Capítulo 3 - Orígenes

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Orígenes

El libro parecía hablarme, no despegue la mirada por más de cuatro horas. Devoré página por página… letra por letra. La melodía me acompañaba y marcaba el ritmo de la lectura. Al parecer, mucho antes de la aparición de los griegos, existió un hombre solitario, expulsado de su tribu por no ser apto para la cacería. Mientras vagaba en el bosque en búsqueda de alimento, encontró un lobo gris con la pata rota. El hombre tomó su arco y flecha y apuntó a la indefensa criatura, pero al ver la mirada de dolor y agonía de la bestia, no pudo lanzar la flecha, en su lugar, se aproximó y curó sus heridas. El lobo nunca le quitó la mirada de encima y siempre mostró los colmillos mientras el hombre lo sanaba. Durante 48 días con sus noches, el hombre se mantuvo a su lado, sin comer nada y solo bebiendo las pocas gotas de agua que podía recolectar del rocío de las hojas. Cuando el animal se recuperó de sus heridas, se acercó al hombre y le mordió el antebrazo derecho. El hombre grito de dolor y vio como la bestia se escondía en el bosque. La sangre brotaba de la herida y dijo en voz alta: “Entiendo que desconfíes de mí. Mi gente, mi pueblo le ha dado muerte a los tuyos, y nunca podré reparar ese daño, pero… podré morir en paz sabiendo que por lo menos, he sanado una parte del sufrimiento que ellos te han causado” el hombre cayó al suelo por el dolor y se recostó a la sombra de un viejo sauce llorón. Las lágrimas comenzaron a brotar y a caer lentamente a las raíces del árbol. Poco tiempo después, el lobo regresó, se aproximó con la cabeza baja y la cola entre las patas, el hombre dijo: “Si quieres tomar venganza por todos tus compañeros caídos… adelante, si eso aminora tu dolor, tomaré la responsabilidad de todos mis hermanos. ¡Anda y muerde mi cuello! Una suave brisa acariciaba las hojas de los árboles, seguido de un silencio tan profundo que se podía apreciar el latir de ambos corazones. El lobo se aproximó al hombre, tomo un momento y aulló. Absolutamente todo el bosque se congeló. El hombre quedo paralizado por lo que acababa de presenciar, sintió algo extraño en su antebrazo y bajó la mirada… su herida sanaba justo frente a sus ojos.

-          No voy a despojarte de tu vida.

La voz emano de su cabeza, clavo su mirada en el lobo. Este hizo una reverencia y la misma voz apareció.

-          Durante mucho tiempo hemos estado buscando a alguien como tú.

El hombre pensó que se estaba volviendo loco.

-          No te estás volviendo loco.

-          ¿Puede escuchar lo que pienso?

-          Así es. En el momento en que decidiste abandonar tu naturaleza humana al dejarme vivir y curar mis heridas, abriste un canal por donde me puedo comunicar contigo. Hasta ahora, eres el único humano que lo logra hacer… y por esa misma razón voy a encomendarte una enorme responsabilidad.

-          ¿Por qué a mí? No creo ser el indicado para la tarea que dices.

-          Lo eres… Preferiste arriesgar tu propia vida por salvar otra. Tu corazón es puro y de buenas intenciones.

-          ¿Cómo puedes saberlo?

-          Me lo acabas de demostrar. Es por eso que tú cuidarás el poder que le pertenece a los humanos por derecho.

El lobo colocó su hocico en el pecho del hombre y lo mordió justo en donde se encuentra el corazón. El grito de dolor era desgarrador.

-          En tu sangre se encuentra la clave de un porvenir maravilloso. Tu tarea es transmitir tus conocimientos a otros humanos. Y a los que sean merecedores, les entregarás parte de tu poder… ten mucho cuidado… Gelmir Mithrandír.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora