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Al día siguiente, Andrew Stuart mandó llamar al médico, y unas horas más tarde llegó la enfermera. Se corrió la voz de que Jane Stuart estaba muy enferma con un peligroso tipo de neumonía.
Jane nunca pudo recordar nada de esos primeros días con claridad. Deliraba casi desde el principio de su enfermedad. Los rostros iban y venían tenuemente... el de papá angustiado... un médico grave y preocupado... una enfermera de gorro blanco... finalmente otro rostro... sólo que debía ser un sueño... madre no podía estar allí...  ni siquiera si Jane pudiera oler el tenue perfume de su cabello. Mamá estaba en la lejana Toronto.
En cuanto a su propio paradero, Jane no sabía dónde estaba... sólo sabía que era un viento perdido que buscaba alguna palabra perdida para siempre. Hasta que no encontrara esa palabra no podría dejar de ser un viento y volver a ser Jane Stuart. Una vez, le pareció oír a una mujer llorando desconsoladamente y a alguien diciendo:
-Todavía hay esperanza, querida, todavía hay un poco de esperanza.
Y de nuevo... mucho después...
-Habrá un cambio, de una forma u otra, esta noche.
-Y entonces -dijo Jane, con tanta claridad y nitidez que sobresaltó a todos los presentes-, encontraré mi palabra perdida.
Jane no supo cuánto tiempo pasó después de aquello hasta el día en que comprendió que volvía a ser Jane y que ya no era un viento perdido. -¿Estoy muerta? -se preguntó. Levantó los brazos débilmente y los miró. Se habían vuelto terriblemente delgados, y sólo pudo sostenerlos un segundo, pero concluyó que estaba viva.
Estaba sola... no en su pequeña habitación de Lantern Hill, sino en la de su padre. Podía ver a través de la ventana el golfo brillando y el cielo tan suavemente, tan etéreamente azul sobre las dunas encantadas. Alguien... Jane descubrió después que había sido Jody... había encontrado las primeras flores de mayo y las había puesto en un jarrón sobre la mesa junto a su cama.
-"Estoy... seguro... de que la casa... está escuchando", pensó Jane.
¿A qué estaba escuchando? A dos personas que parecían estar sentadas en las escaleras del exterior. Jane sintió que debía saber quiénes eran, pero el conocimiento se le escapaba. Le llegaban frases sueltas, aunque pronunciadas en tono apagado. En aquel momento no significaban nada para Jane, pero las recordaba... las recordaba siempre.
-Querida, no quise decir ni una palabra de esas cosas horribles que dije...
-Si hubiera recibido tu carta...
-Mi pobre amorcito...
-¿Has pensado alguna vez en mí en todos estos años?...
-¿He pensado en algo más, amorcito?..
-Cuando llegó tu telegrama... madre dijo que no debía... fue terrible... como si algo pudiera alejarme de Jane... -Éramos dos personas muy tontas... ¿es demasiado tarde para ser sabios, Robin?
Jane deseaba oír la respuesta a esa pregunta. . . deseaba terriblemente. . . de alguna manera sentía que sería de tremenda importancia para todos en el mundo. Pero un viento llegó desde el mar y cerró la puerta.
-Ahora nunca lo sabré -susurró lastimosamente a la enfermera cuando ésta entró.
-¿Saber qué, querida?
-Lo que dijo... la mujer de la escalera... su voz era tan parecida a la de mamá...
-Era tu madre, querida. Tu padre la llamó en cuanto llegué. Ella ha estado aquí todo el tiempo... y si eres buena y no te agitas, puedes echarle un vistazo esta noche.
-Así que -dijo Jane débilmente-, mamá debe haber enfrentado a la abuela por una vez.
Pero pasaron varios días antes de que a Jane se le permitiera tener su primera charla real con padre y madre. Entraron juntos, de la mano, y se quedaron mirándola. Jane sabía que había tres personas tremendamente felices en la habitación. Nunca había visto a ninguno de ellos con ese aspecto. Parecían haber bebido de algún pozo profundo de la vida, y el trago los había hecho jóvenes amantes de nuevo.
-Jane -dijo papá-, dos tontos han aprendido un poco de sabiduría.
-Todo fue culpa mía por no haberla aprendido hace tiempo -dijo mamá. Había un sonido de lágrimas en su voz y un sonido de risa.
-¡Mujer!
¡Qué manera tan deliciosa tenía papá de decir "mujer"! Y la risa de mamá
era una risa o un tañido de campanas? -No permitiré que lances calumnias
a mi mujer. Es tu culpa, en efecto. No permitiré que me quiten ni una partícula de culpa. Mírala, Jane. ...mira a mi pequeño amor dorado. ¿Cómo has tenido la suerte de elegir una madre así, Jane? En el momento en que la vi
me enamoré de ella de nuevo. Y ahora todos iremos en busca de diez años perdidos.
-¿Y viviremos aquí en Lantern Hill?" -preguntó Jane.
-Siempre, cuando no estemos viviendo en otro lugar. Me temo que con dos mujeres en mis manos nunca conseguiré terminar mi epopeya sobre la vida de Matusalén, Jane. Pero habrá compensaciones. Creo que nos espera una luna de miel. Como tan pronto como estés en marcha, Jane Superior, haremos una pequeña carrera hasta
Boston. Tengo que ver ese libro mío, ya sabes. Luego un verano aquí y en el otoño... la verdad es que, Jane, me han ofrecido el puesto de editor asistente de Saturday Evening con un buen sueldo. Tenía la intención de rechazar, pero creo que tendré que aceptar. ¿Qué te parece, Jane? Los inviernos en Toronto... los veranos en Lantern Hill?
-Y no tendremos que volver a despedirnos. ¡Oh, papá! Pero...
-Pero yo no tengo peros. ¿Qué te preocupa, querida?
-¿Nosotros... no tendremos que vivir en 60 Gay?
-¡Ni por asomo! Debemos tener una casa, por supuesto. Cómo vives es mucho más importante que dónde vives ... pero debemos tener un techo sobre nuestras cabezas.
Jane pensó en la casita de piedra de Lakeside Gardens. Todavía no la habían vendido.
La comprarían. Viviría... le darían vida. Sus frías ventanas brillarían con luces acogedoras. La abuela, acechando desde 60 Gay, como una vieja reina amargada, con sus ojos brillantes de veneno, perdonando o no perdonando, según ella quisiera, no podría volver a causarles problemas. No habría más malentendidos. Ella, Jane, los entendía a ambos y podía interpretarlos entre sí. Y también vigilar las tareas de la casa. Todo encajaba como si estuviera planeado desde hacía mucho tiempo. -¡Oh, papá! -gritó la más feliz de todas las Janes-, conozco la casa ideal.
-Sé que lo haces -dijo papá.

                          EL FIN

JANE DE LANTERN HILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora