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Salgo rápidamente de allí, con el niño en brazos y con Lisa en el otro.

No entiendo por que actúe así, supongo que los nervios -e injusticia- me ganaron. ¿De seis meses a un año? ¿cómo es eso posible?

¿Todo ese tiempo tengo que dejar al bebé con personas desconocidas que lo único que hacen es dejarlos más abandonados de lo que ya están?

Lo lamento mucho por niños que están en ese sistema, pero el que tengo aquí en brazos ya tiene a dos personas que le pueden dar una buena vida y una linda hermana con la cual jugar.

Pero mierda, la cagué ahí adentro. Le grité a la abogada, miré mal a mí amor, que solo trataba de calmarme. Para el colmo le quité al pequeño y salí huyendo de aquel lugar.

Qué buen papel acabo de dar, genial.

No solo quedé como un idiota temperamental sino como un idiota que le busca problema a todo, ¿qué costaba quedarme dos minutos callado y reventar el sistema en mí mente?

Ahora seguro se me acerca el sermón de Minho; le voy a mirar los ojos por dos segundos y luego los voy a dirigir a su boca, entonces lo tomo de la cintura y lo callo de un beso. Sí, ya ha pasado, pero todo fue culpa de la vecina, sí cuidara bien a sus gatos, uno de los cinco que tiene, no se colaría por el balcón de nuestro departamento y entonces yo no la amenazaría con tirarlo treinta pisos abajo.

Esa vieja desquiciada...

El viento caluroso pega en mi cuerpo, logrando que mi cabello se despeine, sacándome de mis pensamientos. Una manito se posa en mi mejilla, un muy suave y diminuta. Me encuentro con unos ojos grandes y marrones, muy parecidos a los de Minho. El pequeño hace una mueca, dejándome ver sus encias y haciéndome sonreir como un completo bobo.

—Si sigues haciendo éstas cosas, sería incapaz de dejarte ir, sabiendo que lo tendré que hacer en unos cuantos minutos —susurro.

Pero él no quita su manito de mi rostro, sino que la dirige a mi nariz y la aprieta un poquito, largando un extraño sonido de su boca. ¿Quiere decir algo? ¿Acaso está hablando en códigos? En efecto, dice que me quiere.

—Basta, me haces cosquillas —aparto la cara y el niño vuelve a apoyarse sobre mi hombro, no sin antes haberle colocado el chupete.

—Es un buen niño, ¿verdad? —dirijo mis ojos hacia Lisa, quién está a mi lado, mirando atenta la escena—. Claro que lo es, es tranquilo y duerme casi todo el tiempo. Es tierno y trata de sonreir a las caras que le hago. Me gusta la idea, aunque no se como deberia llamarlo, ¿hermano o primo?

—Hermano, tú también eres como mi hija —acaricio su cabello negro a la vez que siento como sus bracitos rodean me cintura—. No le digas que acabo de decir eso a Minho, no dejará de decir que parezco el pasivo.

—¿Qué es eso? —abro bien en grande mis ojos, cayendo en lo que acabo de decir.

—Nada importante, Lisa —largo un suspiro y dirijo mis ojos hacia el bebé—. Casi meto la pata... —susurro a la vez que dejo un beso en sus regordetas mejillitas—. Entra al auto, Minho y yo tenemos que hablar.

—No es justo que me lo oculten —bufa, cruzándose de brazos.

—Lo sé, pero ésto es de adultos, pequeña —abro la puerta trasera y ella entra.

Me apoyo de nuevo contra el auto, sintiendo como el pequeño se esconde en mi cuello.

—Solo diré que me hiciste vivir otra gran locura —confieso en un susurro, pues no tengo la intención que nadie más me escuche, solo el niño en mis brazos, a pesar de que no lo entienda—. Sí... tal vez esté despidiéndome de tí, pero ve el lado positivo, lucharé para que tengas una linda familia. Una llena de amor, quién pueda cumplir tus caprichos y te eduque bien. Y si nosotros no somos esas personas, me encargaré de que tengas todo listo para tu futuro, ¿sí? —pego mi mejilla a su cabeza, sintiendo la suavidad de su gorrito de algodon—. Quiero que seas feliz, con padres felices y que estén a ahí para tí; que no te abandonen y que no se pierdan ni un solo cumpleaños. Que te quieran, se preocupen y mucho más que te comprendan —acaricio su espalda, sintiendo mis ojos arder, amenazando con derramar más lagrimas—. Si te toca estar lejos de mi... de nosotros, se un buen niño. No jueges con las personas, ni con sus sentimientos, nunca sabes cuando uno de ellos será el amor de tu vida, ¿sí?, me encantaría tener mas tiempo para esta reflexión, pero... niño... —sacudo su cuerpo—. Niño... —lo levanto en el aire y comienza a llorar, pasándose sus manitos por los ojos y lo vuelvo a colocar en mi hombro, golpeando suavemente su espaldita, tratando de que se calme—. Lo siento bebé... lo siento.

━ 𝑬́𝒔𝒆 𝒃𝒆𝒃𝒆́ 𝒅𝒆𝒃𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 ² ᯽ 𝑯𝒂𝒏𝑲𝒏𝒐𝒘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora