Capítulo 2: Un postre amargo

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I

Si bien pensaba que había logrado controlar mi sexto sentido para evitar ver a toda clase de espíritus, al parecer es muy difícil mantener ese control cuando mi mente envía la mayor parte de su energía a otras cosas. Y como pasó la noche de ayer, no lo pude evitar.

El funeral era hoy en la mañana. Por lo que vinieron familiares, cuya existencia no habíamos conocido hasta ese momento, pero que de alguna forma se habían enterado de la noticia. 

Lo único que escuchaba eran las narices congestionadas por el frío y el llanto. Además de las palabras del sacerdote cristiano que mis padres habían llamado, a pesar de que les había recordado que la abuela era budista.

Habíamos decidido enterrarla en el Cementerio de Nellegre. No me gustaría decir que era un lugar bonito porque, como todos, formaba un ambiente bastante lúgubre. Era encantador a su modo, la naturaleza era la que adornaba a las exquisitas esculturas como si se tratara de las esmeraldas de Cleopatra.

En un momento, una bandada de pájaros se asentó en un par de árboles, y no pude evitar distraerme por su canto. 

Noto que uno de ellos se parece al favorito de ella, un ave inconfundible, solo no recuerdo el nombre.

~~~

—El abejaruco es llamativo por su colorido, también se destaca por su forma de alimentarse, ya que se posa en los colmillos de los elefantes esperando a que estos, con su movimiento, levanten nubes de insectos para cazarlos.

—¿Alguna vez viste uno? 

—Sí, son preciosos. En primavera es cuando más se ven, y ahora que la estamos atravesando, he visto a varios posándose en los cableados y los árboles del jardín. Mira —apunta hacía el frente—. Justo allí hay uno.

—Qué belleza.

—Igual que tú —dice mirándome sonriente.

~~~

A esta altura debería emigrar a la zona africana del Subsahara. Es extraño que siga aquí.

—Quizás es una señal —alguien había susurrado en mi oído. No tardé mucho en darme cuenta de que se trataba de Ángela. No había notado su presencia cerca hasta que sentí sus palabras. Ya estaba acostumbrada a sus apariciones inesperadas pero de todas formas su voz ronca logró espantarme un poco.

—¿Crees que pueda ser? —La miro atónita.

—Muy posiblemente por no decir que indudablemente lo es. Esa especie no es común en esta época del año, y creo que a ella le gustaría hacernos saber que está aquí con nosotros, y este es su modo. Demasiado romántico para mi gusto —menciona con un dejo de amargura.

—¿En este tiempo has logrado comunicarte con ella? —pregunto con esperanza en la respuesta.

—Desgraciadamente no, mi niña. De igual forma, esto ya responde todo lo que necesitamos saber.

¿Realmente lo hace?

II

Ángela 

Era una tarde nublada como casi todas en este pueblo, iba a llevarle un par de panecillos dulces a Camila ya que quería mostrarle como me habían quedado con su receta.

No me contuve y en el camino comí uno, estaban exquisitos, con un delicioso sabor a nueces y chocolate.

Por suerte éramos vecinas, porque si hubiera tenido que realizar un recorrido más largo probablemente me hubiera comido la docena.

Como siempre, pasaba por al lado de los arbustos de la entrada para tocar el timbre de su residencia.

Silencio.

Sin su típico "Ángela, espera que estoy en el baño", ni siquiera algún indicio de respuesta.

Hubiera sido apresurado alarmarme, podría haber estado tomando una ducha con su música de Luis Miguel. Así que opté por entrar por la puerta de atrás, siempre dejaba las llaves en la maceta de la ventana.

En cuanto pude, atravesé su porción izquierda de jardín con mi bandeja de muffins. Era un desafío considerando las plantas gigantescas de boj y aspidistra que tenía.

Cuando finalmente llegué, no me costó mucho entrar. La puerta de atrás daba a la cocina y allí en la mesada dejé los pastelitos, para después ir gritando su nombre mientras inspeccionaba la casa.

Un chillido se escapó de mi boca al haberla visto. Tirada al final de la escalera con sangre en su cuerpo, sin duda había tenido una caída terrible, su rostro se veía un poco desfigurado.

Me acerqué rápido intentando despertarla, pero obviamente no recibiría ninguna reacción porque más adelante me daría cuenta de que había muerto.

III

Levane

Ángela siempre fue como una tía para mí. No me imagino lo que habrá sufrido al haber sido la primera en encontrar a su mejor amiga muerta.

A veces las ideas oscuras se cuelan y nos proyecto a Belmont y a mí pasando por la misma situación.

Yo no podría, sin duda sería algo que me dejaría en terapia por unos años. Tal vez él sería más fuerte, sería divertido verlo superar su dolor yendo a un club gay.

Estábamos cenando y la conversación de mis padres me llamó la atención.

—¿Sabes que va a pasar con la casa? —preguntaba mi papá con extraña intriga.

—Probablemente me la den a mí como parte de la herencia, al ser la única hija que tuvo.

—¿No hay hermanos desaparecidos o hijos no reconocidos? —Me estaba asustando su rostro maniático.

—No lo creo. De todas formas, está a mi nombre —respondía con desinterés.

—¿Y que uso has pensado en darle?

—Sinceramente, no lo sé, Leonardo. He estado muy ocupada con toda la cuestión del funeral de mi madre.

—Comprendo, solo quería sugerir que quizás sería buena idea mudarnos allí por un tiempo para mantener en condiciones el lugar hasta que lo vendamos, si es que quieres.

—No es mal plan, déjame pensarlo —decía mi mamá considerándolo de verdad.

—Piensa también en que dejaríamos de pagar la renta de este lugar.

Había algo que no me parecía del todo correcto acerca de la situación, y era la idea de sacar provecho de este suceso lastimoso.

—No creo que esté bien —respondí dubitativa. Una parte de mí no quería enfadar a mis padres.

—¿Y podrías decir por qué? —indagó casi de forma retadora.

—No considero que sea del todo respetuoso hacia la abuela que ocupemos su hogar apenas fallece porque queremos ahorrar dinero. —Fui directa y al mismo tiempo pru...

Una bofetada. Mi mejilla latía por el impacto. Cada vez que recibía un golpe se me ponían los ojos llorosos y este no fue la excepción.

—Desagradecida. Piensas que todo lo que hacemos es por capricho y por nosotros. Esto sería una verdadera ayuda. Opina cuando tengas que trabajar doce horas al día para mantener a tu familia. —Él había levantado la voz, y ahora me miraba con verdadera ira.

Recién para el funeral volvió a casa y ya estaba actuando como el dictador que era, de nuevo.

Seguro había tenido un mal día, sin embargo no mejoraba mi situación, solo excusaba la suya.

Así que no tuve más nada que decir y ni bien terminé mi comida, subí a mi habitación a llorar lo que no pude en su momento.

Siempre bajo las sábanas, me contaron, así los demonios no sienten pena por ti y te dejan vivir.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora