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Una carta de Jody, manchada de lágrimas, hizo pasar a Jane una mala noche a finales de agosto. En ella se decía que, por fin, iba a ser enviada a un orfanato.
-La señorita West va a vender su pensión en octubre y se va a retirar -escribió Jody-. He llorado y llorado, Jane. Odio la idea de ir a un orfanato y nunca te veré, Jane, y oh, Jane, no es justo. No quiero decir que la Srta. West no sea justa, sino que algo no lo es.
Jane también sentía que algo no era justo. Y sentía que 60 Gay sin sus confabulaciones en el patio trasero con Jody sería un poco más intolerable de lo que había sido nunca. Pero eso no importaba tanto como la infelicidad de la pobre Jody. Jane pensó que a Jody le resultaría más fácil estar en un orfanato que a ella como trabajadora no remunerada en el 58 Gay, pero aun así no le gustaba la idea más que a Jody. Parecía tan desanimada que Step-a-yard lo notó cuando se acercó con un poco de caballa fresca para ella que había traído del puerto.
-Hazlo para tu cena de mañana, Jane. -Mañana es el día de la carne en conserva y la col -dijo Jane con voz alterada-. Pero las comeremos pasado mañana. Eso es el viernes de todos modos. Gracias, Step-a-yard.
-¿Le preocupa algo, señorita domadora de leones?
Jane le abrió su corazón.
-Es que no sabes lo que ha sido la vida de la pobre Jody -concluyó.
Step-a-yard asintió.
-Exigida y sobrecargada de trabajo y golpeada de un lado a otro, supongo. Pobre chica.
-Y sin nadie que la quiera más que yo. Si va a un orfanato, nunca la veré.
-Bueno, ahora... -Step-a-yard se rascó la cabeza reflexivamente-. Debemos juntar nuestras cabezas, Jane, y ver qué se puede hacer al respecto. Debemos pensar mucho, Jane... debemos pensar mucho.
Jane pensó mucho sin resultado, pero las meditaciones de Step-a-yard fueron más fructíferas.
-He estado pensando -le dijo a Jane al día siguiente-, qué lástima que las señoras Titus no pudieran adoptar a Jody. Llevan un año queriendo adoptar un niño, pero no se ponen de acuerdo sobre el tipo de niño que quieren. Justina quiere una niña y Violeta un niño, aunque ambas preferirían gemelos de cualquier sexo. Pero los gemelos adecuados que buscan padres son algo escasos, así que han abandonado esa idea. Violeta quiere uno de tez oscura y ojos marrones y Justina quiere uno rubio con ojos azules. Violeta quiere uno de diez años y Justina uno de unos siete. ¿Qué edad tiene Jody?
-Doce, como yo.
Step-a-yard tenía un aspecto sombrío. -No sé. Parece demasiado mayor para ellas. Pero no estaría de más planteárselo. Nunca se sabe lo que harán esas dos chicas.
-Las veré esta noche después de la cena -resolvió Jane. Estaba tan excitada que saló la salsa de manzana y nadie pudo comerla. Tan pronto como los platos de la cena estuvieron fuera... y esa noche no estaban orgullosos de la forma en que fueron lavados... Jane se fue.
Había una maravillosa puesta de sol sobre el puerto, y las mejillas de Jane estaban rojas por los besos punzantes del viento cuando llegó al estrecho carril de Titus, donde los árboles parecían querer tocarte. Más allá estaba la amable, vieja y acogedora casa, suavizada por el sol de cien
veranos, y las señoras Titus estaban sentadas ante un fuego de madera de haya en su cocina. Justina estaba tejiendo y Violeta estaba cortando trozos de caramelo cremoso de una rosca larga y plateada, hecha con una receta que Jane nunca había podido obtener de ellas.
-Entra, querida. Nos alegramos de verte -dijo Justina, amable y sinceramente, aunque miró con un poco de aprensión por encima del hombro a Jane, como si temiera que un león pudiera estar acechando en las sombras.
-Hacía una noche tan fresca que
decidimos hacer un fuego. Siéntate, querida. Violet, dale un poco de caramelo. Ella está creciendo mucho, ¿verdad?
-Y guapa -dijo Violet-. Me gustan sus ojos, ¿verdad, hermana?
Las señoras Titus tenían la curiosa costumbre de hablar de Jane delante de su cara como si ella no estuviera allí. A Jane no le importaba... aunque a veces no eran tan elogiosas.
-Prefiero los ojos azules, como sabes -dijo Justina-, pero su pelo es precioso.
-No es lo suficientemente oscuro para mi gusto -dijo Violet-. Siempre he admirado el pelo negro.
-El único tipo de cabello que es realmente hermoso es el cabello rizado y dorado -dijo Justina-. Sus pómulos son más bien altos, pero sus empeines son admirables.
-Es muy morena -suspiró Violeta-. Pero me dicen que eso está de moda ahora.
Cuando éramos niñas cuidábamos mucho nuestra complexión. Nuestra madre, recuerdas, siempre nos hacía llevar redecillas rosas para el sol cuando salíamos a la calle.
-¡Bomboneras rosas! Eran azules -dijo Justina.
-Rosa -dijo Violeta positivamente.
-Azules -dijo Justina, con la misma rotundidad.
Discutieron durante diez minutos sobre el color de las redecillas.
Cuando Jane vio que se estaban calentando, mencionó que Miranda
Garland iba a casarse dentro de dos semanas. Las señoras Titus olvidaron
las redecillas del sol en su entusiasmo.
-¿Dos semanas? Eso es muy repentino, ¿no? Por supuesto, es con Ned Mitchell.
Oí que estaban comprometidos... incluso eso me pareció muy precipitado cuando me enteré pero no tenía ni idea de que fueran a casarse tan pronto -dijo Violet.
-No quiere arriesgarse a que se enamore de una chica más delgada -dijo Justina-.
-Han adelantado la boda para que pueda ser dama de honor -explicó Jane con orgullo.
-Sólo tiene diecisiete años -dijo Justina con desaprobación.
-Diecinueve, hermana -dijo Violet. -Diecisiete -dijo Justina.
-Diecinueve -dijo Violeta.
Jane interrumpió lo que parecía que iba a ser otra discusión de diez minutos sobre la edad de Miranda diciendo que tenía dieciocho.
-Oh, bueno, es bastante fácil casarse -dijo Justina-. El truco hoy en día parece ser mantenerse casado.
Jane se estremeció. Sabía que Justina no había querido herirla. Pero su padre y su madre no habían permanecido casados.
-Creo -dijo Violet, encendiendo el fuego-, que la isla P. E. tiene un muy buen historial en ese sentido. Sólo dos divorcios desde la Confederación... sesenta y cinco años.
-Sólo dos reales -concedió Justina-. Pero bastantes... al menos media docena... de imitaciones. ...yendo a los Estados Unidos y divorciándose allí. Y es probable que haya más, según todos los indicios. Violet envió a Justina una mirada de advertencia que Jane, por suerte para su tranquilidad, no interceptó. Jane había llegado a la conclusión de que debía mencionar el objeto de su visita ahora si quería hacerlo. Era inútil esperar una oportunidad... había que aprovecharla. -He oído que quiere adoptar un niño -dijo, sin andarse con rodeos.
De nuevo las hermanas intercambiaron miradas.
-Llevamos un par de años hablando de ello -reconoció Justina-.
-Nos hemos llevado bien en cuanto a que las dos estamos dispuestas a tener una niña -dijo Violeta con un suspiro. -A mí me hubiera gustado un niño... pero, como señaló Justina, ninguna de las dos sabe nada sobre cómo vestir a un niño. Sería más divertido vestir a una niña.
-Una niña de unos siete años, con ojos azules, pelo rubio, rizado, boca de capullo de rosa -dijo Justina con firmeza.
-Una niña de diez años con el pelo y los ojos negros y una piel cremosa -dijo Violeta con la misma firmeza-. He cedido ante ti en cuanto al sexo, hermana. Te toca a ti ceder en cuanto a la edad y la complexión.
-La edad posiblemente, pero no la complexión.
-Conozco a la chica ideal para ti -dijo Jane con descaro-. Es mi compañera en Toronto, Jody Turner. Sé que te encantará. Dejadme que os hable de ella.
Jane les contó. No dejó nada sin contar que pudiera inclinarlas a favor de Jody. Cuando hubo dicho lo que quería decir, se mordió la lengua. Jane siempre sabía el momento adecuado para guardar silencio.
Las señoras Titus también guardaron silencio. Justina siguió tejiendo y Violeta, tras terminar de cortar caramelos, retomó el ganchillo. De vez en cuando levantaban los ojos, se miraban y los volvían a dejar caer. El fuego crepitaba en compañía.
-¿Es bonita? -dijo por fin Justina-. No querríamos una niña fea.
-Será muy guapa cuando crezca -dijo Jane con gravedad-. Tiene unos ojos preciosos. Ahora está tan delgada... y nunca tiene ropa bonita.
-No tiene mucho movimiento, ¿verdad? -dijo Violet-. No me gustan las chicas saltarinas.
-No tiene nada de rebote -dijo Jane. Pero esto fue un error porque...
-Me gusta un poco de rebote -dijo Justina-.
-No querrá llevar pantalones, ¿verdad? -dijo Violet-. Muchas chicas lo hacen hoy en día.
-Estoy segura de que Jody no querría llevar nada que no les gustara -respondió Jane.
-No me importaría tanto que las chicas llevaran pantalones si al menos no los llamaran pantalones -dijo Justina-. Pero no pijamas... nunca, nunca pijamas.
-Desde luego, pijamas no -dijo Violeta. -¿Supongamos que la tenemos y no podemos amarla? -dijo Justina.
-No podrías evitar querer a Jody -dijo Jane con cariño-. Es un encanto. -Supongo -vaciló Justina- que no... no habría ningún peligro.... de que haya... de que tenga... insectos desagradables sobre ella?
-Ciertamente no -dijo Jane sorprendida-. Pues vive en la calle Gay. Por primera vez en su vida, Jane se encontró defendiendo la calle Gay. Pero incluso la calle Gay debe tener justicia. Jane estaba segura de que en la calle Gay no había insectos desagradables.
-Si... si ella tuviera... existe algo así como un peine de dientes finos -dijo Violeta heroicamente.
Justina juntó sus negras cejas.
-En nuestra familia nunca se ha necesitado un artículo así, Violeta.
De nuevo tejieron y tejieron e intercambiaron miradas. Finalmente, Justina dijo:
-No.
-No -dijo Violeta.
-Es demasiado oscura -dijo Justina.
-Es demasiado vieja -dijo Violeta.
-Y ahora que eso está resuelto, tal vez Jane quiera tomar un poco de la crema Devonshire que hice hoy -dijo Justina.
A pesar de la crema Devonshire y del enorme ramo de pensamientos que Violeta insistió en regalarle, Jane volvió a casa con un peso de plomo en el corazón. Se sorprendió al ver que Step-a-yard estaba bastante satisfecho. -Si te hubieran dicho que se la llevarían, probablemente mañana te dirían que han cambiado de opinión. Ahora será al revés.
Sin embargo, Jane se sorprendió mucho al recibir al día siguiente una nota de las señoras Titus en la que le decían que, tras pensarlo mejor, habían decidido adoptar a Jody y que si podía ir a ayudarlas a hacer los arreglos necesarios.
-Hemos llegado a la conclusión de que no es demasiado mayor -dijo Violeta. -O demasiado oscura -dijo Justina.
-Sé que la querrán -dijo la feliz Jane. -Nos esforzaremos por ser para ella los mejores y más amables padres -dijo Justina-. Debemos darle clases de música, por supuesto. ¿Sabes si es musical, Jane?
-Mucho -dijo Jane, recordando a Jody y el piano en el 58.
-Piensa en llenar su calcetín en Navidad -dijo Violet.
-Debemos conseguir una vaca -dijo Justina-. Debe tener un vaso de leche caliente cada noche a la hora de acostarse.
-Debemos amueblar la pequeña habitación del suroeste para ella -dijo Violeta-. Creo que me gustaría una alfombra de color azul pálido, hermana.
-No debe esperar encontrar aquí las excitaciones de la loca maraña de la vida moderna -dijo Justina solemnemente-, pero trataremos de recordar que la juventud requiere compañía y placeres sanos.
-¿No sería precioso tejerle jerséis? -dijo Violeta-.
-Debemos sacar esos pequeños patos de madera que nuestro tío talló para nosotras cuando éramos pequeñas -dijo Justina.
-Será bonito tener algo joven a lo que amar -dijo Violeta-. Sólo lamento que no sean gemelos.
-Reflexionando con madurez -dijo Justina-, estoy segura de que estarás de acuerdo en que es prudente que averigüemos cómo nos llevamos con un solo hijo antes de embarcarnos en los gemelos.
-¿La dejarás tener un gato? -preguntó Jane-. Le encantan los gatos.
-Supongo que no nos opondríamos a un gato de soltero -dijo Justina con cautela.
Finalmente se acordó que cuando Jane volviera a Toronto debía encontrar a alguien que viniera a la isla y que pudiera llevar a Jody con ella, y Justina contó solemnemente y entregó a Jane el dinero suficiente para los gastos de viaje de Jody y la ropa adecuada para dicho viaje.
-Escribiré a la señorita West en seguida y se lo diré, pero le pediré que no le diga nada a Jody hasta que yo vuelva. Quiero decírselo... Quiero ver sus ojos. -Te estamos muy agradecidas, Jane -dijo Justina-, has cumplido el sueño de nuestras vidas.
-Completamente -dijo Violet.

JANE DE LANTERN HILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora