Capítulo 16: Aire

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I

Ya han pasado dos días desde el accidente. Cuando la policía y los paramédicos llegaron, les explicamos lo que había sucedido y llevaron inmediatamente a mis padres al hospital.

Por suerte, cuando revisaron a mi madre, constataron que se trataba de heridas superficiales, un par de hematomas en el rostro y otro en el torso.

En cuanto a mi padre, él sufrió una contusión de segundo grado en la cabeza, una fractura extraarticular de muñeca y una rotura parcial del ligamento cruzado anterior de la rodilla. Al parecer, esta última fue porque se había dado cuenta de que la estantería estaba a punto de caerse y, al intentar huir, giró repentinamente con los pies todavía clavados en el suelo, haciendo que los huesos de la pierna se torcieran en direcciones opuestas bajo el peso del cuerpo entero. Lo cual es una gran mierda. Me refiero, la rehabilitación es compleja. Y seguramente le den el alta mañana.

Se determinó que hubiera sido poco posible que alguna de nosotras fuera la causante de la caída del librero debido al tamaño de la estructura. Sumado a que, si hubiera sido el caso, se trataría de una actuación en defensa propia.

Teniendo el derecho a la denuncia, dependía de nosotras tomar la iniciativa. Sin embargo, mi madre decidió no levantar cargos por el momento. Por lo que a Gianna y a mí nos quedó tolerarlo.

A pesar de todo lo que hizo, agradezco que su estado no sea grave, jamás le hubiera deseado algo peor, aunque no niego que muchas veces los pensamientos intrusivos me lo hicieron difícil.

Intento tener presente que lo que tuvo que pasar él de más joven debió ser lo suficiente duro para que terminara así. Las experiencias pasadas y nuestra mente pueden torturarnos tanto al punto de dejar marcas de por vida si no son bien tratadas. Sólo espero que algún día se arrepienta y logré curar sus heridas. 

Por esta misma razón, hasta ahora no fuimos a visitarlo. Mi mamá necesitaba pensar qué hacer con él.

Y hoy por fin, acordó ir a verlo y yo me ofrecí a acompañarla. Me pidió que me asegurara que ella no pasara más de diez minutos dentro con él. 

Ambas sabemos que podría convencerla de cualquier cosa, y no es que se trate de un manipulador de primera. Mi madre nunca ha tenido las ideas claras y no sería raro que todavía tenga la esperanza de que podamos ser una familia feliz. Cuando la mentalidad no tiene buenos cimientos, es sencillo derrumbarla.

Aun así, sé que ella es fuerte y no va a permitir que los sucesos se repitan, no de nuevo. 

No sé lo que planea hacer, sólo espero que no lo perdone.

Ahora mismo, estamos esperando en los asientos de afuera a que mi padre despierte, vinimos antes de lo previsto. La enfermera apresura el encuentro dejando la comida del desayuno.

Mamá me insiste que me quede afuera y yo le hago caso, pero no dejo de observar los hechos por detrás de la ventana.

Apenas puedo oír la conversación ya que sus voces son bastante tenues y calmadas, así que me dedico a leer sus labios y semblantes. Ella está sentada en una esquina de la cama mientras que él no tiene más remedio que asentir a lo que le manifiesta, su condición no le permite expresarse por completo, creo que está un poco drogado por los analgésicos. 

Su temple cambia repentinamente cuando ella saca algo que tenía guardado en el bolso y le empieza a explicar al respecto. Las cejas de él se curvan en confusión e ira.

Le está pidiendo el divorcio.

No lo puedo creer. 

—No puedes hacer eso. Las niñas necesitan un padre.

—Y tú no se los has podido dar. Escucha, sé que es arriesgado, pero lo sería aún más si hiciera la vista gorda. Los hechos ya hablaron de sobra por ti, deben haber consecuencias.

—Cariño, sabes que esto va a traer más problemas ¿Y qué hay de nosotros? Esto lo haces por ellos, ¿realmente esto es lo que tú quieres?

—Sí, esto es lo que quise desde hace tiempo, simplemente lo estoy haciendo definitivo, lo nuestro había acabado hace rato. La única razón por la que vuelvo a dirigirte la palabra es porque quería ser yo quien te diera las noticias.

Él no recibe el papel que le tiende y la examina con profundo desprecio. 

—Bueno, te lo voy a dejar aquí —lo apoya sobre su velador con cautela—. Recuerda que debemos dividir nuestros bienes e ingresos —le regala una sonrisa gentil y se marcha de la habitación.

Al notar mi presencia me mira con ternura.

—Y eso que todavía no se enteró de la orden de alejamiento —me dice volcando los ojos hacia la habitación con una mueca de burla.

Luego me tiende la mano y ambas salimos caminando juntas de allí.

II

Prontamente continuamos con nuestros deberes como si nada, supongo que es lo mejor que se puede hacer, seguir con nuestras vidas sin dejar de estar alerta por cualquier secuela que pueda surgir. Así que me dediqué a completar mi tarea de matemáticas. 

Lo bueno de tener amigos fantasmas es que pueden pasar tiempo contigo sin esperar que hables, ya que por lo general saben a qué se debe tu silencio. Por lo que le pedí a Ambrosía que me brindara su compañía.

—¿Qué estás leyendo? —le pregunto después de un tiempo, curiosa desde el escritorio de mi cuarto. Ella se encuentra recostada panza abajo en mi cama.

—Es sobre criptografía. —Levanta el libro mostrando la tapa y puedo leer “Una guía de códigos y cifrados”. Los códigos normalmente operan sobre significados, mientras que los cifrados trabajan con símbolos.

—Como mensajes secretos —digo intentando reafirmar.

—Secretos no, eso es lo más ingenioso. Mensajes que cualquiera puede ver y nadie sabe lo que significan, a menos que tenga la clave —se endereza para descomponerme al igual que un miope—. Levane, tengo la corazonada de que esto se te va a dar muy bien. Tras haber resuelto el acertijo de tu abuela juntas, tengo fe de que vas a abordar muchos más. —Me da el escrito y yo le sonrío dándole un vistazo rápido a la página donde se había quedado.

—¿No quieres terminarlo antes de prestarmelo? —menciono confundida.

—Ya lo he estudiado un centenar de veces, no te preocupes —insiste devolviéndolo a mis manos.

—Está bien —acepto emocionada por empezarlo, sin embargo, una minúscula duda aflora —¿Te puedo hacer una pregunta que puede parecer carente de empatía?

—Claro —libera una grácil carcajada—. Ya he pasado por una cantidad llamativa de encuestas.

—¿Cómo hacen para soportar el aburrimiento estando encerrados aquí?

Ambrosía se toma unos segundos para responder.

—No es tan malo como crees. Si bien es agobiante no poder salir ni siquiera para caminar por la calle de enfrente, seguimos descubriendo cosas nuevas de vez en cuando en este pequeño espacio. Además, las personas que habitan la vivienda lo hacen más interesante.

—La situación del otro día debe haber sido como mirar una telenovela —rio apenada.

—No lo creas, estábamos muy preocupados por tí y tu familia. Como espíritus, preferimos no interferir mucho en los asuntos humanos para evitar problemas, pero me parece bien que Julien haya reaccionado.

—¿A qué te refieres?

—Obviamente no estoy contenta de que tu padre haya quedado en el hospital, y bueno, Julien también actuó un poquito tarde, aunque hizo más que yo así que no me debería quejar.

—¿Estás diciendo que él fue quien tiró la biblioteca? —comprendo conmovida. Entonces él nos salvó de mi padre, él me evitó otro golpe peor. Eso le debe haber provocado un gasto de energía enorme, mover objetos siendo un espectro no es poca cosa y más cuando se trata de algo de ese tamaño.

—Por el noveno círculo del infierno, ¿acaso no te has dado cuenta?

—Creo que no. —Me quedo mirando anonadada a un punto fijo a través de la ventana.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora