|024|

673 95 16
                                    

Jisung largó un suspiro, cansado. Bebió el último trago que quedaba en la taza, sintiendo más amargo el café. Bajó la hoja que tenía en mano y respiró profundamente.

Estaba de vacaciones, pero aún tenía que firmar algunos papeles y llenar nuevas vacantes. Su madre era muy rigurosa en el ámbito profesional, y era por eso que renovaba a sus empleados cada seis meses. Aquellos que sabían hacer perfectamente su trabajo y sin ningún error, lo conservaban. Pero eran personas especiales, que dedicaban todo su tiempo a la empresa y a su puesto.

Todos los empleados duraban seis meses, menos esa mujer que se quiso pasar de la raya con Jisung y solo duró cuatro semanas. Al enterarse, su madre se enojó un poco, ya que había sido sin su consentimiento, pero al saber la verdadera razón, no le quedo más remedio que callar y confiar en su hijo.

Jihyo prefería quedarse sin empleados a que Jisung se quede sin Minho, por una chica que lo único que hizo fue aprovecharse.

Largó otro suspiro y vio la pila de papeles que tenía a un lado. Quería terminarlo hoy, pero ya era medianoche y sus ojos no daban más.

—Lindas vacaciones —susurró, leyendo de reojo el perfil de un muchacho.

Dos golpes en la puerta se escucharon. Alzó sus ojos y vió como Minho asomaba primero la cabeza y luego el cuerpo entero.

—¿Te falta mucho? —preguntó, ojeando lo que su esposo estaba haciendo.

—Justo iba a la cama. Seguiré mañana, espero terminar y por fin disfrutar, al menos hasta el juicio.

Al escuchar eso, Minho hizo una mueca con sus labios y se acercó a la silla de su esposo para sentarse en su regazo y acurrucarse en el pecho del mayor. Jisung lo abrazó por la cintura y rió.

—Gatito.

—No soy un gatito —se quejó y bostezó.

—Mí gatito —reiteró con una sonrisa.

Lee largó un suspiro y dejó un pequeño beso en su cuello.

—Mí ardilla —sonrió y cerró sus ojos, sintiendo las caricias de Jisung en su cabello

La mañana se hizo presente y consigo un dormido Jisung pasándose las manos por el cabello para peinarlo, o el intento de hacerlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La mañana se hizo presente y consigo un dormido Jisung pasándose las manos por el cabello para peinarlo, o el intento de hacerlo. Se sentó en el borde de la cama y largó un bostezo para luego beber el último trago de agua que estaba en la botella. El día estaba precioso, pero en vez de mirar la vista desde la ventana, pasó unos cinco minutos mirando el suelo, sin pestañear. Quién sabe cuántos minutos más pasaron hasta que escuchó un quejido proveniente de la cocina que lo despertó por completo. Pues, anoche, en cuanto Minho cerró los ojos sobre su pecho, no pudo apartar su vista de su bello rostro. Hasta que se hizo tarde o prácticamente sus párpados pesaban, así que lo cargó entre sus brazos y lo acostó en la cama.

Jeno también estaba dormido. Su pancita subía y bajaba con tranquilidad. Sus manitos formaban unos pequeños puños que descansaban a cada lado de su cabeza, y como el cuerpito estaba cubierto solamente por el pañal, claramente por el calor que hacía, Han lo tapó con su sábana de colores. Aquél niño pataleaba y se destapaba con facilidad, por eso ambos se habían acostumbrado a leventarse seguido en la noche para ver si estaba bien.

Atravesó la sala hasta ingresar en la cocina, encontrándose a Minho con su mano debajo del agua, una que estaba más o menos fría.

—¿Qué paso? —quiso saber. 

Su ceño estaba fruncido y las uñas rascaban su abdomen, un mosquito le picó en la noche y ahora tenia una roncha roja, aunque no era bastante grande. Ahora entendió por qué Minho siempre le decía que duerma con camiseta.

—Nada, solo me quemé con el agua caliente —confesó, sintiendo que el agua ya no le era suficiente.

—¿Mucho?

—Solo esta parte —señaló parte el dorso con su mano libre.

—Te dije que no hagas el desayuno si aún estabas dormido —reclamó Jisung, desapareciendo de la cocina.

—No dejaré que le pongas sal al café en vez de azúcar —acotó con una sonrisa, elevando la voz.

—Luego te llevo al circo, harías muy bien de payaso, ¿no crees? —inquirió, volviendo con una crema en sus manos.

Minho lo miró con un puchero, pero lo cambió con una expresión de dolor cuando el agua ya no calmaba su quemadura. Jisung tomó la muñeca contraria con delicadeza y embarró un poco de crema en la punta de su dedo, para luego pasarla por el área roja.

—¿En qué pensabas? —preguntó con interés, mientras se encargaba de soplar un poco.

—En el juicio. Es la semana que viene, Hannie, y el miedo me está consumiendo.

—No diré eso de que no tienes por qué tener miedo, porque yo también lo tengo. Pero el jucio se hará con varias sesiones, nos lo explicó Soyeon. Nuestros amigos irán como testigos... hasta la vecina... de lo chismosa que es, estoy seguro que salió a ver de donde provenía el llanto esa noche —dejo la mano de Lee con cuidado y tapó la crema, para luego acunar el rostro ajeno—. A lo que voy, amor, es que hay muchas personas que están de nuestra parte. Personas que dirán que somos capaces para adoptarlo, criarlo; capaces para darle una vida llena de amor.

—Ya... ya no sé que pensar —susurró en un hilo de voz. Apartó los ojos de los de Jisung y escondió su rostro en el cuello contrario para luego abrazar el torso con necesidad.

—En que somos una linda familia —dejó un beso en su cabeza—. Es en lo único que debes pensar.

—Pensé que dirías algo sobre sexo en la playa —Han rió.

—No ahora. No hoy.

Jisung cerró sus ojos, sumiéndose en el adictivo ritmo que el corazón de Minho latía contra su pecho, y en como la suavidad del cabello castaño rozaba las yemas de sus dedos, en forma de caricias.

—Jeno siempre se despierta ocho y treinta, ¿qué hora es? —preguntó Minho, inhalando el aroma de la piel de su esposo.

—Ocho y veintinueve —respondió sin saber.

Abrió un ojo para fijarse en el reloj digital y asintió al saber que había pegado al horario, así que volvió a cerrar su ojo. Pero los abrió nuevamente al escuchar el llanto del pequeño y corroboryo que ya eran las ocho y media.

—Mierda... es mas puntual que yo en el trabajo... —frunció su ceño y escuchó la risa de Minho inundar la cocina, a la vez que se separaba de Jisung—. Iré, iré.

Volvió a sonreir en cuanto vió a su esposo marcharse. Dejó de pensar en eso y se concentró en el desayuno.

Porque todo estaría bien.

Porque todo estaría bien

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
━ 𝑬́𝒔𝒆 𝒃𝒆𝒃𝒆́ 𝒅𝒆𝒃𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 ² ᯽ 𝑯𝒂𝒏𝑲𝒏𝒐𝒘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora