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Memorias de un alumno
Gelmir Mithrandír caminó por el busque, no por días, meses o años. Fueron décadas en búsqueda de un maestro adecuado. El problema nunca fue la distancia… sino el tiempo. Gracias a los pergaminos de su antiguo hogar fue capaz de dominar algunas prácticas, una de ellas era la premonición. Conocía a las personas que podrían ayudarlo, pero no Vivian en el mismo tiempo que él. Cuando llegó el momento de conocer a su primer maestro, se encontraba en el monte Parnaso.
Tomó un momento para admirar el bosque de olivos que se extendía hasta el horizonte. La paz que emanaba ese lugar era seductora. Gelmir sintió la presencia de alguien, se trataba de un hombre de avanzada edad cuyo paso era lento y un poco torpe, el hombre se dirigía a la cima del monte. Guardando un poco de distancia, lo comenzó a seguir durante su caminata. Al finalizar el viaje, ambos tomaron un gran suspiro, como si celebraran su ascenso. El viento cantaba su suave melodía, recorriendo el cabello de ambos hombres, como si nunca hubieran notado su presencia.
Gelmir intento decir algo, pero fue rápidamente interrumpido por el hombre. Levantó su mano mostrando su palma desnuda, su mirada mostraba que esperaba algo. Gelmir imito el gesto, pero como consecuencia un árbol nació justo detrás de él. Una sonrisa se dibujó en el hombre y dijo:
- Mi nombre es Amrod Tulcakelumë, Me gustaría decir que te he estado esperando desde hace mucho tiempo, pero la realidad es que tú eres quien me ha estado esperando… Es un honor por fin conocerte Gelmir.
- ¿Cómo sabes quién soy?
- Se mucho de ti, y aunque sabias que debías conocerme, no tienes una idea de quién soy. Espero poder darte todas las respuestas que buscas.
- ¿Quién eres?
- Una fusión de todo y de nada, una mera ilusión y un hecho irrefutable.
Después de todos los textos que ha leído, ha hecho de Gelmir un poco arrogante, pero al escuchar esas palabras, se dio cuenta que su ignorancia era basta. A pesar de todas las habilidades que ha adquirido.
- Tienes muchas preguntas, y el tiempo es algo que nunca vamos a recuperar.
Con un gran titubeo Gelmir repitió su pregunta. “¿Quién eres?”
- Las cosas no funcionan así. Mi labor no es darte las respuestas como tú las esperas, solo puedo darte las preguntas necesarias para que tu encuentres tus propias conclusiones. No puedo interferir en tu formación.
- ¿Cuál es mi destino?
- Ningún hombre es capaz de responder a esa pregunta, incluso tú, quien tiene el poder de crear y destruir. Si continuas con preguntas de esa naturaleza, podemos dar por perdida toda esperanza.
Sus palabras fueron como dagas directamente al pecho de Gelmir. Los pergaminos y los años de caminata le han creado varias incógnitas. Pero lo que más se ha creado en su mente es una necesidad de crear. Es necesario un lugar en donde pueda transmitir sus conocimientos.
- ¿Cómo puedo encontrar a personas adecuadas para transmitir lo que he aprendido?
- Por fin estas entendiendo. Lo más importante es no pensar en una sola época. Como te has dado cuenta, tú me esperaste durante muchos años. Tus discípulos pueden estar separados por eones, pero eso no debe de ser un problema para ti.
- ¿Cómo puedo atraer a estas personas a lo largo del tiempo?
- Es simple, crea un lugar, una ideología, un factor en común que perduré por milenios.
- ¿Tú eres uno de mis discípulos?
- No, como te había dicho, soy algo efímero y permanente. Al parecer tú no logras entender por este medio, así que voy a hacer a lo que siempre estuve destinado a hacer.
Amrod cerró los ojos y lentamente su cuerpo se convirtió en polvo, entrando en el cuerpo de Gelmir. El hecho hirió su cuerpo gravemente, haciéndolo caer por el dolor. Absolutamente cada musculo de su ser se contraía, sus huesos parecían romperse uno a uno, la cabeza podría fácilmente matarlo por la presión. Pero no fue así.
Gelmir entró en un trance muy profundo. Sus ojos se tornaron de un color violeta, en sus brazos aparecieron diversas runas, su espalda se volvió depositario de un gran secreto. Al levantarse dijo a los cuatro vientos.
- He sido soberbio y estúpido, mi tarea no es entender el por qué, mi deber es encontrar el cómo. Entiendo que mis acciones tendrán un gran peso en el futuro. Por ahora sé lo que tengo que hacer y depositaré mi confianza en las futuras generaciones.
Una ráfaga de viento firmó su promesa a la humanidad. Con la ayuda de sus ojos, caminó por el monte Parnaso. En donde dejó nueve nombres ocultos en el suelo; Siracusa, Cinérea, Cnido, Sifnos, Sición, Tebas, Corinto, Etruscos, Atenas. Sobre cada nombre colocó una semilla, que crecía lentamente, ocultando el nombre de la vista de todos.
Esta acción lo había agotado levemente, pero aún no había terminado. Tomó cuatro pequeñas rocas sobre sus manos, en estas se labró las palabras; jónico, dórico, eólico y arcado. Gelmir lanzó las piedras al viento, que viajaron hasta perderse de vista.
Su cuerpo ya se encontraba cansado y aun adolorido, su boca se encontraba seca. Caminó hasta encontrar un lugar adecuado. Con el golpe de su palpa sobre el suelo hizo surgir una gran fuente, de donde bebió y sació su sed. Con cada gota que bebía, una duda en su cabeza se resolvía.
- Este es mi primer regalo para la humanidad. Espero que algún día sea utilizado por un discípulo digno, uno que entienda que es imposible saberlo todo. Ese será el primer conocimiento que dejaré… nadie puede saberlo todo.
Una sensación de paz invadió a Gelmir. Sus ojos volvieron a su color castaño. Suspiró aliviado. Sintiéndose motivado e iluminado, Gelmir abandono el monte y con una pequeña carcajada se despide diciendo: “Milagro… curiosa palabra”
El celular comenzó a sonar… ¿por qué siempre tiene que sonar cuando va a iniciar la mejor parte? Me levanté del suelo y atendí.
- Cristian, no creo que sea el mejor momento.
- Nunca es el mejor momento para ti.
- ¿Qué quieres?
- Me ha intrigado el hecho de que aún tengo tus consolas de videojuegos y tu computadora. ¿Ya leíste el libro?
- Estoy haciendo justamente eso.
- … ¿a las siete de la mañana?
¡Son las siete de la mañana! No puede ser, no sentí el tiempo. Y tengo que ir a la universidad… bueno, realmente no tengo que ir, mi primera clase es filosofía y no tengo que ver a mi queridísimo profesor de literatura.
- Tienes razón, es tarde, será mejor que duerma un poco.
- No, Erik, no era lo que quería decir…
Colgué y apagué el celular. Miré por la ventana y efectivamente, el sol ya asomaba sus cálidos rayos. Un fuerte sonido me alertó, fue el libro que decidió cerrarse. El lobo tenía los ojos cerrados, y no planeaba resultar herido otra vez por él. Lo levante con mucho cuidado y lo dejé en el buro a lado de mi cama.
No tenía sueño, así que me recosté en la cama y me quede pensando en Gelmir. ¿Qué pasó con el otro hombre?, ¿qué significan esas palabras que dejó en el suelo y en las rocas?, ¿qué tengo que ver yo en todo esto?... ¿cuándo regresaré al credo?
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El Credo - Iniciación
FantasyDesde los antiguos tiempos de la magia y la hechicería existieron diversos grupos que se reunían para practicar rituales secretos y así obtener algún beneficio para su gente. Estas agrupaciones eran llamadas de diferentes formas: tribus, hordas, cla...