I
Hace unos días que Gianna no se sentía bien física ni mentalmente, y hoy, me había pedido que transplante por ella unas hortalizas que había conseguido en el vivero del pueblo.
No era algo que me molestara así que acepté de inmediato, a pesar de que no tenía mucho conocimiento sobre el tema.
Por alguna razón, conozco un millón de cosas de forma teórica y me he olvidado de darle importancia a las actividades prácticas.
Supongo que soy más del tipo de persona que espera convertirse en millonaria para que alguien más tenga que hacer las tareas por mí.
Mi hermana tuvo que escribir detalladamente los pasos a fin de que luego pudiera seguirlos sin problema.
Eran solo unas pocas plantas, por lo que fui cuanto antes a la ubicación que me había señalado para acabar el encargo y estar libre por el resto del día.
Estaba a punto de terminar, cuando el pío de un pollito destacó entre el canto de los demás pájaros del lugar.
A medida que daba la vuelta a la casa podía escucharlo más fuerte, seguí el ruido hasta que una imagen de mi hermana con el animalito me recibió.
Ella me ofreció un gesto expectante, probablemente no quería que nadie supiera que se había quedado con el polluelo, y que incluso, le había armado una casa.
Era una escena graciosa, si bien su rostro denotaba profundo terror, todavía seguía acariciando al pequeño con intención de aquietarlo.
—Tranquila, no diré nada —proclamé con apatía.
—Gracias gigantescas —dijo antes de abrazarme junto con su nuevo amigo—. No sé qué haría sin tí, no podía seguir ocultándolo de todos.
—¿Y qué piensas hacer con él? En algún momento se va a dar cuenta el resto de la familia— le recordé soltándome de su agarre.
—Bueno... —Sus pupilas viajaban por el espacio en duda—. No tengo idea, solo sé que todavía no se los diré porque siguen muy enojados conmigo por el percance de ayer.
—Hablando de eso, ¿qué fue lo que sucedió? —Pese a todo, yo seguía sin enterarme de la raíz de la charla que tuvo con papá.
—En menos de diez palabras, encontré al pollito rondando por la casa, estaba angustiado y quería calmarlo cuanto antes. Lo llevé aquí para que estuviera a salvo de las pisadas distraídas de ustedes, y cuando fui a buscar agua a la cocina, tropecé con una madera salida y empujé una de las esculturas caras.
—Eso fueron más de diez palabras.
—Tú me entiendes —me miró con una mueca de frustración—. Es algo serio, Lev.
No pude evitar reír ante su compostura.
—Lo siento, es realmente un acontecimiento terrible —articulé con una gota de sarcasmo sin darme cuenta—. Si quieres puedo ayudarte a cuidar de él hasta que encontremos una solución.
Cuando lo pensé bien, me arrepentí de haberlo dicho.
—Está bien, ¿te molestaría darle de comer ahora? Yo tengo clase de danza y no voy a poder.
—Está bien —pronuncié amarga.
Y así entró corriendo a la casa, dejándome a mí afuera con el animal.
Él estaba tranquilo caminando por la caja con paja que mi hermana le había construido, se veía tan delicado.
Era extraño que no hayan aparecido su mamá o sus hermanos. Y por lo que sabíamos, nuestros vecinos no criaban estos tipos de animales.
ESTÁS LEYENDO
Levane Y Las Almas Desorientadas
Teen FictionCon el misterioso fallecimiento de la abuela de Levane, surge la idea de mudarse a su casa para ahorrar gastos. En ella, una serie de fantasmas la esperan junto con una pintura extraña. La historia transcurre entre conflictos con sus amigos mortales...