CAPITULO 12: ¡Estúpida paternidad!

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Después de la discusión con Erick me había metido en mi habitación a caminar de un lado para otro pensando en las opciones que tenía, no me gustaba para nada como se estaba tornando mi vida, nunca había tenido que competir por una chica y aunque había prometido dejar las cosas así, me era imposible hacerlo, mi primo era un conquistador que como la mayoría de los chicos a su edad, buscaba una sola cosa y esa no era llevarle rosas al amor de su vida, y aunque yo no era la excepción, no pensaba dejarle la vía libre. Los nervios me estaban destrozando, no podía dejar de pensar en Natalia y en lo tonta que había sido por aceptar su invitación, quería ahorcarla con mis propias manos pero primero debía controlarme.

Me di una ducha la cual me sirvió para relajarme, pero sólo un poco, mi mente aún seguía trabajando a mil por hora, tanto así que no podía concentrarme en nada en concreto. Frustrada por aquella situación, decidí bajar a la cocina para preparar un poco de cereal pero me encontré con Natalia en medio del pasillo.

-¿Qué haces? – Pregunté tratando de entablar una conversación pacifica pero algo me decía que no funcionaría

-Iba a la cocina – Respondió caminando hacia las escaleras, así que la seguí

Caminamos en silencio hasta entrar a la desolada cocina, en la casa no había rastros de Martha y mucho menos de mi padre, pero bueno, eso ya era algo normal. Cuando Natalia comenzó a buscar algo en el refrigerador me fue imposible no abrir la boca.

-¿Y a dónde te llevó mi primo esta tarde? – Pregunté buscando los cereales en uno de los cajones para restarle importancia a lo que acababa de preguntar

-¿Eso importa? – Respondió sin mirarme, lo que me hizo apretar fuertemente la mandíbula ¿qué le costaba responder una simple pregunta?

Suspiré cansada de su tonta actitud, no quería pelear más aquel día por lo que solo me enfoqué en preparar mi cereal y una vez que lo conseguí, volví a mi habitación y no salí de ahí sino hasta el día siguiente.

(...)

Llegué al instituto con un humor peor que el día anterior y esto debido a que a mi grandioso padre le había dado la brillante idea de celebrar el cierre de su nuevo negocio en Colombia y como yo era 'la hija de sus ojos' como le decía a todos sus socios, era casi una obligación estar presente en aquella farsa, pero no pretendía ir sola, Melannie me acompañaría así tuviera que llevarla de compras toda la tarde para que aceptara, no pretendía morir sola en aquella estúpida celebración.

La mañana estuvo tortuosamente lenta y aburrida por lo que me la pasé dormida en casi todas las clases. A Erick no lo había visto en la cafetería y mucho menos en las clases, supuse que estaría en la empresa con su padre, como hacia cada vez que faltaba a clase, o seguramente con alguna ingenua chica que creería tener el cielo en sus manos. Lo importante era que no tuve que aguantarlo y eso mejoró mi humor, lo suficiente para terminar una jornada escolar sin tener que ir a la dirección.

A la salida me topé con Natalia, pero como había hecho ella toda la mañana, la ignoré y seguí mi camino, no me gustaba ser la chica invisible para nadie y mucho menos para ella, pero no pretendía bajar la guardia y dejar humillarme para llamar un poco de su atención, ya llegaría mi momento, sólo era cuestión de esperar.

Con la compañía de Melannie conduje en silencio hasta el centro comercial, ya que como había pactado con mi amiga, debía acompañarla toda la tarde por el sinnúmero de locales para así poder encontrar la ropa adecuada para el evento y quien sabe que más cosas, pero no podía quejarme, no tenía más que hacer y no estaba para encerrarme el resto del día en aquella solitaria casa y verle la mala cara a la estúpida hija de la empleada, fue por eso que tuve que aguantarme por casi cuatro horas los insoportables gritos de emoción de Melannie al ver estrambóticos vestidos que no iban para nada acordes con el elegante evento que se llevaba a cabo esa noche, no íbamos para una fiesta de disfraces y ella no era un cumpleañera a la cual se le celebraría una fiesta de quince años, pero como era típico en ella, no había poder humano que la convenciera de lo contrario o al menos no lo había hasta el momento en que un chico de unos treinta y algo nos atendió, era alto, de cabello y barba negra perfectamente cortada, los ojos eran de un color azul intenso y que decir del cuerpazo que se forraba debajo de un traje tan ajustado que no se sabía si era tela o la ropa había sido pintada en su piel. Estuvimos hipnotizadas por unos segundos hasta que llegó junto a nosotras y se ofreció en mostrarnos las ultimas prendas que habían llegado al local. Estuvimos en los vestidores por casi una hora hasta que el galante y gay vendedor, la convenció de llevarse un vestido sencillo color esmeralda el cual le llegaba unos centímetros arriba de la rodilla y se ajustada a sus marcadas curvas, era el vestido perfecto para ella.

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