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Habían cenado en el 60 de Gay y estaban todos en el gran salón, que
incluso con el fuego ardiendo en la chimenea seguía pareciendo frío y lúgubre. Frank entró con una cesta.
-Ha llegado, señora Kennedy -dijo.
La abuela tomó la cesta de Frank y la abrió. Un magnífico gato persa blanco
que parpadeaba con ojos verdes pálidos y con desconfianza a todo el mundo. Mary y Frank habían hablado de ese gato en la cocina.
-¿Qué tiene ahora la vieja en su cabeza? -dijo Frank.
Yo creía que odiaba a los gatos y que no dejaba que la señorita Victoria tuviera uno bajo ningún concepto.
Y ahora le regala uno... y le cuesta setenta y cinco dólares. Setenta... por un gato.
-El dinero no es un problema para ella -dijo Mary. Y te diré lo que hay en su cabeza. No he cocinado para ella durante veinte años sin aprender a leer su mente. La señorita Victoria tiene un gato en esa isla suya. Su abuela quiere cortar ese gato. No va a permitir que Andrew Stuart deje que la Srta. Victoria tenga gatos cuando a ella no se le permite tenerlos aquí. La anciana no sabe cómo destetar a la Srta. Victoria de la Isla y eso es lo que este gato significa. Piensa que ella... un verdadero persa, que cuesta setenta y cinco dólares y que parece como el Rey de todos los Gatos, pronto pondrá a la niña fuera de su engreimiento con sus
miserables gatitos comunes. Mira los regalos que le dio a la Srta. Victoria esta Navidad. Como si dijera: "¡No podrías conseguir nada así de tu padre!" Oh, la conozco. Pero por fin ha encontrado a su pareja o me equivoco. Ella no puede sobrecoger a la Srta. Victoria por más tiempo y ella está empezando a descubrirlo.
-Esto es un regalo de Navidad para ti, Victoria -dijo la abuela-. Debería
haber estado aquí anoche pero hubo algún retraso... alguien estuvo enfermo.
Todo el mundo miró a Jane como si esperaran que tuviera espasmos de alegría.
-Gracias, abuela -dijo Jane con rotundidad.
No le gustaban los gatos persas. La tía Minnie tenía uno... un azul ahumado con pedigrí y a Jane nunca le había gustado. Los gatos persas eran tan engañosos. Parecían tan gordos y esponjosos, y luego cuando los cogías, esperando disfrutar de un buen
satisfactorio apretón, no había en ellos más que huesos.
-Se llama Bola de Nieve -dijo la abuela.
Así que ni siquiera podía nombrar a su propio gato. Pero la abuela esperaba que le gustara el gato y Jane se puso a trabajar heroicamente en los días siguientes intentando que le gustara.
El problema era que el gato no quería caer bien. Ninguna simpatía calentaba
el fuego verde pálido de sus ojos. No quería que lo acariciaran. Jane desde el principio podía hablar con los Peters en su propio idioma. Pero Bola de Nieve se negaba a entender
una palabra de lo que decía.
-Creía... corrígeme si me equivoco... que te gustaban los gatos -dijo la abuela.
-A Bola de Nieve no le gusto -dijo Jane.
-¡Oh! -dijo la abuela-. Bueno, supongo que tu gusto por los gatos está a la par con tu gusto por los amigos. Y supongo que no hay mucho que se pueda hacer
al respecto.
-Cariño, ¿no podría gustarte un poco más Bola de Nieve? -suplicó mamá, en cuanto estaban solas-. Sólo para complacer a tu abuela. Ella pensó que estarías encantada. ¿No puedes fingir que te gusta?
Jane no era muy buena fingiendo. Cuidaba fielmente a Bola de Nieve,
lo peinaba y cepillaba todos los días, se aseguraba de que tuviera la comida adecuada y en abundancia, que no se expusiera al frío y cogiera una pulmonía... no le habría importado lo más mínimo si lo hubiera hecho. A ella le gustaban los gatos que salían
audazmente a hacer sus propios y misteriosos recados y que luego aparecían en la puerta suplicando entrar donde había un cojín caliente y una gota de crema.
Bola de Nieve tomaba toda su atención como algo natural, desfilaba sobre 60 Gay, agitando una cola de ciruela y era adorada con entusiasmo por todos las visitas.
-Pobre Bola de Nieve -dijo la abuela irónicamente.
En este punto desafortunado, Jane soltó una risita. No pudo evitarlo. Bola de Nieve parecía tan poco deseoso de compasión. Sentado en el brazo del sofá, era el monarca de todo lo que veía y estaba muy contento de ello.
-Me gusta un gato al que pueda abrazar -dijo Jane-. Un gato al que le gusta que lo abracen.
-Olvidas que estás hablando conmigo, no con Jody -dijo la abuela.
Después de tres semanas, Bola de Nieve desapareció. Por suerte Jane estaba en St Agatha's o la abuela podría haber sospechado que era cómplice de su desaparición.
Todo el mundo estaba fuera y Mary había dejado la puerta principal abierta por unos momentos. Bola de Nieve salió y aparentemente vagó por la cuarta dimensión. Un anuncio de objetos perdidos no dio resultados.
-Le han robado -dijo Frank-. Eso es lo que pasa por tener esos caros
gatos.
-No soy yo quien lo siente. Tenía que estar más mimado que un bebé -dijo Mary-. Y tampoco soy de la opinión de que la señorita Victoria se rompa el corazón por ello.
Ella sigue añorando a su Peters... no es de las que cambian y la vieja señora puede poner eso en su pipa y fumarlo.
Jane no podía fingir una gran pena y la abuela estaba muy enfadada. Ella
Se enfadó durante días y Jane se sintió incómoda.
Quizás no se había esforzado lo suficiente para que le gustara Bola de Nieve.
En cualquier caso, la noche en que el gran persa blanco se materializó de repente en la esquina de la calle
mientras ella y su madre esperaban el coche de Bloor en medio de un remolino de nieve, y se envolvió alrededor de sus piernas en un aparente frenesí de reconocimiento y
y roncos maullidos, Jane gritó con auténtico placer.
-Mami... mami... aquí está Bola de Nieve.
El hecho de que ella y su madre estuvieran solas en una esquina, esperando un coche en una borrascosa noche de enero era algo sin precedentes. Habían ido a St. Agatha esa noche... las chicas del último curso habían representado una obra de teatro y madre había sido invitada. Frank estaba enfermo de gripe y tuvieron que ir con la Sra. Austen. Antes de que la obra llegara a la mitad, la Sra. Austen fue llamada a casa debido a una enfermedad repentina en su familia y su madre había dicho,
-No pienses en nosotros ni un momento. Jane y yo podemos ir a casa perfectamente en los tranvía.
A Jane siempre le gustó un paseo en tranvía, y era doblemente divertido con madre. Rara vez ella y su madre iban solas a algún sitio. Pero cuando lo hacían, mamá era una buena compañera. Veía el lado divertido de todo y sus ojos se rieron de los de Jane cuando un chiste asomó la cabeza. Jane se lamentó cuando se bajaron en Bloor porque eso significaba que estaban comparativamente cerca de casa.
-Cariño, ¿cómo puede ser esto Bola de Nieve? -exclamó mamá-. Se parece a
a él, lo admito... pero está a una milla de casa.
-Frank siempre decía que lo habían robado, mami. Debe ser Bola de Nieve
...un gato extraño no se alborotaría así por mí.
-Yo tampoco habría pensado que Bola de Nieve lo haría -rió mamá.
-Supongo que se alegra de ver a un amigo -dijo Jane-. No sabemos cómo fue tratado. Se siente terriblemente delgado. Debemos llevarlo a casa.
-En el tranvía...
-No podemos dejarlo aquí. Yo lo sostendré... estará tranquilo.
Bola de Nieve se quedó callado durante unos momentos después de que entraran en el coche. No había mucha gente en él. Tres chicos en el extremo más alejado se rieron cuando Jane se sentó con su brazo lleno de gato. Un niño regordete se apartó de ella aterrorizado. Un hombre con la cara llena de granos la miró con el ceño fruncido, como si se sintiera personalmente insultado por la visión de un gato persa.
De repente, Bola de Nieve pareció enloquecer. Dio un salto salvaje fuera de los brazos incautamente relajados de Jane y salió disparado alrededor del coche, lanzándose sobre los asientos y lanzándose contra las ventanas. Las mujeres gritaron. El niño regordete se levantó y gritó. El sombrero del hombre con granos fue de un salto salvaje como el de Snowball, y juró. El revisor abrió la puerta.
-No dejes salir al gato -gritó sin aliento, Jane-. Cierre la puerta. . . ciérrela rápido. . . es mi gato perdido y me lo llevo a casa.
-Será mejor que se quede con él entonces -dijo el revisor con brusquedad.
"Lo suficiente es tan bueno como un festín", pensó Bola de Nieve... evidentemente... pues permitió que Jane lo atrapara. Los chicos se rieron insultantemente mientras Jane volvía
a su asiento, sin mirar a la derecha ni a la izquierda. Se le había roto un botón de su zapatilla, había tropezado y se había despellejado la nariz con el asa de un asiento.
Pero Jane se sentía victoriosa... al igual que Victoria.
-Oh, cariño... cariño -dijo madre, entre carcajadas de verdad.
¿Cuándo se había reído mamá así? ¡Si la abuela la viera!
-Ese es un animal peligroso -dijo el hombre con cara de granuja en tono de advertencia.
Jane miró a los chicos. Ellos le hacían caras irresistiblemente cómicas y ella les devolvía las muecas. Le gustaba Bola de Nieve más que nunca. Pero no
aflojó su agarre hasta que oyó la puerta del 60 Gay sonar detrás de ella.
detrás de ella.
-Hemos encontrado a Bola de Nieve, abuela -gritó Jane triunfante-. Lo hemos traído a casa.
Soltó al gato, que se quedó mirando con recelo a su alrededor.
-Eso no es Bola de Nieve -dijo la abuela-. Es una gata.
A juzgar por el tono de la abuela era evidente que había algo muy
vergonzoso en una gata.
La dueña de la gata fue descubierta a través de otro anuncio de perdido y no aparecieron más persas en el 60 Gay. Jane había marcado el mes de
diciembre, y enero se alejaba a toda velocidad. Las noticias de Lantern Hill seguían siendo absorbentes. Todo el mundo patinaba... en el pequeño estanque redondo y sombreado por los árboles, más allá de los Corners.
Shingle Snowbeam fue la reina en un concierto de Navidad y había llevado una corona de estaño festoneado; la esposa del nuevo ministro sabía tocar el órgano; el bebé de Jimmy John se había comido todas las flores de
cactus de Navidad de la Sra. Jimmy John, hasta el último de ellos; la Sra. Little Donald había tenido su gallo para la cena de Navidad... Jane recordaba aquel magnífico gallo blanco con barbas de color rojo coral y le concedió un arrepentimiento; el tío Tombstone había matado al cerdo de la madre de Min y le había enviado a papá un asado; la madre de Min había conseguido un nuevo cerdo para criar, un bonito cerdo rosado exactamente igual que el anciano Tommy; el perro del Sr. Spragg en Corners le había sacado el ojo al perro del Sr. Loney y el Sr. Loney iba a ir a la ley por ello; la Sra. Angus Scatterby, cuyo marido había muerto en octubre, estaba decepcionada por el resultado... "No es
no es tan divertido ser viuda como esperaba", se dice que dijo;Sherwood Morton había entrado en el coro y los encargados habían puesto unos cuantos clavos más en el tejado. . . Jane sospechaba que esa broma era de Step-a-yard; su padre había conseguido un nuevo perro, un gordo perro blanco  llamado Bubbles; sus geranios estaban floreciendo de forma hermosa... "y yo demasiado lejos para verlos", pensó Jane con una punzada; William MacAllister se había peleado con Thomas Crowder porque éste le había dicho a William que no le gustaban los bigotes que William habría tenido si hubiera tenido bigotes; habían tenido un deshielo de plata... Jane podía verlo... joyas de hielo... la madera de arce una cosa de esplendor sobrenatural... cada tallo que sobresalía de la nieve costrosa
del jardín como una lanza de cristal; Step-a-yard estaba enlodado... ¿qué diablos era enlodar?... ella debía descubrirlo el próximo verano; El tejado de la pocilga del Sr. Snowbeam había volado... "Si hubiera clavado el palo de la cumbrera firmemente el verano pasado cuando se lo aconsejé, esto no habría ocurrido", pensó Jane virtuosamente; Bob Woods se había caído sobre su perro y se había torcido la espalda... ¿era la espalda de Bob o la del perro la que se había torcido?... A Caraway Snowbeam le habían extirpado las amígdalas y se daba aires de grandeza; Jabez Gibbs había tendido una trampa para una mofeta y había atrapado a su propio gato; el tío Tombstone había dado a todos sus amigos una cena de ostras; algunos decían que la señora Alec Carson, de los Corners, había tenido un nuevo bebé, otros que no.
¿Qué tenía 60 Gay para ofrecer contra el color y el sabor de noticias como ésas?
Jane tachó enero.
Febrero fue tormentoso. Jane pasó muchas noches de tormenta, mientras el viento subía y bajaba por la calle Gay, estudiando los catálogos de semillas, eligiendo cosas para que papá plantara en primavera. Le encantaba leer la descripción de las
verduras e imaginar que veía hileras de ellas en Lantern Hill. Copiaba
las mejores recetas de Mary para hacérselas a papá el próximo verano... papá que probablemente en ese mismo momento estaría sentado junto a su chimenea con dos perros felices acurrucados a sus pies y fuera una noche blanca y salvaje de nieve a la deriva.
Jane marcó febrero.

JANE DE LANTERN HILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora