Capítulo 50 - Huor

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Huor

Mi caminata hacia la cúpula fue algo distinta a otras ocasiones, los pasillos desolados y la suave brisa que acariciaba mi cuerpo eran los únicos acompañantes apreciables. Creí que un acontecimiento tan grande presentaría un público aún mayor que la última vez. Pero como si todos fueran succionados por la tierra, la soledad aparente era el único gran espectador.

Bajé las escaleras y atravesé la puerta como se me indicó.

-          Llegas a tiempo Galdor.

Era Huor quien permanecía de pie con su normal presencia, zapatos de vestir pulcros, pantalón perfectamente planchado, camisa negra con corbata roja, saco cruzado,  mancuernas de águila en cada puño, cabello corto y sus lentes cuadrados que le daban un aspecto de intelectual. Sus manos dentro de los bolsillos del pantalón con una postura de confianza que podría derribar a la persona más segura sin ninguna duda.

-          No sería capaz de llegar tarde a nuestro encuentro Huor.

-          Me parece bien que te emociones por algo así, todos se encuentran muy ocupados por sus asignaturas pendientes debido al atraso que surgió por tu encuentro con Merenwen y Nindë. Así que tendremos bastante privacidad.

-          Entiendo.

-          Te ves mejor, espero que la caída por la cascada no tenga secuelas en ti.

-          Faelivrin ha cuidado muy bien de mí.

-          Entonces no tendrás excusas. Antes de empezar recapitulemos un poco. Conforme a nuestra pequeña apuesta, derrotaste a todos tus compañeros en combate, se suponía que lucharías contra Lólindir, pero él se encuentra en una misión de reconocimiento, haciendo que su regreso sea en un par de meses, por tanto tomaré su lugar para no interrumpir lo pactado.

-          Y si logro derrotarte… entonces podré ver a Lúthien con mis ojos.

-          En efecto, pero me gustaría hacer un pequeño cambio al acuerdo. Si logras acertar un solo golpe en mi persona podrás obtener tu recompensa, pero si yo soy capaz de sacarte de combate, entonces tendrás que volver al mundo humano por una temporada.

-          … Mucho que perder.

-          Pero también es más fácil ganar. Tienes permitido usar cualquier objeto y arma de tu elección. Por mi lado no tendré ningún artefacto que me dé la ventaja.

-          ¿No sería una pelea injusta?

-          ¿Importa?

-          La verdad no, solo quiero asegurarme.

-          Entonces así son las reglas, detrás de ti tienes una mesa con varios objetos, elige los que creas pertinentes.

Giré lentamente a la mesa, se encontraban todas las herramientas que había utilizado más un par de objetos nuevos con sus respectivas descripciones.

-          Intenta usar algo que no te mate en el proceso.

Huor lo dijo con voz burlona, creo que la razón de mi caída en la cascada fue por la piedra de invisibilidad. No tenía una idea de que podría usar y tampoco tiempo para ir  la biblioteca, apenas salí de la enfermería y ya tenía el mensaje de verme con Huor para nuestro encuentro. Tomé el rifle, un par de pistola de barriles especialmente largos, un par de pociones de curación de salud y de estados alterados por si acaso. Caminé hacia Huor y le dije que me encontraba listo.

-          Bien, iniciaremos a mi señal, recuerda, puedes usar cualquier medio posible para acertar cualquier ataque sobre mí. Preparado, listo.

Activé mis ojos, haciendo que fuera mi primer error en el combate.

-          ¡AHORA!

La cantidad de energía que provenía de Huor era abrumadora, literalmente quedé ciego, no se trataban de pequeños hilos o de una aura que lo rodeara, literalmente todo el lugar se cubría de un pesado color amarillo que me impedía ver algo. No sabía su posición ni de lo que hacía, por mera reacción coloqué la culata del rifle sobre mi hombro y disparé a donde creí que estaría Huor. El resonar de la expulsión violenta del proyectil dejó un eco en el ambiente.

-          Fallaste Galdor, inténtalo otra vez.

Giraba bruscamente para encontrar mi objetivo, pero era inútil, mis ojos recibían mucha información que era imposible de procesar.

-          Si te quedas de píe esto se convertirá en una pelea muy corta.

Disparé en dirección de su voz, pero era claro que fue otro tiro fallido. Necesitaba verlo, cerré mis ojos haciendo que volvieron a su color café habitual.

-          ¡Nunca le des la ventaja a tu rival!

Apenas entendí las palabras cuando un dolor punzante invadió mi espalda, no se trataba de frío acero, era algo más orgánico, casi bestial. El momento hizo que mi dedo accionara el gatillo, disparando directamente a mi pie. Por mero instinto active mis ojos y volví a esta ciego bajo el manta amarillo que emitía Huor.

Tomé una de las pociones de curación atadas a mi cintura, los orificios sangrantes fueron cerrándose paulatinamente mientras el dolor desaparecía… ¿por qué no usé esto en mis antiguos enfrentamientos?

-          Concentrado Galdor.

¡Cómo mierda quiere que me concentre si no puedo ver un carajo!

-          Así será afuera de las paredes del credo y no tendrás una oportunidad de intentarlo otra vez, es mejor que entiendas que si fallas tu vida terminará.

¡Mierda! No sé qué hacer, Erik concéntrate… no, Galdor, ya no sé quién soy.

-          No vaciles, no dudes, solo actúa.

Me olvidé de tratar de atacarlo, primero debo encontrarlo, concentré toda mi energía en mis ojos, estos fueron separando la densa energía de Huor. Era una tarea titánica, pero cuando logré divisarlo disparé sin dudar.

Él simplemente extendió su mano a la vez que jalaba del gatillo, la ojiva fue desintegrada a un par de centímetros de su mano por lo que parecía un escudo amarillo.

-          Inténtelo otra vez.

Huor corría hacia mí sin despegarme la mirada, fue ahí donde noté mi siguiente error, había olvidado verificar la cantidad de municiones dentro del magazine del arma. No tenía tiempo para recargar, solté el rifle mientras tomaba una de las pistolas con la esperanza que esta estuviera cargada.

Una vez más, todo se movió en cámara lenta, mi brazo levantaba el arma, del cañón surgió una línea plateada que marcaba la aparente trayectoria de mi disparo. Pero Huor no paró de correr, su brazo derecho emanaba una cantidad insana de energía. Todo acabaría ahí.

Cuando la línea plateada apuntó a la pierna izquierda de mi oponente, simplemente deje que mi dedo realizará el trabajo, pero no a la velocidad esperada. Mi cuerpo era lento, más de lo normal.

Huor transformó de un momento a otro su brazo, rompiendo la camisa y el saco que siempre portó con tanta elegancia y soberbia, dejando a la vista una extremidad bestial, un par de garras de 15 centímetros de largo con puntas tan afiladas como una espada se dirigirán a mí. Así fue como me atacó la primera vez.

Su mirada era tranquila, sin enojo ni agitación, meramente… actuaba. Mi dedo estaba punto de accionar el arma, pero al hacerlo un sonido seco y metálico me indicó el fin del combate. La pistola se encontraba descargada.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora