CAPITULO 18: ¡Déjame sola!

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El domingo me desperté un poco más tarde que el día anterior ya que nos habíamos quedado hasta las dos de la mañana viendo varias de las películas 'infantiles' que Natalia había escogido, a pesar de mi enojo terminé por ceder a los divertidos comentarios que la chica hacía con las escenas, no me había reído tanto en mucho tiempo y había olvidado lo bien que se sentía; todo el abdomen me dolía al igual que la boca, pero no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Dicen que las personas que aparecen en nuestras vidas es por alguna razón y tal vez Natalia había aparecido en la mía para recordarme lo que se sentía ser feliz así fuera por unas cuantas horas. Al irnos a acostar terminamos con una sesión de besos en medio del pasillo y separarnos fue casi una tortura pero al final lo hicimos, nos despedimos y al momento en que mi cuerpo tocó la cama, cayó en un profundo sueño donde las caricias y los besos fueron las anfitrionas.

Luego de dar vueltas sobre las sábanas negándome a levantar, terminé por hacerlo gracias a la insistencia de Martha para que bajara a desayunar. Entré al baño para darme una ducha rápida, me sequé el cabello, me cepillé los dientes y fui a mi armario para buscar un sencillo vestido. Aquel día no pretendía hacer nada, aún estaba agotada del día anterior y lo único que quería era acostarme bajo los rayos del sol mientras la música hacía lo suyo.

Bajé a la cocina justo a las diez y media, donde mi desayuno me esperaba encima de la isla, saludé a Martha y me dispuse a comer con la velocidad de un caracol, la empleada iba de aquí para allá revisando ollas y sacando vegetales, mi mente se encontraba en cámara lenta y mis ojos se me cerraban solos, sino entablaba una conversación pronto iba a terminar dormida encima de los deliciosos huevos que estaba comiendo.

-¿Y dónde está Natalia? – Pregunté jugando con mi desayuno

-Salió – Se encogió de hombros – Dijo que tenía algo importante que hacer

Fruncí el ceño y seguí comiendo ¿Dónde podría haber ido? En el instituto no habían dejado ningún trabajo y la noche anterior no había dicho nada de salir ¿Estaría con mi primo? La sola idea hizo que mi cuerpo se estremeciera, aun no entendía por qué la chica salía con alguien como él, recuerdo haber escuchado de su propia boca que no le gustaban las personas que pasaban por encima de los demás y claramente mi primo era una de esas personas, ¿o es que era tan tonta que no se había dado cuenta? Claro que no, ella era lo suficientemente astuta para darse cuenta con la clase de personas que se rodeaba. Tendría que hablar con Natalia y dejarle claro que mi primo no era buena persona para ella.

Al terminar el desayuno, subí a mi habitación y llamé a Melannie para que fuera a la casa, no quería pasar el día sola y estaba segura que la idiota quería sacarme información respecto a Natalia y yo quería hacer lo mismo con el chico que había conocido. No pasó más de media hora cuando ya estaba tocando el timbre. Fuimos a la piscina y nos la pasamos toda la tarde hablando de estupideces y riéndonos como tontas, al parecer el chico del que se seguía negando a revelar mayor información era algo más que una aventura pasajera, lo supe por el modo en cómo hablaba de él, estaba perdiendo a mi amiga y tenía que hacerla reaccionar, lo menos que quería era que saliera lastimada, pero tenía que decírselo de la mejor forma y poco a poco.

Se fue de mi casa a eso de las siete y yo me quedé completamente sola ya que Martha había salido, mi padre no se veía por ningún lado y Natalia aún no había llegado, no me agradaba la idea de ser la única habitante en una casa tan grande por lo que me encerré en mi habitación, me puse los audífonos y me desconecté del mundo. No estaba segura del momento en que me había quedado dormida pero puedo asegurar que no fue la mejor noche que había tenido.

(...)

El lunes me desperté con un muy mal humor, no había podido dormir bien, la estúpida ventana había quedado abierta por lo que me estaba muriendo de frío y para el colmo estaba terriblemente atrasada. Me levanté de mala manera y corrí hacía la ducha, tardé veinte minutos en organizarme y el reloj ya marcaba diez minutos para el comienzo de clases. Bajé corriendo a la cocina, tomé un poco de jugo, agarré uno de los panes que estaba sobre mi plato y salí corriendo hacia el auto. Aquel día las estúpidas calles parecían estar más congestionadas de lo habitual por lo que llegué cinco minutos tarde. Antes de entrar al salón tomé un poco de aire y me preparé para lo que venía.

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