CAPITULO 33: Una hermosa mentira

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El cuerpo se me comenzaba a adormecer en aquella posición; las muñecas y los tobillos me dolían a causa de los múltiples intentos de zafarme de las cuerdas que me sujetaban y el dolor en la cabeza parecía no querer ceder. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado. Luego de que Erick había golpeado fuertemente a Natalia, la habían amarrado a otra silla con ayuda de aquel mal encarado hombre que siempre acompañaba a mi tío; no era de extrañarse que fuera cómplice de sus fechorías.

Las lágrimas en mis mejillas ya se habían secado junto con las ganas de llorar; ya no tenía fuerzas para nada. Mi mente aún no había terminado de asimilar lo que estaba pasando esa noche y por más que le diera vueltas, no podía creer que hubiera estado viviendo una mentira todo este tiempo. Las pocas personas que me habían hecho sentir bien así fuera por algunos momentos, me habían decepcionado de la peor manera y no sabía cómo manejar eso.

El dolor que sentí aquella noche que encontré el cuerpo sin vida de mi madre colgando de una cuerda en medio de su oficina, no se comparaba en nada con descubrir lo injusta que había sido culpando de algo que no había hecho a aquella mujer que me acompañó por tanto tiempo y me regaló su amor incondicional. La odié por abandonarme, pero la realidad fue que me la arrebataron y de la peor manera. Estos años me había aferrado a su recuerdo y a la estúpida sensación de vacío y abandono que me había dejado su ausencia, me quedé con lo malo y me cegué por completo. No podía soportarlo. No podía enfrentar aquella verdad. Mis ojos rápidamente se inundaron de lágrimas a pesar que parecían no querer volver a salir y un fuerte llanto se apoderó de mi cuerpo ¿Por qué tuvo que pasarme esto?

-Julianne... - La débil voz de la chica pelinegra se escuchó entre mis sollozos, pero no quise prestarle atención, a ella no, ella también me había lastimado – Julianne, mírame – Dijo esta vez con más firmeza – Por favor, hermosa, sólo mírame

-Me mentiste – Sentencié sin apartar la mirada del suelo – Todo este tiempo jugaste conmigo...

-Eso no es verdad, Julianne

-¡¿No es verdad?! – La miré furiosa – ¿Me vas a decir que no te metiste en mi cama por información? ¿Qué pretendías? ¿Ganarte mi confianza para que te dijera lo que necesitabas?

-Nunca te metí en esto – Aseguró con mirada suplicante – Era cierto que debía infiltrarme en tu familia y al principio tú eras parte de mi investigación, pero descubrí que no tenías nada que ver con eso, ni siquiera sabías lo que pasaba y tu padre tampoco

-¿Y qué era exactamente lo que pasaba? ¿Por qué tuviste que meterte en mi casa si sabías que no teníamos nada que ver?

-Desde hacía algunos años en los colegios y universidades de Miami se comenzó a vender una nueva droga que aunque da una mejor experiencia, su efecto es de menor duración por lo que las ventas son exponencialmente mayores en comparación a muchas otras y la rentabilidad de estas ha hecho que varios traficantes quieran apoderarse de las ventas – Explicó con la mirada perdida en un punto fijo detrás de mí – Luego de varias investigaciones e infiltraciones en el sector, descubrimos que uno de los mayores proveedores se encontraba en tu instituto por lo que me mandaron a infiltrarme para descubrir quién era – Su voz desapareció por varios segundos mientras sus pensamientos parecían ponerse en orden – Se sabía que la empresa Evans tenía relaciones con la tráfico de drogas al extranjero, pero debía recolectar las pruebas suficientes para poder tomar cartas en el asunto y teniendo en cuenta que tu padre es el dueño mayoritario y su hija estudiaba en aquel instituto... - Sus mirada se llenó de culpa y se clavó en la mía por largo tiempo – Con el tiempo descubrí que sólo eras víctima del verdadero culpable y aunque no te alcanzó a convencer para que probaras otro tipo de droga, te volvió adicta a la marihuana

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