52.- Loca

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Jane

Dos meses después de la partida de Travis

Diciembre

Mi relación con mi madre está casi por los suelos gracias a que no confía en mí. Y no la culpo, sé que mis acciones estuvieron mal, que las palabras que dije estuvieron aún peor, y que obviamente iba a afrontar las consecuencias de mis actos, no solo por el robo, si no por toda la mierda que dije después.

Estoy arrepentida. Muy arrepentida por el robo, por gritar a mamá, por lo que le dije esa noche. Gracias a eso la relación con mi madre ha caído a un punto que parece no tener retorno. Me odia, me odia y no la culpo. Pero a nadie, por más mierda que sea en la vida, le gusta sentir el odio de su madre, así se lo merezca.

Y mi vida se ha vuelto aún más monótona gracias a la actitud que ha tomado conmigo: solo trabaja, prepara la comida para que pueda comer, me da dinero para mis gastos del instituto, y eso es todo. Estoy mucho más que castigada. Solo puedo ir a la escuela y a terapia, que ella misma se encargó de cambiar mis turnos a dos veces por semana y a hacer servicio comunitario los sábados. Además de que me quitó el teléfono, así que no se qué es lo que pasa en el mundo exterior. Ni siquiera sé si me ha escrito Travis o llamado.

También hizo algo muy extraño, se unió a la junta de padres, y en sus días libres va a la escuela a vigilarme, o como ella lo llama: «a asegurarse que su hija no está robando los lapiceros de sus compañeros».

Es estresante, porque no deja de sacar el tema en cualquier oportunidad que tenga. Conozco a mi madre, es incluso más explosiva y resentida que yo. Sé que lo hace para atacar y que jamás lo va a olvidar. Sé que hice mal, sin embargo, a veces es demasiado. Me disculpé con ella, llevo disculpándome con ella desde hace un mes entero, pero simplemente… no quiere escucharme. Ni siquiera me dirige la palabra a no ser que sea necesario.

Bruce ha sido de ayuda, como una especie de intermediario. Cuando mamá se pone muy pesada y empieza a atacarme, él solo con decir una palabra de advertencia, mamá se calma y solo me mira con mala cara, o se levanta y se encierra en su habitación.

Ni siquiera me deja mirar sus ecos por lo de su embarazo de mi hermano con forma de frijol, y el otro día simplemente hizo una broma muy de mierda sobre eso.

«No querrás robarte a mi hijo, ¿verdad?»

A lo que Bruce se enojó y yo solo agaché la cabeza, intentando no llorar y fallando miserablemente, hasta que llegamos a casa. Bruce y mamá pelearon esa noche y él no se quedó a dormir. Dejó de hablar a mamá por tres días, sin embargo no me pidió disculpas sobre eso, de hecho, parecía más molesta conmigo por hacer que Bruce se alejara de ella.

La semana pasada ella dejó de hablarme totalmente a no ser de que sea para anunciarme la cena o ver si es que llegué a casa a tiempo.

Fue demasiado, y mi parte racional tampoco puede entenderlo.

Ahora estoy acostada en mi cama, sobre mi estómago y apoyada en mis codos, mis piernas balanceándose mientras juego con el cúter en mi mano. Saco la hoja del cúter y la vuelvo a hacer desaparecer, y así sucesivamente, matando el aburrimiento.

He trabajado muy duro para que la necesidad de hacerme daño físico disminuya. Yendo a terapia dos veces a la semana, me ha ayudado mucho en eso y a ya no sentir esa necesidad. Pero hay días como hoy que no lo hago, pero lo considero y no puedo evitar hacerlo. En los que tengo pensamientos tan autodestructivos que ya ni siquiera me resultan abrumadores, solo me resultan relajantes.

Mi Mejor Amigo (AD #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora