CAPITULO 6: Jugando rudo

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Al despertar a la mañana siguiente no reconocí el espacio que me rodeaba por lo que me levanté de golpe, la luz del amanecer se empezaba a filtrar por las delgadas cortinas azules y el olor a alcohol penetró fuertemente en mis fosas nasales, a mi lado se encontraba Nathan cubierto a penas por una transparente sabana y una sonrisa se escapó de mis labios al ver su notable erección, me incliné y besé su boca mientras con una mano estimulaba su miembro, reí cuando un gruñido salió de su garganta.

-Si hoy quieres salir de aquí será mejor que pares – Dijo con los ojos aún cerrados

-Que aguafiestas – Respondí saliendo de la cama, quería divertirme un poco más pero sabía que Nathan tenía razón

-¿Cómo amaneciste? – Preguntó mientras se estiraba perezosamente haciendo que los músculos de su torso se marcaran aún más, me mordí el labio y desvíe la mirada

-Igual que la mayoría de los días – Sonreí – Con resaca, pereza y ganas de sexo

-Por ahora tengo solución para lo primero – Dijo con una reluciente sonrisa mientras sacaba una pastilla de la mesa de noche – Tómatela y báñate mientras voy a buscarte algo de ropa

-No me digas que todavía te van esos fetiches de guardar la ropa que dejo – Lo miré divertida y éste sólo rodo los ojos

-Tengo que guardarte ropa para que no te vayas semidesnuda cada vez que vienes

-No es mi culpa que cuando vengo tenga que salir corriendo por culpa de tus padres o por tus bruscas manos que no son capaces de dejar intacta mi ropa

-Es por eso que mandé a la empleada a conseguir ropa nueva para que tengas como cambiarte – Se levantó de la cama y sin pudor alguno, caminó desnudo por toda la habitación hasta encontrar sus bóxer, no me podía quejar yo estaba en la misma situación – Ya vengo y por favor no te demores

Una vez que salió de la habitación respiré profundo, me tomé la pastilla y me metí en la ducha, el agua estaba helada pero me sirvió para terminar de despertarme, en toda la noche no pude evitar pensar en Natalia y en sus estúpidas discusiones. Había llegado a casa de Nathan con el único objetivo de sacarla de mi cabeza por un tiempo, pero ese tiempo fueron sólo un par de horas, cuando el chico había caído dormido a mi lado, mi cabeza volvió al mismo punto de partida y eso estaba empezando a ponerme los pelos de punta, tenía que sacarla de mi vida de una vez por todas y seguir divirtiéndome como lo venía haciendo.

Diez minutos después salí del baño y encontré a Nathan recostado en la cama mirando el techo, a su lado estaba un ajustado pantalón negro, ropa interior del mismo color, una blusa roja escotada y unas sandalias, todo con la etiqueta puesta.

-Al menos la empleada tiene buen gusto – Dije retirando la toalla de mi cuerpo para comenzar a vestirme

-Muy buen gusto – Contestó Nathan sonriendo sin mirarme

-No me digas que ya te la llevaste a la cama – Le dije asombrada a punto de echarme a reír

-¿Qué? – Se encogió de hombros – Estaba aburrido

-Tú no vas a cambiar – Le sonreí y este se levantó para dirigirse al baño no sin antes plantarme un beso en los labios

-Y tú tampoco – Dijo contra mi boca – Pero al menos yo sí creo en el amor

Cuando cerró la puerta del baño tras de sí, no pude evitar pensar en sus palabras, Nathan era un mujeriego, eso todos lo sabían, pero de alguna forma esperaba paciente a que llegara la chica correcta que lo hiciera sentar cabeza, aunque no lo pareciera mi pervertido amigo era todo un romántico empedernido y pensar en eso siempre causaba un pequeño dolor en mi pecho, yo no era de las personas que creía en los finales felices y era por eso que trataba de evitar el amor a toda costa, como ya lo había dicho, era una cobarde y esas situaciones era como lanzarse al vacío sin saber la textura del suelo que acogería tu golpe, tal vez fuera de algodón o tal vez de un duro y frío cemento, esa pequeña duda era la que no me dejaba arriesgarme, debía admitir que un par de veces había sentido curiosidad sobre lo que se sentiría importarle a alguien, ser su centro de atención por el simple hecho de ser lo que eres y no por ser lo que tienes, quería experimentar en todas sus facetas la tan conocida palabra AMOR pero al ver las múltiples desilusiones de las personas que me rodeaban por ese dichoso término, había decidido cerrarme a ello y dejarlo atrás, nada bueno se sacaba de amar, como todo en la vida las cosas se acaban y te dejan tirado en el suelo a la espera del próximo golpe.

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