Prólogo

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Siempre tuve una especie de sexto sentido. Esa habilidad que tienen las médiums para ver a seres del más allá.

Recuerdo que de pequeña veía a mi abuelo, a veces se sentaba en un extremo de mi cama en las mañanas y me miraba con una sonrisa. Es mucho menos tenebroso de lo que parece, su presencia me transmitía paz, de ese tipo neutral. Creo que así es como se supone que nos vayamos, en calma, sin sentir felicidad ni tristeza. Pero no todas las almas se van de la misma forma, muchas cargan con varios pesares. Y así se presentan, como seres desahuciados con rostros rotos (y almas rotas). Te dan una vibra incomoda y en el peor de los casos, te hacen sentir amenazado. De todas formas, son muy pocos los ejemplos en los que han llegado a hacer más daño del que uno mismo se puede causar con el miedo.

Como la vez en que escuchaba la risa de niños recorriendo las habitaciones de mi casa, o cuando en un par de ocasiones estornudaba estando sola y alguien me respondía "Salud". Debo admitir que me sobresaltaba, pero después procesé que probablemente se trataba de un fantasma amistoso o quizás de uno educado. También cuando una sombra con la forma de un cuerpo humano se paraba en la esquina de mi cuarto alrededor de las cuatro de la madrugada. Lo bueno es que solo bastaba con taparme con las sábanas hasta que pasara el tiempo suficiente para que el demonio creyera que se trataba de una tabla de madera, o eso pensaba yo.

Es así que de a poco fui comprendiendo que uno tiene más poder que ellos. Nosotros somos cuerpo y energía, y ellos solo energía. Eso también los hace más capaces de poder entrar a otros aspectos de la realidad, cosa que la gran mayoría de nosotros no podemos hacer, y en eso me incluyo, más ahora que he decidido dejar de lado todo esto para tener una vida más serena. Si bien es refrescante poder ver muertos, no es muy divertido ver la cara de María Sangrienta como primera cosa de la mañana al salir de ducharte.

Por eso es que con el tiempo mi subconsciente fue bloqueando este otro mundo, ni siquiera tuve que hacer algún tipo de ritual. Simplemente un día desperté y, la última que quedaba de las entidades que veía, desapareció.

Aún así, te extraño Rita.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora