Capítulo 49 - Ventana de oportunidad

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Ventana de oportunidad

Ya me encontraba en las faldas de la pequeña montaña que se partía por la mitad por una cascada, las gotas de rocío hacían que el insoportable calor fuera tolerable. Las dos chicas aún no me encontraban, pero a lo lejos escuchaba pasos… o mi cabeza comenzaba a hacerme jugarretas. Inicié el ascenso aun estando invisible, no planeaba dar ninguna oportunidad para ellas.

Cada paso se convertía en un tormento, mis piernas temblaban, mis brazos se volvieron pesados como el acero y las gotas de sudor de mi frente se colaban a mis ojos irritándolos, cada pocos pasos debía detenerme para limpiarlos.

Giraba sobre mí para asegurarme que no tuviera a nadie detrás de mí, pero cada que utilizaba mis ojos el cansancio era mayor, el rifle en sí parecía un lastre del que no podía deshacerme.

Al llegar a la mitad del camino decidí no usar mis ojos más, la fatiga terminaría conmigo si seguía con mi fuerte paranoia. Miraba al cielo para ver a todos los espectadores sosteniendo su aliento. No me imaginaba que el espectáculo fuera vistoso, pero muchos no quitaban su penetrante mirada del campo de batalla… a pesar que no pudieran verme.

Con una fuerza que ni yo conocía poseer, alcancé la cima, justo al lado de la cascada, a los pies de un árbol dejé caer el rifle y sin pensarlo sumergí mi cabeza en la helada y refrescante agua de aspecto cristalino y revitalizador. Bebí tanto pude, giré bruscamente para asegurarme el estar solo, pero algo más llamó mi atención, en el árbol no se encontraba nada, mi rifle había desaparecido. Miré mi mano pero aún permanecía invisible, me preocupé. Con paso lento y temeroso fui al árbol y escuché un sonido metálico al pisar cerca de este. Coloqué mi mano sobre el césped y ahí se encontraba, mi rifle ya podía verlo.

No me equivoque entonces con mi elección, además de sobrevivir el ataque de Nindë deja todos los objetos que portaba invisibles a pesar de que ya no tenga contacto con ellos.

Un par de gotas de agua cayeron sobre el arma… ¡Sí que soy estúpido! Cuando active la piedra no tenía agua sobre mi cuerpo, por lo tal no se volvió invisible. Tome mi camisa y sequé mi cabello pero esta dejo una mancha de agua que revelaba mi posición. No tenía más opción que deshacerme de ella, entonces la lancé a la cascada con la esperanza que funcionará también como una carnada.

Traté de relajar mi respiración mientras preparaba todo para la larga espera. Coloqué el rifle al filo del peñasco que apuntaba a la basta llanura y junto con la mira telescópica peiné la zona en busca de mis rivales.

El silencio del lugar solo fue acompañado por el paso del agua que se estrellaba con el suelo desde unos 50 metros de altura. Revisé cada árbol, arbusto y llanura del lugar, pero no encontraba señales de vida. Encontré el lugar donde iniciamos la pelea y los grandes cráteres que había dejado Merenwen, aún no había entendido como logré evadir eso, pero fue mi oportunidad de escapar.

Los segundos pasaban hasta convertirse en minutos y los minutos en horas. Ocasionalmente levantaba la mirada para ver cómo la audiencia permanecía ahí, ni un solo miembro abandonó su lugar, e incluso podría jurar que muchos de ellos se encontraban con bocadillos y aperitivos para acompañarme en mi espera.

Cinco horas transcurrieron al igual que el agua, pero yo me encontraba cabeceando, el cansancio ya se estaba tomando la cuenta sobre mi cuerpo. Continuaba observando por la mira telescópica sin resultados aparentes. Mi cuerpo comenzaba a entumirse por la posición hasta llegar al punto de solo sentir mi dedo índice de la mano derecha, el cual movía constantemente para jalar el gatillo en el momento preciso. La suave brisa susurraba en mi oído con intenciones de hacerme claudicar. Recorría desde mi cabello hasta las pesadas botas que portaba, su toque era suave, casi como una mano de piel tersa, traviesa y juguetona, me recordaba mucho a… Merenwen.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora