Quince días. Eso era el tiempo que quedaba antes de separar al grupo que se encontraba en Sudamérica entre los que volvían al castillo en Estados Unidos en avión, y los que iniciaban el viaje de recorrida por el mundo en el nuevo barco, para fundar las ciudades donde continuarían buscando materiales para fabricar el cohete. Estaban a mediados de septiembre, por lo que ya contaban con un tiempo primaveral, aunque eso significaba que al país del norte llegarían en pleno otoño. Sin embargo, el invierno sudamericano no fue nada sufrible, ya que en Brasil el clima tropical siempre era caluroso y húmedo, y en la isla argentina tampoco se había sentido más frío, pero estaba lejos de nevar o de requerir mucho abrigo, más allá de que el pesado trabajo manual los mantenía bastante acalorados a todos.
Construir el avión había sido juego de niños comparado con el barco, derretir los inmensos metales, cargarlos y ensamblarlos sobre la estructura base de madera era una tarea titánica. Sabían que no iban a terminar a tiempo para cuando tuvieran que dividirse, aunque a excepción de la futura ausencia de Stan, no afectaría tanto a la productividad. Xeno y Senku trabajaban sin descanso haciendo los planos de cada parte del cohete, así como una abrumadora cantidad de construcciones para los pasos previos y las pruebas que tendrían que ir haciendo a escalas más pequeñas. Y no sólo eso, sino también cada maquinaria a la par, tanto para la recolección de los materiales como para el ensamblaje. Claro que luego podían seguir haciéndolo por cuenta propia y cotejar por radio los resultados y correcciones, pero iba a ser mucho más tedioso, por lo cual preferían adelantar lo más posible.
Kohaku estaba a poco de comenzar el octavo mes de embarazo, y su abdomen se iba hinchado a una velocidad más acelerada que antes, aunque seguía considerándose según Luna una panza pequeña, y lo adjudicaba a ser primeriza. Ante la duda, la pesaron con un sistema de balanza, y confirmaron que había aumentado hasta la fecha unos seis kilos desde su pesaje inicial cuando se habían distribuido en las motos, a poco de enterarse de su embarazo. Si bien todavía faltaba un mes, estaba un poco por debajo del mínimo promedio de aumento de peso, pero ya que ella no había tenido complicaciones en esos meses y el bebé se movía todos los días dentro del vientre, supusieron que no sería un problema.
A la par de eso, el que estaba al borde del colapso tanto por agotamiento físico como por hiperactividad y frustración, por primera vez en su vida, era Stan. El hombre no paraba de ir y volver de un lado a otro, entre colaborar con el trabajo físico y estar pendiente de Kohaku. Secretamente no podía esperar a que pasaran esos días para volver al castillo, ya que entonces iba a poder disfrutar de un poco de paz y tranquilidad, o esa era su esperanza. Y su peor maldición era que no estaba llevando tan bien como esperaba la falta de nicotina. Se había confiado en que los meses anteriores no había resultado tan difícil resistirse a desear un cigarro, ayudado por masticar el cálamo y los brebajes que François le preparaba, pero se dio cuenta que también había sido por llevar un buen ánimo, él y los demás.
Con Kohaku relajada, risueña y su alto apetito sexual había sido mucho más llevadero, a pesar del cansancio físico. Ya no era ese el caso, el avanzado embarazo empezaba a cambiar todo radicalmente, y no había forma de evitarlo. Las incomodidades físicas que se iban haciendo lugar con el crecimiento del bebé fluctuaban el ánimo de la rubia, y aunque no era quejosa, la expresión de su rostro hablaba por sí sola. Conciliar una noche de sueño sin interrupciones ya era un mero recuerdo, entre la presión de su vejiga que la obligaba a levantarse en la noche para orinar, así como las incomodidades producidas por los dolores de espalda y cintura, o cuando no dejaba de mover las piernas o los pies que cada tanto le hormigueaban. Eso despertaba también a Stan, llenándolo de un contradictorio sentimiento de frustración y de preocupación, pero era tan devoto que aún con los ojos cerrados por el sueño procuraba aliviarla de la forma que pudiera.
Cuando el soldado sentía que estaba llegando al límite de su cansancio físico y mental, y que eso reducía considerablemente su paciencia, ya sin culpa le pedía a Xeno que cambiaran lugares para dormir, y nadie le reprochaba que se tomara al menos medio día sin trabajar. En general nadie se animaba a contradecirlo ni a reclamarle nada, pero cuando lo veían muy serio y silencioso directamente evitaban hablarle o acercarse a él, o recibirían una mirada tan fría y dura que daba la impresión de quitarles cinco años de vida. Lo único que calmaba su fiera actitud era que Kohaku lo ablandara contándole algo agradable del bebé, o se lo hiciera sentir con la excusa de que había pateado o se movía mucho. En varias ocasiones alguno de los compañeros de trabajo de él la iba a buscar personalmente y le rogaba por su "ayuda", ya que el peliplateado parecía ponerse para colmo en un modo de líder y de perfeccionista, además de criticar la eficiencia de los demás, muy lejos de su calma y control habitual.

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Cautivos
Roman d'amourKohaku es atrapada por Stanley Snyder mientras vigila con Chrome, y queda como rehén en el castillo del Dr. Xeno y los demás. Pero ella no va a vender a sus amigos, y Xeno y Stanley no van a soltarla hasta conocer sus secretos. Pero empatizar demasi...