Capítulo 34: En un universo

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I

***

—Si estuviera en pareja no sería capaz de decirle los típicos “cielo”, “amor”, “bebé” —confieso mientras termino de lavar los platos. No recuerdo cuándo empecé a hacerlo, ni qué fue lo que comimos en ellos. Ingresa una luz extraña por las pequeñas ventanas de la cocina. Es cálida, sin embargo, hace que todo se vea más borroso y apenas pueda distinguir los elementos a mi alrededor. Ni siquiera sé a dónde está el resto. En este momento somos solo Julien y yo.

—Yo tampoco le veo la gracia. Pero creo que la mayoría planea evitarlos hasta que se enamora. Es como si sus cerebros dejaran de funcionar normalmente —afianza mi planteamiento y me siento agradecida de que por fin alguien está de acuerdo. Gianna no lo pudo entender.

—Y lo peor es que muchas veces por querer ser originales los terminan haciendo más empalagosos. 

—Como bombón —hace una mueca de asco.

—Ese no es tan malo. Y ahora que lo mencionas, tal vez aceptaría que me llamaran como comidas. No hay nada mejor que los manjares de la vida.

—¿Te gustaría que te digan pizza?

—No, Jul —blanqueo los ojos a medida que me seco las manos con el trapo—. Eso ya se va al otro extremo. Por ahí son más románticas las cosas dulces, como el merengue.

—Parece que estás insultando.

—Mousse. Es riquísimo y sensual —lo miro en broma con lujuria mientras me estiro en la barra.

—Puede ser —suelta una carcajada que tenía guardada—. Pero no me termina de convencer, suena a ratón en inglés. No estaría bueno que llamaras así a tu novio.

—No seas tonto, hasta mi mamá sabe que la pronunciación no se parece y conoce menos de lo básico en ese idioma.

—No seas mala con mi suegra —suelta con agilidad dejandome estupefacta. Le divierte ver cómo me ruborizo ante el comentario.

—Entonces deja de negar que mis apodos cursis son geniales —me cruzo de brazos—. Cualquier cosa va a ser mejor que tú diciéndole a tu novia “chop suey”.

—Me da miedo que me hayas leído la mente de esa forma ¿Qué propones sino?

Me quedo pensando por un mini instante, resolviendo un nombre meloso que llegue a incomodarlo aun más.

—Miel —me acerco sonriéndole, la distancia entre nosotros es casi nula y tengo que inclinar mi cabeza levemente hacia atrás debido a su altura.

—Me gusta —susurra mientras coloca sus manos sobre mi cintura con habilidad manteniendo el contacto visual—. Aunque me parece mejor strudel. —Empujo su pecho alejándolo de mí.

—Me preocupa que en serio llames a alguien así —manifiesto riendo.

—Si es el mejor de los halagos. El postre más delicioso que existe —mantiene su tono de voz risueño.

—Bueno, quizás. Tengo que volver a probarlo. Creo que la última vez fue cuando tenía cinco años.

—Yo te lo voy a preparar —me guiña el ojo y se encamina hacia el refrigerador como si nada de lo anterior hubiera pasado—. Es todo un arte, Lev.

***
II

—Bueno, resulta que amanecí exaltado porque había tenido un sueño bastante realista y particular, por lo que tomé el teléfono para contártelo, y como no respondías, me preocupé y no tuve mejor idea que llamar a tu mamá para saber si todo estaba bien. Me informó que le habías dicho que yo estaba contigo y que te habías quedado en mi casa a dormir, así que fingí demencia y rápidamente se lo confirmé, que llamaba para convencerla de que te quedaras más tiempo. Lo cual es completamente riesgoso ya que podría haber estado atrasando tu rescate de algún psicópata. Pero confié en que si mentiste, fue por algo. Pronto recordé la última vez que te vi, cuando te dejé en tu hogar anterior, que justamente coincidía con el lugar de mi pesadilla. Y cuando Prisco me llamó para preguntarme por Gianna, le dije que sabía de un sitio donde podían estar. El problema es que solo una de ustedes está aquí. Y hasta ahora los patrones se van repitiendo.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora