Respiraba profundamente a medida que avanzaba en las desoladas calles de Miami, los latidos que habían golpeado fuertemente mi pecho al salir de la mansión habían aminorado un poco, a diferencia de las ganas de golpear a alguien y la rabia que aun corría por mis venas. La vista se me había nublado a causa de las lágrimas que amenazaban con salir y sentía los pies pesados, tanto así que no podía apartar uno de ellos del acelerador, estaba cruzando el margen de velocidad permitida si es que ya no lo había hecho. Esquivaba los autos con dificultad y aunque era consciente que si seguía conduciendo así provocaría un accidente, no me importaba, estaba cansada de tantas mentiras, de fingir que todo en mi maldita vida estaba bien, ya no quería hacerme más la fuerte, lo único que quería era desaparecer, ir a un lugar donde nadie me conociera, quería gritar y maldecir a todo mundo. Estaba perdiendo la cabeza.
Conduje en silencio pensando ir a casa de Nathan pero en ese momento lo único que quería eran estar sola así que seguí conduciendo hasta que llegué a una calle al otro lado de la ciudad la cual se encontraba desolada, estacioné el auto y me quedé en silencio tratando de organizar mis pensamientos, pero me resultó imposible, tenía un laberinto en mi cabeza y no sabía por dónde avanzar. Las lágrimas habían comenzado a correr por mis mejillas y al darme cuenta, mi rabia aumentó, no podía dejarme derrumbar y menos por algo tan tonto como aquello, las discusiones en ese tipo de celebraciones eran comunes, pero que esa noche hubiera mencionado a mi madre, me había hecho llegar al limite.
Sin querer recordar más aquel incidente, bajé del auto y en cuanto lo hice, el frío de la noche azotó sin piedad mi cuerpo, no me había percatado de llevar un suéter y ahora la noche me lo estaba cobrando. Haciendo caso omiso de aquel inconveniente, decidí avanzar por la solitaria calle, la cual no lograba reconocer puesto que nunca había estado en aquella parte de la ciudad. Caminé sin rumbo observando las pequeñas casas de ladrillo pintadas con alegres colores que apenas se podían ver bajo la luz de la luna. Algunas de las fachadas constaban de dos plantas mientras que otras eran tan simples y pequeñas que dudaba que más de dos personas vivieran allí, si acaso eran del mismo tamaño que la cocina de la mansión y qué decir de los antejardines en los que apenas cabía un pequeño árbol. Me imaginé viviendo en un lugar como aquel pero la imagen fue desechada rápidamente, no soportaría un solo día atrapada en un espacio tan pequeño y aunque hubiera pensado en dejar la mansión para ir a una parte menos espaciosa, aquellas desgastadas casuchas no estaban para nada en mis planes, que además de pequeñas se notaba la humedad filtrándose por los techos. Yo estaba acostumbrada a otro tipo de ambientes menos... lúgubres que aquel y para ser sincera no sabía por qué me encontraba esa noche caminando entre aquellas calles tan desconocidas y solitarias, podía sentirme observada detrás de las sucias ventanas de las pequeñas casas por lo que una corriente de aire frío hizo erizar todos los vellos de mi piel. Mientras seguía avanzando una vocecita en mi cabeza no paraba de decir que debía volver al auto y regresar a casa, pero decidí ignorarla y por el contrario, apresuré un poco el paso adentrándome aún más hacia el desconocido territorio, aun no estaba lista para volver y enfrentar a mi padre, primero debía tranquilizarme y tratar de olvidar el pequeño altercado, sólo había sido una discusión como otra cualquiera, ya luego las cosas volverían a la normalidad, pero por el momento era mejor mantener la distancia.
Luego de unos minutos de caminar en silencio, escuché el motor de un auto por lo que me quedé quieta detrás de un poste esperando que el vehículo se alejara donde quiera que estuviera, lo último que quería era que unos desconocidos me vieran caminar por una calle completamente vacía y además en medio de la noche. Cuando estuve segura de no escuchar más que el soplar del viento, continué mi marcha con la insoportable voz diciendo que diera la vuelta, no muy segura hacia dónde me dirigía, decidí que era mejor regresar, de todos modos perderme al otro lado de la ciudad sin un móvil para comunicarme no estaba en mis planes. Al dar media vuelta encontré en la esquina por la que acaba de pasar a un extraño hombre recostado con un cigarrillo en su mano mientras me miraba de pies a cabeza, la situación me puso en estado de alerta y en vez de volver a mi auto como lo había decidido hacía unos segundos, volví a dar media vuelta y caminé con más prisa, ni loca iba a pasar frente a ese extraño. Podía escuchar el golpe de mis tacones contra el cemento pero además de eso percibí el sonido de otros zapatos, lo que supuse que el tipo loco me estaba siguiendo. La sangre en mis venas comenzaba a correr con más velocidad, no estaba segura de lo que iba a hacer, tal vez podría estamparle uno de mis tacones en la cara o en otros lugares más sensibles, sí, eso podría hacer. Sin dejar de caminar, me giré para comprobar la distancia que nos separaba, pero mi corazón dio un salto al darme cuenta que otros dos hombres se le habían unido, estaba perdida, me violarían, luego me matarían y dejarían mi hermoso cuerpo en alguna quebrada o basurero donde al día siguiente algún noble ciudadano me encontraría y llamaría a la policía los cuales le informarían a mi padre y éste lloraría destrozado mientras se culparía por lo sucedido, pensándolo bien, la idea no estaba del todo mal ¿pero qué dices, Julianne?
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Juego de Adicciones
Ficção AdolescenteJulianne, chica rebelde, conflictiva, adicta al alcohol, al sexo y a la marihuana, tremendamente sexy y amante del control, el prototipo perfecto de la chica imperfecta, pero eso a ella no le interesaba, lo único importante en su vida era divertirse...