Capítulo 3: Serena melancolía

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I

Durante el fin de semana no hice más que leer un libro de Agatha Christie y escuchar veintiun horas seguidas de Cage the elephant.

No es como si no hiciera esas cosas todo el tiempo, pero hacerlas no me generó ningún tipo de satisfacción, no como antes.

Creo que estoy pasando por uno de esos periodos de nuevo, donde no siento motivación por nada. Suele ser así, algunos días siento que la vida es maravillosa y tiene tantas cosas que ofrecer, y otros, hasta mis propios sueños me desmotivan.

—Hola, Gia. —Venía a verla a su habitación para hablar un poco y que me saque el aburrimiento.

—¿Cómo estás, Leva? ¿No piensas salir hoy con tus amigos? —A veces más que mi hermana parece una tía curiosa.

—No estoy de humor. Además, todos están ocupados en sus cosas. —Era la verdad, Bel tenía el cumpleaños de su prima pequeña, Dara estaba resfriada y Odette castigada.

—¿Y no tienes más amigos?

—No —arrugué las cejas. No puedo creer que tuvo la osadía de preguntar eso.

—¿Qué hay de Patricia?

—Dejó de ser mi amiga hace media década. Pareces papá que con suerte recuerda el año en que nací. —La observaba con seriedad, aunque no esperaba una respuesta seria.

—Perdón, suelo perderme en la línea de tiempo. Todavía sigo sin procesar lo que ha pasado en los últimos años de mi propia vida. —Me hizo sentir mal el hecho de que ocasioné que repensara su existencia.

—Podrías compensarmelo de alguna forma. —No quería empeorar las cosas y sabía que no se negaría a una noche de películas de Adam Sandler.

II

Bianca se nos había sumado, incluso había aportado con su máquina de juguete para hacer palomitas.

Estábamos instaladas en el living junto con unas mantas de lana ya que los días últimamente demostraron que nuestro refrigerador puede ser más cálido.

Además, habíamos prendido la chimenea, y no había nada más delicioso que el olor a leña quemándose.

Muchas veces me sentí culpable por el solo hecho de que me agradara, porque sentía que sería lo mismo que si un árbol encendiera una fogata con restos de humano y diga "¡Qué deleitoso el olor a persona quemada!".

Así que desde hace un tiempo las ramas que utilizamos son las rotas o dañadas que obtenemos de la poda de los árboles. Lo cual les hace bien a ellos y bien a nosotros, todos ganan. Así que soy libre de decir que lo amo, por más oscuro que siga sonando en mi mente.

Ya íbamos por la tercera película de nuestro maratón cuando mamá nos interrumpió para decirnos que luego de haberlo pensado mucho, cosa que claramente no hizo, con el vencimiento del contrato de renta de nuestro chalé, la idea de irnos a vivir a la casa de la abuela no era tan lejana.

—Es decir que ya tendríamos que empacar las cosas —dijo Gianna.

—Creo que sí, porque expira en una semana.

—¿Nos mudamos mami? No me quiero ir —rogaba Bianca haciendo un tierno puchero. Es triste abandonar lugares con tantos buenos y malos recuerdos. Es nostálgico dejar de lado una vida.

Aunque quizás esta vez me dejen pintar mi cuarto de negro.

—Tú ve a dormir que ya es tarde, mañana hablaremos de eso —decía mi madre regañandola sutilmente.

III

Estuvimos hasta las cuatro de la mañana viendo la televisión, y por un momento me había olvidado de que tenía clases al día siguiente.

Lo peor de la situación es que tendría que rendir de nuevo los exámenes en los que no estuve presente, debido a que la semana anterior había decidido encerrarme en el baño a llorar. Me gustaría darle una suave bofetada a mi yo anterior.

—No te preocupes. Las pruebas fueron sencillas, sumado a las preguntas que te pasé, te va a ir genial.

—Sí... —respondí sin tener demasiada certeza porque no había tenido tiempo de revisarlas.

—La clave está en estudiar sin sobrecargarse. —Parecía como si me hubiera leído la mente.

—Tienes razón, lo justo y necesario. Y de verdad muchas gracias por haberlas conseguido por mí.

—No hay por qué, siempre paso por la oficina del director para hablar sobre bádminton con él y me llevo un par de souvenirs —decía orgulloso—. ¿Y cómo está Gianna? —añadió inmediatamente sin darme el tiempo de reír por lo anterior.

—Mejor, a veces tiene sus recaídas, pero ha hecho un gran progreso.

Nunca quise decirle que no lo volvió a mencionar desde su ruptura.

Prisco y Gianna fueron de esos mejores amigos desde pequeños que se enamoraron años más tarde. Eran inseparables, pero luego de la infección que sufrió Gia, las cosas comenzaron a tornarse un poco tensas entre ellos y el resto, nadie sabía qué era lo que le estaba pasando.

Todavía recuerdo las tardes donde jugábamos al monopoly juntos, o cuando nos divertiamos con el tapete de baile, o hacíamos películas caseras con Coco.

Con el tiempo, me volví como el amigo entrometido que está en todas las salidas que originalmente eran solo para ellos dos.

Nunca se mostraron afectados por mi presencia, pero de todas formas decidí darles su espacio.

En medio de varios intentos exhaustivos en busca de un diagnóstico, Gianna sintió que su situación no le estaba haciendo ningún bien a su novio, que además estaba atravesando por el divorcio de sus padres. Todo eso se proyectó en sus notas, que estaban descendiendo más rápido que mi presión cuando no desayuno.

Ella no me lo dijo, pero estoy casi segura de que el verdadero problema de Prisco era su consumo excesivo de alcohol y cigarrillos.

Es así que, un día antes de la operación, Gia decidió cortar con lo que tenían, y con eso se terminó toda la relación que tuvieron desde un principio.

Yo sigo manteniendo que no fue la mejor opción, porque a causa de todo por lo que pasó, él terminó perdiendo el año escolar.

Por suerte, de a poco se ha ido recuperando y tiene unos sueños increíbles, como convertirse en piloto de avión y visitar todos los lugares que pueda.

A veces pregunta por ella, en su rostro se nota que todavía la ama. Y ella, aunque intente no pensarlo, también lo hace. Y ambos creen que estar separados es lo mejor para el otro. Sin saber que fueron más felices juntos.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora