18. Entre pérdidas y un cruel engaño

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Kohaku fue hacia el río, se quitó el vestido, y se sumergió por completo en el agua, necesitaba aislarse de todo y de todos por al menos un momento. El agua estaba cálida, sorprendentemente cálida, y la quietud del río lo hacía todo mucho más agradable. Le habían advertido que esas aguas podían ser peligrosas ya que podía haber anacondas, caimanes o anguilas eléctricas, por lo que debía quedarse lo más cerca posible de la orilla. Xeno la siguió a media distancia, en silencio, pero sólo para asegurarse que no se descompensara. Entendió que ella necesitaba estar a solas, y se lo concedió, posiblemente sería su último momento de "tranquilidad" antes de reanudar el camino. Gen, que había quedado rezagado detrás, se volvió a poner junto al lado del científico un rato después, pero para alcanzarle una pastilla de jabón, y se volvió con los demás. Se acercó a la orilla, esperando que Kohaku emergiera su cabeza del agua para dársela, hasta que pensó que no sería tan mala idea de darse un baño también, además de ser más gentil con Kohaku y ayudarla.

Miró hacia atrás, pero sólo Tsukasa parecía estar vigilando, seguramente atento a no dejar desprotegida a su amiga de los animales salvaje, y comenzó a quitarse las ropas. Las garras, los guantes, las altas botas de goma, el saco, la camisa, los pantalones... definitivamente era el único que tenía tantas capas de ropa encima, sin contar a la mujer tan eficiente y elegante, François. Dejó todo prolijamente doblado sobre una roca, y se metió poco a poco en el río, pensaba hacerlo hasta la cintura. Kohaku asomó su cabeza inmediatamente, alarmada con oír y sentir cercanía, pero se relajó y se sorprendió de que fuera Xeno. Cuando lo vio detenerse y quedarse quieto cuando tenía sólo medio cuerpo bajo el agua, todavía lejos de ella, sonrió.

- ¿Qué pasa, no sabes nadar?

- Claro que sé, lo que no significa que tenga necesidad de meterme entero, menos sabiendo de lo inseguras que son estas aguas. Esto alcanza para bañarme.

- ¿No será que no tampoco te quieres mojar el pelo que siempre llevas tan arreglado, incluso en un lugar como éste? –le preguntó con un dejo de burla.

- No –Contestó, arqueando una ceja, y luego le mostró el jabón– Ven aquí, así puedo limpiarte apropiadamente. Dada tu...condición, deberías estar lo más limpia y prevenir cualquier tipo de infección.

- ¿Vas a hacerlo tú? –Preguntó sorprendida, a la vez recordando con un poco de nostalgia las dos veces que se había bañado con Stan, y él le había enjabonado la espalda.

- Si no te molesta –Murmuró Xeno, bajando la mirada– Al menos los lugares que no llegues o para que no te exijas.

- Está bien... pero sólo si te metes por completo una vez –contestó, con una sonrisa– Vamos, te refrescará, vas a ver. Hace calor aquí, y tampoco sabemos cuándo vamos a poder bañarnos nuevamente.

El científico la miró con recelo, pero admitió que tenía razón. A diferencia de Estados Unidos, en Brasil estaban en mediados de verano, y él con sus varias capas de ropa, y negras, era el más perjudicado por el clima local. Además, eso le había sacado una sonrisa a Kohaku, la primera en mucho tiempo, y dada la difícil realidad que estaba atravesando, haría todo lo necesario por hacerla sentir mejor. Dio unos pasos más hacia ella para darle el jabón, y se arrodilló para sumergirse unos segundos debajo del agua. Cuando salió, no se demoró en echarse el empapado pelo hacia atrás con ambas manos, pero lo pesado que estaba con el agua hizo que sus mechones eventualmente volvieran a bajarse al frente de su cara. Los ojos de Kohaku se dispararon abiertos, y sonrió ampliamente, era la primera vez que veía a Xeno así, se parecía un poco al peinado de Ryusui, sólo que, con los cabellos blancos, y lucía hasta más joven y mucho menos intimidante.

- ¿Satisfecha? –Le preguntó con una media sonrisa, y ella asintió– Vayamos a una parte menos honda entonces, para pasarte el jabón.

Sin pensarlo mucho, extendió su mano hacia Kohaku, ofreciéndosela para que ella apoye la suya sobre su palma. Notó su natural accionar cuando la vio alzar las cejas, y luego de un breve titubeo la vio corresponderle con una pequeña sonrisa en los labios. Salieron del río hasta que el agua les llegó a las rodillas, y ahí Xeno le dio una media vuelta para ponerla delante de él, de espaldas. Mojó el jabón, y luego procedió a frotárselo por la espalda primero, bajando por la cintura y la cadera, y luego se arrodilló para lavarle las piernas, pero dejando la cara interna de los muslos para que lo hiciera ella, y no incomodarla con ese toque casi íntimo delante de todos. Luego se lo entregó a ella para que lavara esa parte de su cuerpo, así como su abdomen, pechos por encima del sostén de tela, y los brazos. Cuando estuvo lista, le devolvió el jabón y se volvió a meter al río para quitarse el rastro jabonoso, y él aprovechó para limpiarse concienzudamente también. Salió del agua para apoyar el jabón en una piedra, y volvió a meterse para terminar de lavarse como ella.

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