I
Gianna
—A veces la gente con intención de ayudar sobrepasa los límites. Es importante que sepas que tú puedes sanar sóla y yo simplemente juego un pequeño papel en ese proceso. Justamente por ello necesitas recordarles tu independencia —continúa mi psicóloga con su característico tono de voz moderado y formal.
—Sí, lo intento, es solo que no escuchan. Parece ser que, desde que obtuve mi diagnóstico, los demás dejaron de considerarme una persona capaz de valerse por sí misma. Mis padres, sobre todo. Tienen miedo de tratarme del mismo modo que a mis hermanas, me ven débil.
—No lo eres, lo que has pasado denota mucha fuerza y valentía. No te preocupes acerca de lo que ellos piensan, ni si comprenden por completo lo que les expresas. Más que direccionarlos con tus palabras, guíalos con tus acciones.
—Está bien, lo voy a intentar.
Un largo y aburrido silencio se hizo entre nosotras, entretanto ella termina de anotar las observaciones en su libreta. A este momento lo llama “el éxtasis de la reflexión”.
—¿Y cómo llevas el tema de la aceptación? —prosigue finalmente abriendo sus grandes ojos verdes con interés.
—Lo estoy manejando mejor cada vez. Si bien suelo ser demasiado dura conmigo misma, aprendí a no obsesionarme por el resultado final ni los acontecimientos que no puedo controlar. —Creo que se nota que practiqué mi contestación.
—Estoy muy orgullosa de tu progreso.
Y es así que termina la sesión de hoy.
Desde siempre mi salud mental fue como una montaña rusa, con altos muy elevados y bajos casi subterráneos. Me alegra decir que estos últimos días fueron bastante buenos. Hace poco comencé a estudiar gestión ambiental y me está yendo de maravilla en los exámenes, pronto también quiero iniciar algún deporte para no quedarme solo en la fisioterapia.
Mientras tanto estoy con mis plantas, escribiendo y leyendo un poco de poesía, y haciendo mosaiquismo en un taller cercano.
A veces me surge la necesidad de hacer todas las cosas de antes. Debo tener paciencia. Tal vez nunca las retome de la misma manera, pero las voy a volver a realizar.
Además, mi caso es definitivamente uno en un millón, lo que es algo genial. Creo. Depende desde el punto de vista que se lo vea.
No fue un accidente de automóvil, una mala caída, un derrame cerebral, ni nada parecido.
~~~
A esta altura, ya habíamos hecho una cantidad exorbitante de tests en el hospital, me habían señalado una variedad de posibles afecciones y fui enviada a casa reiteradas veces con algún medicamento para tomar.
Lo preocupante era que empeoraba. Desperté de una muy mala noche de sueño con una extraña sensación en las piernas, un hormigueo que hacía que moverlas fuera cada vez más difícil. Al inicio, pensé que había tomado demasiado ibuprofeno y por eso se adormecían. Sin embargo, hubo un momento donde colapsé frente a toda mi familia. Supimos que iríamos de nuevo al hospital.
Los minutos que duró el viaje pude sentir como mis extremidades se iban.
Al llegar, mis papás me acomodaron en una silla de ruedas. El respaldo era igual de duro que una piedra. Más adelante presentaría una queja para que las cambiaran, si es que sobrevivía. Eran terribles, y para una persona sumergida en la desgracia, lo peor que podían hacer era acomodarla en un lugar como ese.
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Levane Y Las Almas Desorientadas
Teen FictionCon el misterioso fallecimiento de la abuela de Levane, surge la idea de mudarse a su casa para ahorrar gastos. En ella, una serie de fantasmas la esperan junto con una pintura extraña. La historia transcurre entre conflictos con sus amigos mortales...