Capítulo 40 - Fuego

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Fuego

La noche fue larga y pesada, sin importar que logré conciliar el sueño, fue como una cortina que se cerró y abrió rápidamente para anunciar el gran espectáculo. Mientras caminaba a la cúpula de entrenamiento 4, no podía dejar de pensar en las fauces de Idril, sus garras, su habilidad para volar… y su capacidad de lanzar enormes bolas de fuego. Aunque por otro lado, no descubrí gran información sobre Fëanáro, el elemento sorpresa podrá verse en mi contra.

En mi mano derecha oprimía con gran fuerza el Elladan que Lúthien me entregó, aunque no de la  mejor manera. Pero no la puedo culpar, lo más seguro es que ha sido mi culpa, pero no tengo forma de confirmarlo, esa es la verdadera daga que atraviesa mi alma.

-          Llegas tarde como siempre Galdor.

Huor ya me esperaba en la entrada de la cúpula. Con mirada curiosa, me indicó que el combate está por comenzar. Entré por la puerta para ser recibido por el gran rugido de Idril que hizo congelarme por completo, ese ruido se sintió como el disparo de una bala de cañón directo al pecho. El escenario en esta ocasión se trataba de una llanura con un espeso bosque que nos rodeaba.

-          El combate está por iniciar, Galdor, Fëanáro, prepárense. Recuerden que pueden utilizar dos objetos para esta pelea.

La voz de Huor parecía marcar el inicio de un holocausto. Mi mente no se encontraba en su lugar, solo podía imaginar el peor caso posible y aun así, no planeaba retirarme. De alguna forma u otra tenía la confianza de ganar en esta ocasión.

-          No temas Galdor, prometo no hacerte mucho daño.

Fëanáro no lo dijo en tono burlón, parecía más como si se preocupará por mí. Al voltear a ver a su bestia entendí su comentario. No existe nada más siniestro y atemorizante que ver a un dragón sonreír mientras te mira directamente a los ojos. Fue ahí en donde entendí que Idril sería el problema, aunque no puedo descuidar a su jinete.

-          Preparados, listos en 3… 2… 1…

Activé mis ojos antes de que Huor terminara de contar, en mi mano oprimí con más fuerza el Elladan, por un instante no pude entender lo que veía. Por un lado, Fëanáro se encontraba cubierto con un humo rojo, bastante espeso y liso, de su pecho surgía un hilo muy grueso que se conectaba a Idril, pero el dragón parecía estar en llamas, su energía de color amarillo lo cubría de cabeza a cola, desde su frente un delgado hilo se conectaba a la frente de Fëanáro. Esa es la conexión que existe entre un jinete y su dragón.

-          ¡Comiencen!

No espero un solo momento el maldito dragón para lanzarme una llamarada a mi rostro, con mucho trabajo pude esquivar eso, además, la luz propia del fuego impedía que viera la energía de mis oponentes, eso puede convertirse en una grave desventaja. Rodé por el suelo y corrí hacía el bosque.

Ahí podría encontrar algo de protección contra el fuego, o por lo menos, eso creí. Sentí como una fuerte ráfaga de viento me golpeo en la espalda, al girar noté que Idril ya no se encontraba en el suelo, en su lugar, Fëanáro comenzó a perseguirme. Parece que entendí su estrategia, seguramente el jinete tiene alguna armadura con protección contra el fuego, así que la idea es enfrentarme en un combate cuerpo a cuerpo para evitar moverme del lugar, entonces así el dragón podrá rostizarme desde las alturas. Sabía que debía estudiar las estrategias de ellos y no solo como pelear contra ellos.

No podía arriesgarme a enfrentarme a ese caso, así que corrí para esconderme en el bosque, la mejor opción sería debilitarlos poco a poco, no permitir que me vean, tengo la ventaja por mis ojos, pero en número estoy perdido.

Mientras saltaba entre troncos caídos encontré un hueco en un árbol seco, entré y permanecí en silencio ahí. Por unos minutos funciono, por lo menos hasta que escuché un leve rugido sobre mí, miré y era inconfundible, era igual que con Finrod, era ese estúpido dragón, me había encontrado. No tenía tiempo para escapar, el terreno es complicado para transitar, no tengo opción, es cuestión de intentar algo nuevo. Espero de funcione como espero.

Idril lanzó su mortal ataque hacía mí, levanté mi mano derecha abriendo mi puño esperando con todo mi corazón que la pequeña esfera funcione como espero. Las flamas cubrieron todo el cielo, quemando las copas de los árboles hoja por hoja, el calor lo sentía en la piel a pesar de estar a más de 15 metros de distancia, el aire se volvió pesado y el oxígeno se perdía.

En el justo instante en que las llamas tocaron el Elladan, fueron absorbidos, como una aspiradora, el calor no se perdía, pero las jamás tuve una quemadura, funcionó, no como esperaba, pero al final de cuentas puedo seguir peleando.

Volví a mirar al cielo y se encontraba la maldita bestia volando sobre mí, juraría que escuche un gemido de gran molestia proviniendo de él.

Mierda, debe ser por su segundo objeto, debió encontrar una forma de localizarme, así no podré esconderme. Tengo que desechar esa estrategia. No puedo ocultarme, no puedo enfrentarme directamente a Idril, así que mi única opción es atacar a Fëanáro cara a cara con una sola mano, necesito usar la otra para observar las llamas si Idril se le ocurre atacar desde el cielo. Pero no sé si puedo sostener un combate así… aunque no tengo más opción.

Corrí por el bosque sin cuidar la cautela, quería ser encontrado, unos minutos después cumplí mi cometido. Fëanáro saltó con la intención de golpearme, afortunadamente mis ojos me lo advirtieron a tiempo.

La diferencia en el estilo de pelea era muy diferente, con Finrod perdería al recibir el primer golpe, pero con él no tenía ningún problema con bloquear sus ataques, eran duros, pero no desbastadores, su velocidad era superior, no encontraba un punto de acceso para golpearlo y ni pensar dejar mis ojos para atacar con mi energía, no tendría tiempo.

Golpeaba y pateaba como si fuera una danza, no era letal, pero tampoco conseguía un avance, podríamos decir que nos encontrábamos al mismo nivel. Si no fuera por el pequeño inconveniente de un bastardo volador con alas gigantes, Idril regresó a hacer su jugada, disparó una compacta y firme bola de fuego a los dos, Fëanáro no trató de evitarlo, siguió combatiendo conmigo sin importarle nada. Abrí mi puño derecho sosteniendo con los dedos la pequeña esfera salva vidas.

Al impactarnos el efecto fue el mismo entre los dos, Fëanáro absorbió el fuego a través de una pequeña gema ubicada en su pecho, Sostenida por un par de correas que rodeaban su cuerpo, por un breve instante noté algo extraño en su atuendo, en su muñeca derecha había un brazalete grande que poseía un aura de color plateada, exactamente del mismo color de mi energía. En ese momento confirmé los dos objetos que ingreso mi oponente para la pelea.

Al desaparecer las llamas, el combate cuerpo a cuerpo continuó, pero había un cambio muy grande que heló mi sangre. Los árboles a nuestro alrededor se encontraban en calidad de cenizas, abriendo un espacio lo suficientemente grande como para que el dragón baje a devorarme con sus enormes mandíbulas. Necesitaba salir de ahí, pero no podía descuidarme ni un momento.

Se terminaban mis opciones, estoy siendo atacado por todos lados, no puedo huir, pelear directamente, ni nada. Estoy acorralado, Fëanáro tenía un semblante de satisfacción, como si ya pudiera saborear su victoria, parecía que ese era su plan desde un principio.

Afortunadamente para mí, Fëanáro olvidó algo muy importante, las reglas de este combate nos permitían ingresar dos objetos, por su lado su armadura para absorber fuego y su brazalete para localizarme. En mí mano derecha tengo un sistema de defensa especial para esta pelea, pero él ignora por completo lo que tengo bajo la manga, literalmente y es momento de usarlo, sino, esa maldita bestia me devorará en segundos.

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