatha's, donde estaría al margen de las cosas en lugar de cazar con la manada como aquí. Las noventa y cinco mañanas se habían reducido a unas pocas.
Jane suspiró... y luego se sacudió. ¿Qué le ocurría? Ella amaba a madre... anhelaba verla... pero...
-Quiero quedarme con papá -dijo Jane.

JANE DE LANTERN HILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora