CAPITULO 30: Pesadillas

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El vienes llegó de nuevo sin ninguna novedad. Desde la reconfortante conversación con Martha había decidido dejar que las cosas fluyeran tal y como la amable señora había sugerido. Tanto Natalia como yo habíamos coincidido en que lo mejor era ignorarnos por un tiempo por lo que en lo que quedaba de semana no nos dirigimos la palabra; era lo mejor por el momento. Otra discusión era inevitable, pero por ahora podría aclarar mis ideas y recargar la suficiente energía tanto física como mental para enfrentarla.

La fiesta de Halloween que se celebraría al finalizar la próxima semana, era el único tema del que se escuchaba hablar en los pasillos del instituto. Las invitaciones y las decoraciones previas no se hicieron esperar, así que esos días fueron bastantes movidos ya que como alumnos y participantes del evento, teníamos que ayudar con los preparativos dando como consecuencia una pesada semana donde el tiempo apenas alcanzaba para terminar los trabajos que mandaban.

El viernes decidí ir a la casa de Melannie donde habíamos programado una pijamada con las chicas del equipo de baloncesto en la que hablamos prácticamente de las románticas invitaciones que habían recibido algunas y de los disfraces que nos pondríamos, o al menos ellas, yo no tenía ánimos de asistir.

El sábado nos levantamos con una terrible resaca por lo que nos quedamos en la habitación de Mel todo el día viendo comedias románticas y comiendo hasta engordar. En la noche, cada una volvió a sus casas ya que mi amiga tendría un pequeño viaje de negocios con su familia y salían a primera hora del domingo. Si no hubiera tenido que regresar a casa a terminar un trabajo que había dejado para última hora, le hubiera rogado al señor Miller para dejarme ir con él ya que lo último que quería era volver a casa. Desde hacía algunos días las pesadillas que me acompañaban la mayoría de las noches, se estaban haciendo más reales y eso me asustaba, tanto así que muchas veces me levanté sobresaltada y fue prácticamente imposible volver a conciliar el sueño. No quería estar sola, pero no tenía otra opción.

Llegué a casa en el momento en que todos se hallaban reunidos en la cocina. Martha, Natalia y mi padre se encontraban sumergidos en lo que parecía ser una interesante discusión ya que cuando entré en el lugar, los murmullos se intensificaron mientras discutían algo de la preparación de un plato que no alcancé a diferenciar.

-Hija, hola, ¿cómo estás? – Saludó mi padre acercándose para darme un abrazo – No te escuché llegar

-Bueno, supongo que estaban bastante entretenidos – Sonreí a Martha a modo de saludo y me acerqué al lavado para tomar un poco de agua; aún tenía la garganta seca de todo el alcohol que había bebido la noche anterior

-Estábamos discutiendo sobre la preparación de una comida típica de la tierra de donde es Martha y al parecer tiene muchas formas para prepararse

-¿Y tú trabajo? – Pregunté extrañada. Mi padre no era de los que dejaba el trabajo por temas tan triviales como lo era preparar comida

-He decidido que ya he trabajado suficiente por hoy – Se encogió de hombros para restarle importancia - ¿Y tú? Creí que te quedarías hasta mañana donde Melannie

-El señor Miller tiene un viaje de negocios y ella lo va a acompañar – Respondí rebuscando en los cajones algo para comer – Además tengo trabajos del instituto que hacer

-Natalia me ha dicho que la próxima semana se celebrará la fiesta de halloween – Informó Martha acomodándose en la silla - ¿Ya sabes de qué te vas a disfrazar?

-Aún no lo sé – Comenté ignorando la mirada de la pelinegra que repentinamente se había posado en mí. Me resultaba muy difícil pretender que no estaba cerca cuando sus ojos no se despegaban de mis movimientos – La verdad es que no he pensado mucho en la fiesta, tal vez no vaya

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