CAPITULO 24: Solo es sexo

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Solo nos encontrábamos a mitad de semana y no podía estar más agotada. Mis ojos se cerraban solos y no entendía lo que los demás me decían. Todos parecían estar en un segundo plano en donde podía ser testiga de sus acciones pero no de sus palabras. Necesitaba una cama con urgencia o terminaría por desmayarme en medio de alguna aburrida clase.

En la cafetería decidí tomar un poco de café para recobrar un poco de energía y de calor a causa del terrible frio que hacía esa mañana. No me apetecía abrir la boca más que para comer así que me dediqué a escuchar la extraña conversación de Melannie y Nathan hasta que nuestras hermosas pesadillas hicieron su aparición. No tenía ánimos de levantarme así que me quedé donde estaba fijando mi atención a la comida que había sobre la bandeja. Aquel día me encontraba demasiado ausente y estaba segura que los demás ya comenzaban a notarlo. Melannie me había bombardeado con preguntas en cuanto pasó la primera clase y luego Nathan hizo lo mismo en cuanto nos reunimos, no estaba segura del por qué les interesaba tanto saber el cómo estaba pero afortunadamente evadí sus preguntas satisfactoriamente.

Ahora sentada allí en medio de la cafetería, rodeada de todo tipo de personas que no paraban de reír, sentía que algo me faltaba. Aunque si era sincera conmigo misma, debía admitir que desde la muerte de mi madre, siempre me sentí así. Una ficha de mi rompecabezas se había perdido y no lograba encontrarla, sin embargo debo admitir que el principal problema no era hallarla sino comenzar a buscarla. Nunca le vi sentido a buscar algo que seguramente ya estaba perdido, pero ahora con todo el caos emocional que estaba dejando surgir, me había hecho cuestionar todas mis estúpidas decisiones en los últimos años ¿Qué me estaba pasando?

-¡Julianne! – Un contundente grito a mi lado me hizo sobresaltar casi haciéndome tirar el refresco

-¿Qué pasa? – Pregunté alarmada a los presentes en aquella mesa que me miraban con curiosidad

-¿Qué tienes hoy? Estás bastante distraída – Comentó Natalia enarcando sus cejas. Su mirada se clavó en la mía tan profundamente que tuve miedo que con ella pudiera encontrar algo que no quería que hallara

-Lo siento, no he dormido bien últimamente – Me encogí de hombros y metí una papa a mi boca

Los demás parecieron satisfechos con mi respuesta y siguieron con lo suyo a excepción de Natalia que me miraba de una forma que hacía que mi piel se estremeciera. Me removí incomoda en mi asiento y me dispuse a ignorarla lo mejor que podía en los últimos minutos que quedaban de descanso.

(...)

En cuanto terminé del almorzar, agradecí a Martha por la comida y me dirigí a mi habitación, no tenía trabajos que entregar esa semana por lo que podía relajarme un poco. Me recosté sobre el reconfortante colchón y miré hacia el techo, mi mente se sentía bastante cansada pero mi cuerpo por el contrario sentía que podía dar un poco más. Me giré hacia el ventanal esperando que la grandiosa vista pudiera relajarme lo suficiente hasta lograr caer dormida pero fue en vano. Estaba realmente agotada pero sencillamente mi cuerpo no quería ceder. Frustrada me levanté y cambié mi ropa por un cómodo vestido de baño y bajé. Si mi cuerpo aún tenía suficiente energía entonces la explotaría al máximo.

Al pasar por la cocina, tomé una de las cervezas que se encontraban en la nevera y embriagué mi paladar con aquel sabor agridulce. No me gustaba aquella bebida, pero necesitaba algo frío y con alcohol; la temperatura había aumentado y aquel trago me serviría para refrescarme.

Me deshice de la bata que me cubría y me senté junto a la orilla de la piscina. Encendí la música a un volumen moderado para no molestar a Martha, aunque algo me decía que había salido ya que la casa se encontraba ensordecedoramente silenciosa. Me levanté y dando un último trago a la botella, me lancé con un perfecto clavado.

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