Capítulo 35: Escultura

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I

Un mes después

Hoy nos toca visitar el Museo de Orsay dedicado a las artes plásticas del siglo XIX. Ocupa el antiguo edificio de la estación ferroviaria y alberga la mayor colección impresionista del mundo, con obras maestras de la pintura y de la escultura como Almuerzo sobre la hierba y Olympia de Édouard Manet, una prueba de la estatua La pequeña bailarina de catorce años de Degas, Baile en el Moulin de la Galette de Renoir, varias obras esenciales de Courbet e incluso cuadros de la Serie des Catedrales de Rouen de Monet, entre otros grandes artistas. Cronológicamente este museo cubre la historia del arte entre los maestros antiguos que están en el Museo del Louvre (lo visitamos ayer) y el arte moderno y contemporáneo en el Centro Georges Pompidou (al cual iremos mañana).

Este viaje fue organizado principalmente por las profesoras de arte e historia, así que también figuran en nuestro itinerario la Torre Eiffel, la Catedral de Notre Dame, la Avenida de los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo, la Basílica del Sacré Cœur, el Palacio de Los Inválidos, el Panteón, el Arco de la Defensa, la Ópera Garnier y el barrio de Montmartre, entre otros. 

Todo comenzó porque Prisco comentó en clases que jamás había visto a la Monalisa y, siendo que nos encontramos en la mismísima Francia, nuestra tutora de pintura lo contempló con una expresión de horror digna de un Oscar. 

Así que bueno, la planificación llevó unos meses. Y antes de ayer, por fin nos subimos al autobús que nos trajo a uno de los centros más relevantes del conocimiento, plagado de cultura, gastronomía, moda y lujo. Al bajarnos, estaba claro que éramos turistas del interior ya que nuestra indumentaria carecía de lo último. En fin, los campesinos también formamos parte de las enciclopedias. 

El hostel es pintoresco, sin embargo, como todos, desconoce la privacidad. Por suerte, cada cama está armada como un pequeño habitáculo, el cual posee una cortina para extenderla si es que te cansas de verle la cara a tus vecinos. Además de que gracias a Dara, que se informó con tiempo respecto a los alojamientos y sus habitaciones, pudimos conseguir la mejor para nosotros con un baño incluido.

Se suponía que esta vez nos íbamos a despertar a las ocho de la mañana para tener tiempo, no obstante, pasada media hora, terminé siendo la primera en abrir las ventanas para que entrara aire fresco, motivándolos a levantarse para que pudieran desayunar conmigo unos calentitos chausson aux pommes de la panadería del frente. Descubro que me convertí en mi madre, con una carga significativa de energía a primera hora del día mientras que el resto sigue procesando su existencia. Obviamente la mayoría continuó durmiendo, derrotados por las cervezas que se bebieron anoche, excepto Odette, que al igual que yo, amaneció rendida ante la extensa alabanza de los pájaros a la aurora, por lo cual decidió asociarse. No sin antes darse una ducha, y hacer su rutina completa de cuidado facial y bucal. Lo gracioso es que para cuando finalizó, los chicos seguían soñando con Napoleón.

De algún modo, logramos hacerlo hasta el pie de la gran estatua del elefante con nuestros otros compañeros y la guía que sostenía un letrero de la empresa que contratamos, una joven de Cambridge dulcemente entusiasta, Anaïs. Pronto nos adentramos al museo dando inicio al relato.

Obras como un reflejo de la naturaleza, manteniendo la perspectiva desde un primer plano, con juegos de luces que toman a los tres colores primarios, utilizados de forma pura en el lienzo con pinceladas finas que unifican la pintura sin necesidad de mezclar.

Es así que, en medio de mi superficial análisis basado en qué tan perfecto sería vivir en cada uno de esos pequeños mundos fantásticos, que el llamado incesante de mis amigos se interpuso en mi ensoñación como el cacareo nocturno de un gallo. Dara, agotada de mi indiferencia, me toma del brazo y me obliga a avanzar con el grupo que se había adelantado:

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora