CAPITULO 11: ¡Ni lo sueñes!

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De nuevo lunes, de nuevo clases, de nuevo la rutina y de nuevo la aburrición.

Me levanté y me organicé lo más rápido que pude. Como era de costumbre, me había despertado algo tarde y estaba sobre el tiempo, mi estómago rugía ya que la noche anterior no había cenado por lo que corrí a la cocina y agarré toda la comida que se me atravesó.

Faltaba exactamente un minuto y trece segundos cuando me senté junto a Melannie a la espera de la llegada de mi profesora favorita, Natalia ya se encontraba en el aula hablando alegremente con Nathan por lo que se imaginaran el humor que tenía aquella mañana. El transcurso de la clase resultó sorprendentemente aburrido, pero gracias a las estupideces de los idiotas del salón pude soportarlo. Ahora me encontraba en camino a la cafetería con mi mejor amiga; los ojos comenzaban a cerrárseme solos a causa de la falta de sueño de la noche anterior por lo que no pensaba en otra cosa que no fuera una cama. Antes de entrar a aquel bullicio de personas riendo, corriendo y masticando, unas fuertes manos me abrazaron desde atrás y me levantaron del suelo por unos segundos, cuando por fin pude girarme, me encontré con un sonriente Erick, llevaba su cabello revuelto, un jean y una camisa blanca, a mi lado, escuché como Melannie suspiraba tontamente.

-¿Cómo estás primita? – Sonrió dejando al descubierto su reluciente dentadura

-Como se puede estar un lunes en la mañana, con mal genio, hambre y ganas de ir a dormir

-En ese caso, vamos a comer – Dijo tendiendo los brazos para que mi amiga y yo nos pusiéramos a su lado

Mientras caminábamos por el amplio espacio, podía ver la cara de estúpida de Melannie y del resto de las chicas que se encontraban en la cafetería, mi primo era uno de los solteros más codiciados de la ciudad y por eso se imaginaran toda la clase de comentarios que recibió en menos de dos minutos. Al llegar a una de las mesas, Erick se ofreció a traernos la comida por lo que deduje que tendría algo entre manos, el idiota no hacía nada si no quería algo a cambio.

-¿Por qué no me habías dicho que tu primo ya había regresado? – Su enfado era palpable así que rodé los ojos

-Porque no es algo tan interesante como piensas

-¿Cómo qué no? – Y aquí vamos... - Sabes lo interesante que es Erick para mí, no deberías ser tan egoísta con tu mejor amiga, porque por si no te has dado cuenta yo tengo mis necesidades y tengo que satisfacerlas

-¿Necesidades? – Estaba a punto de echarme a reír - ¿Y se supone que mi primo te va a ayudar con eso?

-Ya me ha ayudado un par de veces... - Suspiró

-Sí, me acuerdo la vez que llegué a casa después de salir a correr y tú estabas gimiendo a punto del colapso, no puedo creer que sólo por un masaje de pies hicieras semejante escándalo

-¿Qué querías que hiciera? – Preguntó riendo – Tu primo tiene magia en las manos

-Y tú tienes un clítoris en los pies, ese día quedé traumada – Melannie rodó los ojos

-No seas dramática, antes ya habías escuchado mis gemidos

-¿Hablando de mí? – Erick nos brindó una de sus sonrisas mientras depositaba dos bandejas llenas de golosinas, un par de sándwiches y tres jugos en cajita

-Como siempre que quiero hacer brujería

-Gracias por el cumplido primita – Dijo sentándose a mi lado - ¿Y dónde está la hija de Martha? – Y ahí estaban sus intenciones

-No sé y no me importa – Le contesté tomando una bolsa de gomitas

-¿No sabes? – Negó con la cabeza y chasqueó la lengua – Que mala informante eres

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