Capítulo 28 - Regreso

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  • Dedicado a Andrea V. Deloera
                                    

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Regreso

Pasaron un par de días más y Huor me llamó a su oficina, ese pretencioso y extraño lugar. Entré con mis ojos normales, no pretendía armar algún tipo de disturbio con él. Fue muy cortante y directo al decirme que debía regresar, si permanecía más tiempo podría levantar sospechas. Acepté su orden y me retiré de sus aposentos. Nunca quita la mirada de esa ventana y rara vez me ha hablado de frente... como si ocultara algo.

Me dirigí hacia una habitación familiar pero que no le guardo ningún cariño.

-          Debes irte, en un momento más estará listo el sello.

Me dijo un hombre sentado frente a una computadora. Por lo menos él es más amable que el anterior... me ha dirigido la palabra, supongo que algo es algo. Conozco el protocolo, me coloqué sobre el sello en el suelo mientras la otra persona puso sus manos en el suelo. Momentos antes de partir me dijo:

-          Recuerda que no puedes usar tus habilidades ahí fuera.

Mi rostro no pudo ocultar la confusión del comentario, pero no pude preguntar nada más, al parpadear me encontraba en mi habitación, aquella que me dieron mis padres para poder estudiar la universidad. Caminé a la ventana junto a mi cama y miré por ella.

-          Por lo menos aquí no tengo dragones molestos.

Examiné todo mi cuerpo por pura paranoia, el proceso de tele transportación en esta ocasión fue muy suave, no sentí nada, ni mareos o malestares. O se trataba de otra habilidad o de una mayor experiencia por el usuario que me trajo aquí. Tranquilo por ello, dejé mi mochila sobre la cama y me recosté en el sofá, miré el reloj... las 7:30 A.M. Giré la cabeza para ver el calendario y la fecha era... lunes.

Debería prepararme para ir a la universidad, la clase no tarda en iniciar. No me sentía agotado o cansado, solamente, no tenía ánimo de hacer nada. No pasaron ni 10 minutos y ya quería regresar al credo... el credo... ¡El libro rojo!

Salté del sofá y corrí a mi habitación, lancé almohadas y sábanas buscando el libro, afortunadamente lo encontré de inmediato. Puse mi mano en el pecho, cerré los ojos y respiré de alivio, la sensación de paz que cubría mi cuerpo fue rápidamente sustituido por un enorme dolor en el rostro, para ser específicos, en la nariz.

El golpe me derribó al piso, haciendo sangrar mi apenas recuperada nariz, entreabrí los ojos para poder ver al culpable de tal acto. No era de sorprender que el libro se posó al borde de la cama de manera vertical. El lobo en la caratula me miró con una combinación de enojo y alegría.

-          Que linda forma de recibirme, también te extrañé ¿te parece que para regresarte el favor te lanzo a la chimenea encendida?

Me miró con aires de superioridad y se vuelve a lanzar a mí, en esta ocasión al estómago, sacándome el aire y dejándome aturdido por un par de segundos. Lo tomé y se abrió lentamente, las letras emanaron de él.

-          Ahora resulta que quieres que te lea. Lo siento, debo irme en este momento, tengo que...

No pude decir nada más, el título que apareció fue demasiado extraño para ignorarlo. "El inicio" traté de figurar su significado sin leer la primera línea, pero me fue imposible. Cerré de golpe el libro y lo lancé a la cama.

-          Necesito irme, prometo leerte más tarde.

El maldito y terco libro parece que solo entiende lo que quiere escuchar, al darme la vuelta para tomar una ducha, trazó una trayectoria directamente a mi nuca, asegurándose de golpearme con el borde duro de su lomo. Giré bruscamente y antes que pudiera volver a la cama lo atrapé en el aire.

-          ¡No! Libro malo, no, en este momento no.

Mis brazos no pudieron contener la fuerza que emanaba de él, haciendo que el libro y mi rostro tuvieran repetidos encuentros, haciendo sangrar más y más mi nariz. Haciendo uso de todo mi peso logré detenerlo en contra del suelo, a pesar de su forcejeo y movimientos como si de un perro se tratara, me mantuvo ahí hasta que se calmara... un libro que necesita calmarse... y yo que creía que regresar sería bastante aburrido.

-          Mira librito, estuve cuatro semanas con un par de dragones queriendo devorar mi cabeza, todo lo que tú hagas es un juego de niños en comparación.

Al decir esas palabras ya no mostraba más intención de moverse, quité lentamente mis manos y suavemente retiré mi peso, siempre atento de un posible ataque sorpresa. Miré al lobo con la cabeza abajo, giró lentamente a mí y parecía pedir disculpas. Algo me impulso a no enojarme con él, acaricié la portada y pude relajar todo mi cuerpo.

-          No te preocupes, estoy bien, solo... con la nariz rota... otra vez.

Hablar con objetos inanimados ya no es tan extraño como lo fue en un principio. Después de lo vivido con Merenwen esto puede ser algo más... normal.

Me puse de pie y caminé al baño para tomar una ducha, dejé la puerta abierta y le conté al libro toda mi experiencia en el credo. Desde mi llegada, lo extraño que es Huor, la golpiza que me dieron en mi primer entrenamiento, el soldadito de plomo de Lólindir. No escuché ruido alguno y ni siquiera sabía si me escuchaba.

Continúe arreglándome para salir y no paraba de hablar.

-          Y fue así que aprendí un poco sobre mis ojos y de lo que puedo hacer con ellos. Ah, por cierto, en el credo existe una chica muy linda, tiene un voz tan suave y es muy interesante, su nombre es Lúthien.

Idiota de mi por pensar que ya no recibiría más dolor por parte de ese maldito libro. El terminar de pronunciar la última letra no dudo en saltarme, golpearme en el estómago, la cara, la nariz, la nuca y cada lugar en donde pudo asestar un golpe.

No lo pude soportar más, corrí hasta la puerta de mi laboratorio de fotografía, abrí la puerta rápidamente, el libro me siguió como lo planeaba. Di un par de vueltas por las mesas en donde se encontraban los químicos y salí lo más pronto posible cerrando la puerta detrás de mí.

Me sentí victorioso en mi pelea, si el libro permanece ahí no podrá hacerme más daño... en teoría... escuché los golpes contra la puerta que me confirmaron la ubicación de ese lobo rojo. Caminé a la salida seguro y con satisfacción. Al tomar las llaves de mi auto un dolor bastante agudo invadió mi espalda, tirándome al suelo. Sorprendentemente... bueno, no tanto, era aquel rabioso de papel. Una vez en el suelo dio su último golpe contra mi rostro que me dejó inconsciente.

En mis últimos segundos de conciencia una voz entró en mi cabeza.

-          No debes perder más tiempo, tienes que saberlo ahora.

Reconocía vagamente la voz... se parecía... a... Gelmir.

Recostado en el suelo, sin percepción de lo que pasaba a mi alrededor, el libro se tumbó frente a mí con sus páginas abiertas. El texto entero se reveló lentamente. "El inicio" la voz comenzó a hablarme en mi cabeza una vez más, como si me narrara el capítulo.

Yo no podía hacer más que escuchar atentamente lo que se me decía, sin preguntar ni cuestionar, sin hablar, sin moverme, sin poder hacer algo más.

Me tomó un día para extrañar mi casa cuando estaba en el credo, me tardé 15 minutos para querer estar de regreso en el credo y solo bastó un golpe certero para estar en ninguno de esos dos lugares.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora