Capítulo 12 - Mi nombre es Galdor

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  • Dedicado a Andrea V. Deloera
                                    

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Mi nombre es Galdor

Huor me pidió que lo acompañara, en esta ocasión permaneció callado mientras caminábamos. Intenté entablar una conversación con él, pero el escenario me absorbió y preferí admirar todo lo que se encontraba a mí alrededor.

A mi lado derecho, tres mujeres lograron levantar una columna de agua de unos dos metros de altura, después cada una le dio una forma diferente, justo antes de congelarlo. Una de ellas había creado una serpiente marina, otra había moldeado un delfín y la última logró crear un cisne en pleno vuelo con un increíble detalle. No creo que un escultor sea capaz de imitar una obra de igual calidad… y mucho menos en el mismo tiempo.

De mi lado derecho había un hombre sentado en posición de loto, con los ojos cerrados, delante de él había un pesado tronco de un árbol. Poco a poco este comenzó a ganar altura. Supongo que la telequinesis es su habilidad. Otros cuantos se encontraban practicando artes marciales con una agilidad que es obviamente sobrehumana.

Tomamos el elevador y solo subimos un piso. En la primera puerta del lado derecho Huor hizo una parada.

-          Esta es tu habitación, me encantaría quedarme contigo a conversar un poco, pero tengo asuntos de los cuales ocuparme. Enviare a un miembro para que te de la información que necesites, y si tienes alguna pregunta puedes hacérsela saber. El día de hoy no tienes ningún entrenamiento programado, así que podrás recorrer el credo, la persona que esté contigo te acompañara y te ayudara en todo lo que sea posible. Por el momento me retiro, espero que tengas un buen día.

Huor me entregó una llave y se alejó con un paso muy apresurado. Entré a conocer mi habitación… no era un palacio, pero contaba con todo lo necesario. Una cama individual, un escritorio bastante grande con una silla de madera, una lámpara de lectura, abundantes plumas, lápices y cuadernos en blanco, un armario, un sofá para tres personas y una mesa para café. No es tan diferente a mi casa, solo que aquí todo es mucho más pequeño. Quizás lo único que extrañaré será mi cuarto obscuro de fotografía. Pero tengo la leve sospecha de que estaré ocupado en otras actividades igual de entretenidas.

Lancé mi mochila a la cama y acomode mi ropa en el armario. Instantes después alguien llamó a la puerta. Indique que pasará mientras terminaba de desempacar.

-          Hola Erik, hace tiempo que no te veía.

Esa voz… esa voz tan suave, dulce y melodiosa capaz de crear una atmosfera tan agradable solo le puede pertenecer a una persona.

-          Hola Lúthien. Pero si fue solo un día que no nos vemos.

-          Olvidaba que tú regresaste al mundo humano, para mi pasó casi un mes desde la última vez que te vi.

-          ¿Es debido al conjuro de tiempo?

-          Así es. ¿Ya te han contado del conjuro?

-          Huor lo menciono fugazmente.

-          Bueno, no te preocupes, pronto entenderás lo que es y cómo funciona. Me enviaron para darte todo lo necesario, tus horarios, normas y esas cosas. También voy a entregarte tu identidad y te acompañare por el día de hoy.

La idea de poder pasar un día entero a lado de Lúthien marcó en mi rostro una pequeña sonrisa que no pude disimular por más que lo intentaba. Sabía que ella lo había notado, pero no reacciono de ninguna manera, solo movía ligeramente la cabeza y me mostraba esa cara llena de alegría que podría derretir cualquier corazón.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora