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Un pequeño favor
Abrí la puerta con cierta timidez, una parte de mí sabía que Huor no me daría ninguna respuesta, pero no se me ocurre a donde más acudir, necesito ayuda para la pelea contra Fëanáro.
- Hola Galdor.
Esa voz, esa dulzura en el aire y el olor de aquella esencia que es imposible de olvidar. Lúthien se encontraba en la silla de la oficina mirando hacia la ventana. No volteo a mirarme, meramente sintió mi presencia.
- ¿Lúthien?
- Si Galdor, ¿buscabas a Huor? No se encuentra aquí.
- Ya veo, entonces me retiro.
- Espera.
Sus palabras me abrazaron de tal manera que no podía abandonar la habitación, como cadenas sobre mis pies, no sé lo que pasa, pero soy un esclavo de su seductora voz.
- ¿Puedo ayudarte con algo?
- No lo creo.
Hablaba mientras caminaba muy lentamente al interior de la oficina y ella daba vuelta sobre la enorme silla frente a ese escritorio que ha escuchado tantas historias.
- ¿Para que buscas a Huor?
- Solo… buscaba algo de información.
Tragué saliva, empecé a sudar y las piernas me temblaban, no podía estar en su presencia, mucho menos por todo lo que ha pasado, hasta la fecha me duele el rostro de la cachetada que recibí. Pero sus ojos, esos ojos me perdonaron en ese instante, olvidando todo lo ocurrido.
- ¿No crees que pueda ayudarte?
- Honestamente no quiero molestarte… será mejor que busque a Huor.
Intenté dar la vuelta y salir, pero nuevamente, su voz impidió mi escape.
- Quieres encontrar la forma de derrotar a Fëanáro verdad.
- … Si.
- ¿Encontraste alguna manera ya?, te he visto en la biblioteca.
No sabía si responder y simplemente mentir, cuando estoy cerca de ella no puedo controlar mi mente, tan solo quisiera… estar cerca de ella… realmente cerca.
- Creo que encontré una estrategia que podría funcionar, pero no seré capaz de realizarla.
- ¿Por qué?
- Requiere de la fabricación de un objeto.
- Hablas de un Elladan.
- Si.
- ¿Por qué es tan importante vencer a Fëanáro?, sé que pronto Huor te encargará una misión junto a tu grupo y que todo esto es parte de tu entrenamiento, pero no entiendo por qué tratas de llevar las cosas tan lejos.
Entonces no lo sabe, no sabe el pequeño trato que tengo con Huor, por lo menos es un hombre de palabra.
- Tengo mis propios motivos.
- Eso lo entiendo, lo que no entiendo son tus motivos.
- … No es necesario que los entiendas.
Esas palabras, un segundo después de salir de mi boca sentí un arrepentimiento inmenso, ella no merece esas contestaciones, solo trata de… ni siquiera sé lo que trata de hacer.
- Si me comentas tus motivos, podría ayudarte a crear un Elladan que puedas manejar.
Es una propuesta interesante, pero a la vez peligrosa, si le digo la verdad seguramente la lastimaré. No lo merece. Mientras bajaba la cabeza para pensar en una respuesta, ella se levantó y caminó hacia mí con paso ligero, como si caminara sobre plumas, tomo con un dedo mi mentón, obligándome a mirarla a los ojos.
- Galdor, puedes confiar en mí.
No sabía que decir, pero estaba seguro que no podría decir la verdad, solo necesita una respuesta ingeniosa, algo que no la lastime.
- Tengo un trato con Huor.
¡MIERDA! Excelente momento para que mi mente me traicione.
- … Entiendo.
Lúthien dejo mi mentón, bajo la mirada y caminó a un lado mío dándome la espalda. El silenció que existía era sofocante, quería decir algo para aliviar el ambiente, pero las palabras no emanaron de mi boca.
Sin voltear a verme, Lúthien dijo:
- Tendrás tu objeto esta noche en tu habitación junto a un pergamino para su uso. Espero que tu trato te sirva de algo.
Dio un paso que resonó en toda la habitación golpeando cada uno de mis sentimientos, culpa, ira, tristeza, desesperación, todo a un mismo tiempo, liberándome de las cadenas de su voz. Apenas giré sobre mí para verla cerrar la puerta, una mano en el picaporte y la otra con el puño cerrado, pero no de rabia, más bien como si sostuviera algo en ella.
El escuchar la puerta golpear el marco de madera entendí que usó su habilidad en mí. Aunque no la entiendo en su totalidad, pero creo que es capaz de leerme si usa una piedra, o por lo menos eso recordaba. Caminé a la pequeña silla frente al escritorio para recobrar el aliento, me sentía exhausto, y poco a poco la sensación de haber cometido un error se apoderó de mí. Lo descubrió, sabe porque quiero superar la prueba de Huor, y aun así me ayudará.
Quizás no me abofeteo, pero el dolor era mayor. No sabía que sentir, por un lado lastimé la confianza de Lúthien, pero por otro, puedo tener una oportunidad contra Fëanáro, ¿en qué estoy pensando? Ambos sentimientos son fuertes, pero si le hago caso a uno, el otro me atormenta. No sé qué hacer, pero no encontraré una respuesta aquí, supongo que lo único que puedo hacer es seguir adelante.
Salí de la oficina y volví a mi habitación, la tranquilidad era inquietante. Me recosté solo para que mi mente se digne a jugar con lo ocurrido. Después de un par de horas, decidí tomar un baño, con la esperanza de no encontrarme con Merenwen. El agua caliente que recorría mi cuerpo ayudó un poco, pero era como tener una herida sangrante, cada gota que caía sobre mí se volvía pesada y con su largo trayecto hasta el suelo tomaba mis angustias, para tratar de irse por el drenaje.
La palabra hubiera era la más usada por mi cabeza, clavando dagas a diestra y siniestra. Los minutos se convirtieron en horas hasta que el agua comenzó a tornarse fría, hasta el punto de sentir leves cuchillas sobre mi piel. Ese dolor lo podía soportar, lo odiaba, pero era soportable.
Cerré las llaves y me preparé para dormir, sin darme cuenta había desperdiciado un día entero. Suspiré y me resigné a todo. Cuando estuve a punto de tumbarme en la cama, alguien tocó a mi puerta. Era Lúthien.
- Aquí tienes, como lo prometí.
- Gracias.
Extendí mi mano y tomé una pequeña esfera del tamaño de una pelota de golf, pero de un color magenta con un brillo particular, dentro de ella un leve resplandor se movía como si estuviera vivo, tenía la forma de una serpiente. Pero no tuve más tiempo para admirar el curioso objeto, ya que al tocar la piel de Lúthien, ella abrió los ojos de par en par, me miró con gran rabia y sin pensarlo dos veces, asesto una cachetada en mi rostro. Ahí fue que me di cuenta que la primera vez ella había reprimido su fuerza, no existía tristeza o preocupación en su golpe, simplemente enojo puro. Mientras traté de reincorporarme, ella había tomado marcha acelerada lejos de mí. Ahora no sé qué duele más, el haberla lastimado, el golpe en mi cara, o que mañana temprano tendré que enfrentarme a Fëanáro.
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El Credo - Iniciación
FantasyDesde los antiguos tiempos de la magia y la hechicería existieron diversos grupos que se reunían para practicar rituales secretos y así obtener algún beneficio para su gente. Estas agrupaciones eran llamadas de diferentes formas: tribus, hordas, cla...