Capítulo Lucía Parte I

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ATENCIÓN:

NO ES NECESARIO LEER ESTE CAPÍTULO PARA SEGUIR COMPRENDIENDO LA COHERENCIA DE LA HISTORIA. SI QUIERE PUEDE PASARLO DE LARGO Y AGUARDAR A LA CONTINUACIÓN DE LA ACTUALIDAD EN LA HISTORIA.




















«Se escucha la lluvia. Algo está pasando en las calles. Sálvese quien pueda».

Nublado. El clima está nublado. No sé dónde estoy parada ni muy bien qué estoy haciendo. Únicamente sé que algo anda raro, se nota en el ambiente; lo noto en las personas que están igual de exaltadas que mis padres. Todos están con desesperación, buscando con la mirada a sus seres queridos para pedirles que se apresuren, motivándolos y recordándoles por lo que estaba transcurriendo en el mundo.

Debo ser la única desorientada en toda la situación. No tenía ni la más mínima idea de por qué todos habían enloquecido, incluyendo mis padres. Mi mamá, como es de costumbre, me despertó a los gritos y con ese tono en su voz de que me apure a prepararme. Pero lo más loco fue que no tenía clases. Mi instituto llamó a que no hubiera clases el día de hoy por una razón que no quisieron dar a conocer. Supuestamente los rumores decían que la directora y gran parte del profesorado se contagió de algo raro, quizá gripe o algo que nos afecte. Pero la gripe canina ya había pasado, ¿qué era lo raro?

A lo que iba, mamá me levantó apurándome a que prepare una valija y una mochila con las cosas que únicamente sean necesarias, no podía llevar prendas u objetos que no sean de utilidad. Lo peor era que mientras más insistía para que me dijese qué le estaba pasando, ella elevaba aún más su voz y comenzaba a implorarme de que le hiciera caso. Quería saber qué le estaba pasando a ella, si alguien había entrado a casa o cómo. No me dio el lujo de detalles y tuve que obedecer. Empaqué lo que para ella era «necesario». Se la pasó ladrándome de qué sí y qué no. Mi padre estaba igual, empacando cosas de ellos dos y mirando la televisión a cada minuto. Ya para ese entonces había confirmado que nadie en la casa me contaría lo que estaba sucediendo, el porqué de su comportamiento tan mezclado.

Deduje algunas cuantas cosas por sus impresiones por cada palabra que soltaba o cada vez que iban a observar la pantalla de la televisión —aún me sigo preguntando qué carajos había ahí—: una es que tenían miedo, eso lo pude saber desde el primer instante en que mi viejita me ordenó todo aquello con un temblor en sus párpados y voz. Lo segundo que me demostró una situación aberrante para ellos, fue el accionar de mi papá; muy pocas veces en mi vida lo agarré con una impaciencia gobernándolo por completo. Y es que comúnmente solía ser un tipo tranquilo y con una coraza que no permitía que cualquier incertidumbre lo descoloque e hiciera reaccionar de la forma que él no lo haría; pero puedo admitir, con temor en mis razones, que esta vez era distinta. Parecía que esa coraza se desarmó y las partes se distribuyeron por todos lados, dejándolo perdido por primera vez en mucho tiempo —o quizá en su vida— y con una duda que intensificaba su miedo mediante el tiempo pasaba. La tercera y última fue la reacción de mis vecinos. Exactamente todos tuvieron la misma decisión: tomar sus vehículos y empacar todo lo posible ahí. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso sortearon un viaje a las cataratas del Iguazú y la mayoría lo ganó? ¿O el primero que llegaba se ganaba los boletos?

Sea cual sea el motivo, sabía que se mantendría escondido un poco más.

Ya estaba adentro del auto con mi madre, ella en el asiento del copiloto y mi papá aún delirando con el equipaje en el maletero. De vez en cuando veía los coches de nuestros vecinos, y otros de desconocidos que pasaban a toda velocidad por la ruta, dirigirse a la misma dirección.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora